Capítulo 1

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"Estoy feliz (triste) de que nos conociéramos, aunque no estoy seguro del porqué"

—Shouyou, el desayuno está listo —exclamó papá desde la cocina.

El sonido de los zapatos de cuero brillante de Natsu bajando por las escaleras resuenan cuando la llaman, y yo ando mirando el techo como se había vuelto costumbre desde hace dos años. Dónde recuerdo que al levantarme de aquella anestesia médica logré saber sobre mamá a partir de aquel hecho.

Papá intentaba cubrir esa falta desde que comenzó a vivir con nosotros en un nuevo lugar fuera de la capital, Natsu le agradó esa sensación de valles rurales mientras creía que el ejercicio que realizaba de aquí hacia la escuela era buena para el vóley.

Natsu lloró por todo ese año cuando se enteró, recuerdo que me sostenía y se disculpaba por no "ayudar" a tiempo, a lo que sólo pude reconfortarla entre mis brazos e intentar que su dolor disminuyera. Papá era fuerte en ese sentido, o al menos creía que proyectaba esa imagen de hombre fuerte que apoya a sus hijos en derramar un dolor familiar. Pero no, no lo hizo del todo y diré porque.

Él es humano como Natsu y yo. Y lloraba por las noches de forma silenciosa en su habitación. 

De ahí yo. Les quisiera engañar y decir que estoy bien, intentando afrontar como ambos esta pérdida, sin embargo no pude, no puedo, no sé si en algún momento lo podré hacer. Martha, mi psiquiatra, dijo que con los medicamentos estas paranoias y esa sensación a hundirme desaparecerían con el tiempo, que volvería a ser el chico sonriente de antes.

No puede ser más mentirosa en ese aspecto.

Esas pastillas me hacían dormir, me provocaban endorfinas que no ayudaban a nada cuando regresaba a casa; los recuerdos seguirían ahí cada noche de insomnio, el estremecimiento entre mis brazos repercutirán sobre como me levantaría de la cama y cierto miedo a las bañeras como de aquella vez seguían a pesar de consumir más de siete pastillas diarias.

Si, definitivamente esa mujer era una vil y cruel mentirosa.

Pero intento sonreír cada que pregunta como me siento, logro hacerla dudar sobre sus diagnósticos que dicen que sigo igual y termino con Papá diciéndome que intente cooperar con ella.

Hablando de él, se encontraba en el comedor junto a Natsu, ella está sonriente por iniciar su primer año en la escuela mientras yo intentaba emocionarme por el Karasuno.

Miraba la hora y sostengo el desayuno en una bolsa de papel, papá parece negarse a la idea de no comer a mis horas pero me despido sonriente con un beso en la mejilla a ambos, escucho una respuesta cuando salgo de la casa y sostengo mi bicicleta para apresurarme. No podría vencer al rey de la cancha si llegaba tarde, no sería como el pequeño gigante si no le daba importancia al vóley.

"Aunque tú padre dice que haz mejorado en ello desde la recomendación —dijo ella sentada en su sillón blanco y bufé"

"Claro —respondí"

El camino disminuye en cuanto sigo pensando, la ruta me lleva obligatoriamente a un río de la zona, al cual aborrezco y siento que cuanto más la observo, me quedo con menos aire. Esa sensación de ansiedad me hace ignorarla con miedo a voltear un microsegundo a su "maravillosa vista" como decía Natsu cada que pasaba por ahí.

La preparatoria Karasuno estaba frente a mi, dejaba mi bicicleta en una parte del estacionamiento y corriendo intento llegar a tiempo al gimnasio de vóley. Cuando salto entre las pequeñas escaleras que me adentran al gimnasio un chico de cabellos azabache y reconocidos ojos azules me quedan viendo luego de hacer una colocación al aire.

Su rostro se llena de enojo y aunque recuerde aquell facción que intentan hacerme olvidar de la forma más tonta, mi rostro no duda en agrietarse como la del rey y exclamar sobre porque estaba en este gimnasio. La exclamación que usa fue igual a la mía y el tiempo peleando pasó rápido, quitando a un lado el miedo parecía emocionante toda esta paradoja.

Dos personas de tercer año nos separaron y denegaron nuestras solicitudes para ser miembros del club, uno se ellos nos miraba de forma demoníaca sobre su rostro dulce con cabellos platinado mientra el aparente capitán nos decía muchas cosas que no logré entender hasta que me encontraba con el mismo chico frente a la puerta cerrada del gimnasio y suspiré.

"Excelente comienzo, Shouyo, simplemente perfecto" 

—¿Entonces, practicamos a las 6 p.m.? —exclamó el azabache y asentí resignado

Me miró un largo rato desconcertado para fruncir sus cejas y desaparecer del camino marcado entre el gimnasio y la preparatoria con su mochila entre sus hombros.

Recuerdo que deseé ahí todo se sintió rápido, entre práctica y avance de unir nuestras fuerzas, un chico pelirubio con lentes acompañado de otro con pecas apareció y se burló de ambos, me enoje demasiado cuando mencionó mi altura, ¿acaso creía que era el primero en decirlo?.

Cuando mencionó a Kageyama -si, supe si nombre luego- siendo un rey, pensé que era un halago llamarse así, pero luego de la explicación la verdad, creí que era absurdo doblegarse y enojarse por algo que si pudo ser como insulto, se podría sentir como un gran honor, fui incrédulo y le dije que conmigo podría hacer esas colocaciones "súper demandantes que nadie pudo hacer" a palabras sabias del poste rubio.

—Cállate Yamaguchi —dijo para colocarse sus audífonos e ignorarnos

—Lo siento, Tsuki —respondió el otro persiguiendolo a un mismo camino

Era tarde, y al parecer Kageyama no tenía intención de decir algo, yo mientras tanto sabía que mientras más me demoraba, menos tiempo tendría que estar con Martha, eso era a mi parecer algo positivo.

Este pensó que irse dejándome a la deriva era divertido, así que le escuché decir sobre encontrarnos mañana temprano, y acepté sonriente. Tomé mi mochila entre mis hombros y me subí a la bicicleta que se encontraba puesta sobre un árbol y avancé hasta casi no sentir ninguna presencia a mi alrededor.

Y me detuve, recordando que ignoré dos de las pastillas más importantes que debía tomar, comprendiendo el porqué mi rostro se sentía tan "robotizado", sin vida en algunas ocasiones que nadie parecía notarme; tocaba con mis manos mis mejillas e intenté hacer el mismo gesto sonriente que tenía cuando me despedía de papá y Natsu, la misma que se mantenía en clases y de vez en cuando con Kageyama. No pude, y avancé con la bicicleta enojado.

Sólo por reconocer que nada estaba mejorando como hubiera deseado, que todas las promesas de recuperarme eran mentiras piadosas y que jamás iba a regresar a lo que una vez fui, que las veces que iba con mi psiquiatra terminaba devastado, totalmente engañado y sin una medicación alterna a la que dicen necesito.

Las lágrimas recorrieron mis mejillas y me lancé una bofetada por esa debilidad, me grité internamente sobre llorar y demostrar que nada estaba bien, sin importar que nadie me observaba o que mejor dicho, no había nadie para mirarme y sorprenderse. De todos modos mi mejilla quemaba en lo que parecía ser una marca de mano sonrojada, mis ojos no se sentían diferentes y mientras tomaba el camino a casa la marca desapareció de su lugar de origen, abriendo la puerta con la llave y quitándome las zapatillas de deporte escucho a Natsu correr en mi dirección y saludarme alegre.

Recorrí mis brazos a su cuerpo para saludarla entre susurros, besando su mejilla para preguntarle que habrá de cenar, ella dice que es sorpresa de papá y bufé, la vi sonreír y alejarse rumbo a la cocina, donde papá hace muestra de presencia mientras le digo que vendré para cenar.

Su mirada era la misma de hace un año cuando se enteró de algo, mejor dicho, le dijeron de algo sobre mi que quería esconder de mi alegre padre. Y se sentía horrible saber que esa oscuridad en sus ojos era mi culpa, por mi incredulidad y estupidez cotidiana, quizás si hubiera sobrepensado más, él no sabría una de las cosas que me ayudan realmente ante la muerte de mamá, tal vez también.

No estaría aquí para contarlo y podría volver a verla.

Drowning  (Haikyuu!!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora