"Una vez intenté escapar por error ante la desesperación, pero la segunda vez fue por que me gustó aquella sensación sobre mi espalda, la tercera vez, no lo sé, te lo diré si sobrevivo esta noche"
Hubo una noche en los comienzos de septiembre. Dos semanas que me tenían con un nudo en la garganta.Lo recuerdo bien, un jueves del mes pasado un profesor me encontró desmayado en uno de los baños, desangrandome y jadeando en busca de aire; esa vez fue por pura tristeza, rabia, melancolía la que me llenaba para hacer un corte muy profundo en horas de clase.
Lo importante no fue su plática sobre lo malo que eran las acciones autoflagelantes, ni mucho menos el grito de la enfermera al ver los demás Cortes en ambos brazos. No, eso no me afectó en lo absoluto.
La citación a mi padre sí que lo fue, advirtiendo que si no lo daba yo, lo harían ellos y eso se sintió peor.
El miedo recorrió por mi cuerpo ese día por segunda vez, el pensamiento de que no me quisiera o incluso me recriminaria de ser débil me hizo llorar en algún momento. Sin importarme que la enfermera regresaría e intentaría calmarme, diciendo cosas estupidas como que la ayuda me hará sentirme mejor y así.
No le dije nada, pero mientras caminaba a casa, que era más cerca que la de ahora, sólo pensaba en alguna opción para que no supiera, para que siguiera pensando que era un chico normal.
Pero cuando esas dos semanas acabaron, tuve la sensación de admitirlo de buena forma, de mi parte a mi padre.
-Padre, ¿podemos platicar a solas? -susurré ese domingo mientras mirábamos a Natsu dormida sobre el sofá
Él asintió e intenté calmarme, sentía la ansiedad sobre mis brazos y le susurré si sabía que eran las autoflagelaciones.
En ese momento me miró y no supe si estaba preocupado o enojado. Pero las lágrimas caían sobre mis mejillas mientras alzaba uno de mis brazos y le mostré diciendo que lo lamentaba.Aunque en realidad tenía miedo a perderlo, y eso me hacía lamentar mis acciones imprudentes.
-¿Hice algo para que sintieras la necesidad de lastimarte? -dijo con los ojos brillosos y negué
Por qué era cierto, él no hizo nada, absolutamente nada que me hiciera querer lastimarme. Pero de cierta forma quería echarle la culpa a alguien sobre mis pensamientos negativos.
Y platicamos, mucho en realidad, sobre aquel asunto. Al final me abrazó y me preguntó si quería que alguien más lo supiera, yo negue con la cabeza admitiendo que tenía una citación por eso mismo con un profesor y mi tutora de aquel entonces.
Eso le hizo alzar una ceja pero no dijo nada, me pregunto día y hora y le respondí con lo más notorio de mi parte. Al día siguiente el profesor me miró y me preguntó si vendría mi padre a la cita, yo asentí sintiendo las miradas de mis compañeros sobre mi.
Era diferente como todo cambió desde dicha vez.
Sentí como si no me mereciera tener amistades, así que me alejé de todos, mostrando de vez en cuando mi verdadero rostro deprimente. Luego fueron las ganas de cortarme, pegarme, hacerme daño de alguna forma, y lloraba porque no podía, papá me revisaba el cuerpo para evitar que lo hiciera y me abrazaba diciendo que poco a poco mejoraría.
Grité enfadado porque las voces me decían que me lo merecía, que me merecía toda la mierda que me ocurrió a lo largo de mi vida y como el débil que era, sólo iba a llorar de nuevo.
Que me faltaba valentía dijeron. Que no podría matarme pensé.
Y así fue como por miedo dejé de cortarme, no por papá, sino por mis compañeros que susurraban de mi y suponían cosas que no sabían de mi. Ya que nunca se les dijo sobre el motivo de la citación de mi madre.
Supusieron que quería llamar la atención, otros dijeron que de seguro me moría de hambre por lo Delgado que fui en aquel momento, algunos callaron y susurraron que estaba mal pensar así.
Yo dejé que mi miedo me consumiera de nuevo a pequeños granos de arena.
Hasta que pasó un año y estaba platicando con Martha, con quién intenté acercarme pero a la vez no quería confiar. Temia que me dejara lejos, y sólo me ponía arisco con ella a pesar de intentar sonar suave y comprensiva conmigo.
Me hizo análisis y le dijo a papá que me medicarian por depresión crónica y que no dejaría de ir a las sesiones por nada del mundo. Tres veces a la semana, con días aleatorios a nuestra rutina.
Juro solemnemente que intenté mejorar esa vez, pero los pensamientos se hacían más grandes mientras no podía desahogarme. Los recuerdos de mamá siendo asesinada frente a mi seguían en mis pesadillas, gritando que se detuviera y siendo despertado por papá diciendo que todo estaba bien, que todo iría bien.
No me gustó que me mintiera, pero no lo sabia con exactitud en ese entonces.
Ese año pasó y estaba casi limpio, las ganas ganaron un mes y corte sobre mi abdomen, intentando dominar las ganas a lo que podía sin que se enteraran. Papá se mantuvo más cerca al mes siguiente y con Natsu se me hizo imposible siquiera pensar en ello tan abiertamente.
Seguía pensando y acumulando las cosas para mi mismo, solía dolerme demasiado, detestando la sensación de hinchazón sobre mis ojos luego de llorar en silencio en mi habitación, así cómo la falta de sueño y las ganas de hacer algo me picaban en la cabeza.
Como mis brazos y abdomen, pero decidí ignorarlos al no tener nada afilado en la habitación.
Ese año pasó y en la vacaciones de mi último año en la preparatoria sentí cierto pánico de ir a clases con los mismos compañeros, era extraño porque sabía que algunos se irían, otros vendrían y quizás podría cambiar las cosas. Mejorar las cartas.
El miedo fue más que yo y conseguí las píldoras que papá tenía en su habitación mientras dormía, para correr por el pasillo en silencio, mirando de un lado para el otro, como si fuera un prófugo cerré la puerta de mi habitación y llené un vaso de agua en el baño, mirándome en el espejo sentía las lagrinas llegar más no lo hicieron.
Estas habían dejado de caer aunque la tristeza se colara en aumento sobre mi.
Me acuerdo que desperté en el hospital aquel día, y estuve un mes sin ir a clases por el reposo médico y la cicatrización de la operación. Papá se enojó e intentó comprenderme a pesar de ello, se sentía apagado, tanto como yo podía decirse, sus ojos se apagaron por instantes mientras me suplicaba que podía hacer para que dejara de cortarme, dejara de intentar dañarme.
Fui muy sincero y le susurré esa vez.
-No intentes salvarme la próxima vez, ¿sí papá? -lo vi abrir los ojos y lloró sobre mi regazo toda la noche que tenía para cuidarme.
Natsu lloró cuando me vio despierto al día siguiente, gritando que no volviera a preocuparlos así a ella y a papá.
Al entrar a clases varios preguntaron si me sentía bien de la nada, preocupados por mi ausencia de un mes y sólo dimos la excusa con mi padre de unas vacaciones largas. Eso pareció sonar más común y calmado que un intento de suicidio.
Eso estaba bien, intenté estar bien. Los seis primeros meses me sentí horrible, sin poder llorar aunque ya ni me importaba hacerlo, era una necesidad más que una opción ahora que mis sentimientos se desbordaban.
Era notorio que habían cosas que me faltaban, ¿era feliz realmente?, ¿fui feliz incluso cuando mamá aún estaba aquí?, ¿era miedo o culpa lo que sentía cuando la veía morir ante mis ojos?.
¿habría un lugar para mi donde pudiera ser yo mismo?, ¿tendría un hogar ena algún lado donde pudiera llorar y suplicar que me arreglaran?, ¿habría algo que me hiciera sentir normal por una vez?
Fueron miles de preguntas que me hice una vez, llorando en mi habitación hasta el día siguiente, esa vez donde papá decidió que irnos de Tokio era una solución corta a las demás cosas que necesitábamos hacer. La mudanza de Martha sólo hizo que se afirmara la decisión que a Natsu le gusto sorprendentemente.
Una decisión que me hizo amar el voley como nunca antes lo había hecho.
Una decisión que aveces me pregunto si fue la correcta.
No lo sabía. En realidad tampoco es que quisiera hacerlo.
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Drowning (Haikyuu!!)
Fiksi Penggemar"El agua es incolora pero a la vez se ve azul. Es densa cuando le tienes miedo y no te daja escapar. Parece amigable, aveces pudo serlo. Nadie me dijo que eso podría matar a alguien" Hinata Shouyo tiene muchas cosas por ocultar de sus compañeros...