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En el centro de la ciudad del gran Seúl, se encontraba un reconocido consultorio de psicología. Con una decoración minimalista, tonos sobrios pero cálidos para los usuarios, con libros estratégicamente acomodados y la ventilación adecuada. Por fuera lucía igual de refinado, y no era para menos. Todo aquello no cayó del cielo, fue sino producto del esfuerzo y dedicación de un estudiante apasionado que dio sus días y noches al estudio.

Con una taza de café en mano, admiró su alrededor. Sonrió con los ojos cerrados.

Sonó el teléfono.

—Doctor Min —Le llamó la señora Choe, su asistente—. Hay una persona aquí, dice que necesita verlo pero no tiene cita previa.

Yoongi se reincorporó en su asiento, confundido. Hizo memoria, pero no recordó que tuviese planeada alguna visita.

—¿Cuál es su nombre?

—Jungkook, Jeon Jungkook —Escuchó otra voz. Yoongi abrió los ojos, mucho más sorprendido. ¿Jung...?

—Se llama Jeon Jungkook, señor.

Pero Min ya había dejado el teléfono a un lado para correr hacia la puerta. Se quitó las gafas y parpadeó para asegurarse de no estar imaginando. Jungkook levantó la mano para saludar a su hyung.

—Jungkook —espetó, sin poder creérselo.

—Hyung, ¿cómo está?

Yoongi sonrió y se le acercó sin perder más tiempo. Le dio un fuerte abrazo que un primer momento descolocó a Jeon, pero terminó abrazándolo de vuelta.

Había pasado... mucho tiempo.

—Ah, Jeon Jungkook, ¿cómo te atreves? —le sonrió y le despeinó el cabello—. Señora Choe, que nadie nos interrumpa, por favor —le indicó e invitó a su menor a pasar a su consultorio. Antes de cerrar su puerta, agregó—: Por cierto, señora Choe.

—Sí, doctor.

—Jungkook puede venir cuando desee, por favor apunte su nombre.

—Entendido, joven Min.

Jungkook miró a su alrededor y admiró cada parte del espacio. No había imaginado que así sería la oficina, pero tampoco estaba tan lejos del estilo de su hyung. Sobre la mesa brillaba su nombre: Min Yoongi, y sobre sus paredes yacían cuadros importantes. Sí, su mayor era un hombre muy exitoso.

—Toma asiento, por favor —le invitó con un ademán mientras él se acomodaba en frente. Jungkook obedeció—. Yo... debo admitir que estoy sorprendido de verte. ¿Cómo has estado, Kook?

No era para menos su pasmo, Jungkook lo sabía. La última vez que se habían visto no había sido en la mejor de las situaciones (por no decir la peor).

Mientras lo veía allí sentado frente suyo, Yoongi no podía evitar recordar a aquel chiquillo de solo dieciséis años. El primero en hablarle cuando tuvo que estudiar en Busan durante sus últimos años de la secundaria. El divertido Jeon Jungkook, al que todos querían en la escuela y todos engreían en la universidad. Al que le presentó a quien sería el amor de su vida, Song Younghoon.

Recordaba como si hubiese sido ayer cuando Jungkook lloraba a lágrima viva al recibir la noticia del fallecimiento de Younghoon. Recordaba lo destrozado que había quedado, y cómo imploraba a Dios que lo despertase de esa pesadilla, que le devolviera a su esposo.

Nunca iba a poder olvidarse de Jungkook. Jamás. ¿Cómo podría?

—Creo que... ya me había tardado en venir, ¿no? —murmuró con timidez el menor, en un mal intento de respuesta.

All of my LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora