Capítulo 35

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"Me sentí tan vacío, que aunque mis lágrimas salieran, nada era suficiente"

Levantarme se sintió como un balde de agua helada, sentir mis tobillos hormiguear mientras mi cabeza totalmente húmeda empapaba mi almohada y simplemente derramaba las mismas lágrimas que antes me fueron tan difíciles de lograr. ¿Que color era ahora mismo?, ¿era quizás gris como siempre? ¿o tal vez me había convertido en un azul difícil de describir?, ¿y si era un completo negro conocido? ¿o un completo marrón por conocer?.

¿y si sólo ya no había color?

El pensamiento de ello me desconcertó, no quería creer que me estaba volviendo invisible incluso para mi mismo, ¿era quizás reconocer con las múltiples cosas dentro de mi que aquello ocurrió lo que me ponía así?, ¿o sólo era yo siendo yo en su máximo esplendor?.

Debía haberlo sabido desde el primer paso que di frente Martha, debí suponer que ella sabía más de lo que yo contaba por alguna razón que prefiero seguir desconociendo. Mi cuerpo se mueve hacia el baño e inconsciente entró a la ducha con la desesperación insana de quitarme la sensación de mi piel a lo que fuera que tuviera para sentirme tan perturbado, tan quebrado. Tan roto y sucio era lo más adecuado.

Mis uñas se impregnan en mi cuerpo, incluso mis muslos que comienzan a sangrar por los rasguños sobre aquellos Cortes profundos no me hacen detenerme ante la desesperación de sentirme limpio, normal, completamente en blanco. Pasó una hora y media según mi teléfono, cinco y cuarenta, ¿eh?; era rojo, mi rostro, partes de mi cuerpo, mi emoción, todo era rojo frente al espejo.

Temblaba, eso parecía no haber mejorado siquiera durmiendo con pequeños golpes para aturdir mis piernas que ahora parecía dos gelatinas tanto parado como caminando, dejando que de rato en rato mis tobillos se doblen y pierda el camino ligeramente. Era odioso pero al colocarme mi camiseta negra manga larga, una polera crema encima de ella y la casaca del equipo de voley junto a unos pantalones deportivos con algodón adentro no parecían suficiente para el temblor constante, ni tampoco para la incertidumbre de esconderme.

Respiré en lo más profundo de mi capacidad humana, exhale con menor esfuerzo al sostener mi mochila y mi maletín deportivo con el celular y cosas listas a la cercanía. Cerrar la puerta con todas las pastillas en un puñado jamás se había sentido tan mal antes.

El pasillo parecía dar vueltas, con pequeñas manchas negras parecían una película de terror cutre hasta que la cocina se veía cerca al bajar las escaleras y Natsu sin aquella sonrisa cotidiana me observa y corriendo me abraza susurrando cosas, alcancé a calmarla como pude, con las manos en los bordes de sus hombros diciéndole que estaba bien ahora, que sólo había sido un bajón y que eso era normal en la situación.

Ella parecía desconcertada, no quise decir nada más, las pastillas sabían tan mal como siempre. Dos botellas de agua no parecían suficientes para que mis labios se vieran bien, estaban arrugados, se veían resecos y molesto tomaba la taza de té que estaba puesta frente a mi para verla sostener su desayuno y comerlo con lentitud hasta que papá llegó y le dijo que su desayuno estaba listo en la mesa.

Los tres estábamos sin saber que decir, sentí miedo de alguna forma, tanto que sostuve mis cosas al terminar la infusión caliente para verlos.

—Me voy, llegaré tarde —dije mirando la puerta.
—Cuidate Shouyo—.
—Llama si necesitas algo, hijo—.
—Lo haré, cuídense también—.

Sostener mi bicicleta en todo el camino blanco y frío no ayudaban a mis débiles músculos, los audífonos con "should have know better" me tenían -aunque no del todo- dentro de una tranquilidad al pasar por la zona comercial del lugar. Quizás si tuviera ganas le ganaría al azabache que corría adelante de mi diciendo que si era muy débil para estar por detrás de él, yo quise estar en mi ritmo, mi cuerpo y mi corazón dolían.

—¿Te sientes bien, boke? Estás más lento —dijo al detenerse y espérame a unas cuadras de llegar.
—Sólo es el frío, Kageyama —respondi con una sonrisa tímida. A él parecía gustarle y un extraño calor en mi abdomen me hacía pensar que tal vez a alguien le gustaba mi sonrisa Real. No lo sabía.

Lo escuchaba reír pero parecía diforzado, fue más extraño saber que por dentro aún se preocupaba por su hermana, que intentara hacerse El Fuerte mientras reia nervioso me hacía pensar que tal vez no debería pensar demasiado en lo mío viendo que hay otros que sufren más que yo.

Verlo me hizo golpear mi muslo con tanta fuerza que tenso había dejado de temblar sobre la bicicleta al llegar al gimnasio, con los demás acomodándose para la charla con el entrenador Ukai antes de entrenar, no quería entrenar hoy, no quería salir hoy, sólo anhelaba encerrarme en mi habitación pero eso me haría más inútil de lo que soy y no quería dejar los pensamientos atravesar.

Algo en mi abdomen dolía, como si hubiera una conexión entre alguna parte de mi corazón a mi garganta para hacer que mis ojos lagrimear e inevitablemente caigan las dichosas lágrimas que aveces no quieren salir y sin embargo ahora me eran difíciles de controlar. El sabor salado de mis lágrimas sobre mis labios resecos, la mano de Kageyama que no había dejado de estar sobre uno de mis hombros mirando fijo al entrenador, los demás escuchando atentos todo y el entrenador con el profesor a su lado derecho. Absolutamente todo parecía tener color menos yo.

La sensación no se iba, quería almacenarla cada vez más pero ya era inevitable, se sentía insostenible sobre el sonido a silbatos y pisadas por todos lados, parecían recordarme de la nada a dicho suceso donde la policía llegaba y muchos llantos atrapaban mi inconsciente ahora inexistente.  Tadashi me hablaba y sonriendo igual que con Kageyama aparento con todas mis fuerzas que nada me duele.

Juego, corro, doy ánimo a los demás y sobre todo permanezco como todos ellos querían que fuera. Era lo más sensato, era lo normal, ¿verdad?.

—¿Por qué sigues viniendo si no vez acaso que nadie te quiere aquí? —dijo Hitsuno desde la puerta luego del descanso al verme.

Era milagro que los demás lo ignoraran o quizás no lo habían notado, lo mismo también ocurría con su inesperado silencio sobre mi falta de comer. Todo se sentia mal, mi estómago parecía achicarse cada que pensaba en que era lo que debía hacer, emociones y pensamientos que prefiero guardar llegaban y fui sincero con ellos en decir que no tenía hambre.

Aquí estaba susurrando a Hitsuno que me dejara pasar, su mano se alza y aunque logré evitar agachar mi cabeza como autodefensa, mis compañeros de adelante lo detenían diciendo que se estaba pasando de la raya, que una vez más y le dirían al profesor Chang sobre su comportamiento.

Yo me vi agradeciendo con una mueca, evitando ver al castaño sorprenderse al mirar su mano y luego verme fijo mientras camino en dirección a mi asiento. El profesor parecía hablar por siempre, casi todos parecían hablar en idiomas que no entendía o era que yo no tenía cabeza para comprenderlos.

Pedir permiso al baño y tratar de golpear mis muslos y aguantando las lágrimas sería suficiente, parecía que no aunque de cualquier forma salgo a lavarme la cara y pasear por el pasillo antes de regresar al salón y continuar mi día con esta sensación de que ni Martha ni mi padre me dejarán cambiar de tema con ello.

Y como cola de gato vendrían mis verdaderos temores y la verdad ya no quería vivir eso de nuevo.

Drowning  (Haikyuu!!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora