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—Lo que sea que estés tramando, Kim Taehyung, y que no me estés contando, tarde o temprano voy a terminar por enterarme.

Taehyung sonreía sin prestarle atención a su mejor amigo, mientras escribía quién sabe qué en su libreta. Se suponía que debían ser los apuntes de una lectura, y quizá Taehyung mismo imaginaba que era eso, pero de reojo Jimin solo podía ver garabatos en aquel cuaderno.

Habían pasado un par de días desde el día en que Tae llegó al departamento tratando de ocultar en vano una gran sonrisa de la que todavía no tenía razón. Jimin se estaba comiendo la cabeza pensando todavía en qué podía ser; le mandaba mil indirectas para que le contara y Kim no le había captado ni una sola en todo ese tiempo.

Jimin tenía vívida en la mente la noche en que un Taehyung feliz llegó ensimismado en las nubes, desde la cama y rodeado de bolas de papel higiénico, lo observó el rubio con los ojos entrecerrados en sospecha a su menor que iba ingresando a la habitación.

—¿Te ganaste la lotería?

—¿Y-yo? —Kim se señaló a sí mismo. Jimin alzó una ceja—. Puede ser.

Y tan rápido como ingresó al cuarto, se retiró. Volvió unos largos e infinitos minutos después, tarareando mientras le traía una sopita caliente a su mejor amigo. Park jadeó sufriendo su malestar.

—Medicina y caldo para la garganta de Park Jimin, mesa cuatro —bromeaba. Jimin quería arrancarse los cabellos de la curiosidad. ¿Qué traía tan radiante a Tae? ¡Él también quería compartir su felicidad!

—¡Cuéntame! —Taehyung lo ignoró mientras se sentaba a un lado de la cama al igual que Jimin—. Sécate el cabello o te vas a resfriar de nuevo. ¿Por qué no has llevado paraguas? ¿Quieres que te inyecten de nuevo? ¿Y por qué no me quieres contar qué te tiene tan feliz?

Si algo tenía contento a su amigo, éste siempre llegaba a contárselo. ¿Por qué ahora se hacía el difícil?

—Y te dije que no necesitaba más medicina, ya compraste ayer, ¿recuerdas? Todavía sobra, TaeTae.

—Ah, es que este fue un regalo —sonrió con los ojos chiquitos, y apenas se dio cuenta de que estaba soltando la lengua, cerró la boca. Dejó el plato sobre la mesa de noche al lado de Jimin y se encaminó al baño para tomar una toalla.

—¿Bogum haciendo méritos de nuevo? Eso no te tendría así de feliz —Si Kim Taehyung creía que le podía engañar, se iba a terminar yendo de cara al suelo—. Tú tienes algo más. ¿Qué es? ¿De qué me perdí? Cuéntame —le advirtió mientras se llevaba una cuchara de sopa a la boca.

Taehyung puchereó inseguro. ¿Cómo iba a reaccionar Jimin si le decía que esos jarabes se los había obsequiado Jungkook? Si solo faltaba que invocase demonios para que le jalaran los pies al hombre guapo. Había estado muy molesto porque lo hizo llorar esa vez, y sabía Dios cómo Jimin protegía con garras y dientes a cualquiera que se atreviese a moverle un cabello a su bebé.

—Ya, entonces no me cuentes.

—¡Fue Jungkook! —terminó por confesar.

Taehyung miró hacia la pared que de pronto se hizo interesante, ignorando el ojo de águila que le estaba dando Park.

—¿Jungkook? ¿Jeon Jungkook? ¿El Iron Man? —Taehyung se mordió la lengua—. ¿Cómo sabes que no son cápsulas para matar insectos? Tae, me lo encontré en la tarde y no fui tan amable, estoy seguro de que ya me odia.

—¿Cómo vas a difamarlo así? —jadeó el contrario, golpeándole sin fuerza en el hombro—. ¿Y cómo que te lo encontraste en la tarde? ¿Y lo trataste mal? ¡Por qué no me contaste! —Jimin rechistó.

All of my LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora