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—Es que no entiendo por qué no se te ocurrió discutirlo antes. —Dijo Calle. Estábamos en el bus descansando un momento más antes de salir hacia la escuela. Ella estaba sentada encima de las camas con las piernas cruzadas entre sí  y usaba sus manos como soporte a ambos lados, para evitar encorvar la espalda.

—Necesitamos el radio. —Le contesté sin más, estaba de pie frente a ella. Parecía pequeña. Su cabeza inclinada hacia arriba y su carita molesta.

—No, no lo necesitamos para encontrar algún puesto de las luciérnagas. —Dijo ladeando un poco la cabeza sin darse cuenta que se miraba sumamente tierna haciéndolo. Sonreí instintivamente.

—¿Sin ningún tipo de advertencia?, ¿Con ese carro? —Pregunté arqueando las cejas. Negué con la cabeza sin decir más. 

—Creo que es menos peligroso que tratar con infectados. —Me contestó levantándose con esfuerzo. Apreté los labios intentando  pensar en cómo no destruir la humanidad que le quedaba.

—Calle, bonita. —Empecé una vez que se acercó a mí. Puse mi mano en su mejilla acariciándola con suavidad y que me prestara toda su atención. —Es más fácil tratar con infectados que con los vivos. —Le agregué. Ella frunció el ceño. —Hay gente comiendo gente allí afuera. —Ella miró hacia abajo y la hice subir la mirada con la mano. —Pero también hay gente genial como nosotros. —Le recordé. Besó mi mano.

Tocaron la puerta.

—¡Eh! ¡Salgan ya! —Gritó Carlos. Fruncí la nariz intentando decirle lo mismo con la expresión, ya no teníamos tiempo para estar solas. Ella miraba mis labios.

—¿Será que tenemos unos minutos más? —Dijo acercándose sin importar la respuesta.

«Dios mío, bésame ya.»

Con un poco de desesperación la acerqué y tomé su rostro entre mis manos pensando en que habernos ido del campamento fue la mejor idea que he tenido.

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Caminaba en medio de Carlos y Julián, luego Calle iba detrás mío con Johan y Carina. Los árboles de la escuela estaban regados por todas partes y solo lo había notado mientras caminábamos hacia ella. Cuando miré las escaleras por las que entramos sentí una sensación de inquietud, desorientadora, tanto que si el día no estuviese tan claro como lo está hoy, no me hubiese atrevido a subirlas. 

No me agradaban los infectados adolescentes. No solo por el aspecto tétrico de casi/niños siendo zombies, sino que eran más hábiles y corrían más rápido. 

—No entiendo por qué no dejamos a la señorita a salvo en la camioneta. —Habló Carlos mientras subíamos las gradas. Yo negué con la cabeza incómoda de que tocaran el tema.

—Opino que regresemos y la dejemos. —Agregó Johan. Yo solo me giré hacia él frenando el paso de todos. Julián y Carlos se giraron también, incomodísimos sin saber qué hacer. 

—Bien, pero te quedas cuidándola. —Le dije sin discutir. Él frunció el ceño y Calle bajaba un escalón junto a él, ella parecía molesta.

—¿Por qué habría de hacer eso? —Preguntó confundido. Yo escuché un ruido y miré hacia un lado. En el fondo del edificio de ladrillos, donde tendríamos que ir habría jurado que se movió algo en la ventana. —Sé que no te caigo bien, pero no es razón para mandarme lejos cada que tengas oportunidad, además podría ser una parte valiosa para el equi-

—De nuevo, Johan. —Lo interrumpí sin ningún tipo de vergüenza. —No hago las cosas por ti ni por una razón, ni por otra. —Me giré de nuevo para subir el final de las escaleras y abrir la puerta para que todos pasaran. —Roberto parece tener un tipo de crush masivo en Calle y ni infectada la dejaría sola con él. —Calle tenía el rostro horrorizado de la misma forma que su hermano y ni Julián ni Carlos dijeron nada. Carina solo me miró con diversión y fue la primera en pasar, luego siguió Calle y por último los chicos. 

Don't Lie [Caché]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora