Capítulo 34

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Inglaterra, Montrose house

Desde que desperté me he sentido extraña, debe ser por estar en una casa nueva, así Iain esta mañana antes del desayuno me presentara ante un centenar de empleados a disposición de la mansión. Ahora soy la dueña y señora de una casa, todo lo dicho por la señorita Bird llegó a mi mente:

"La mujer debe velar porque la casa este en perfectas condiciones". "Debe asegurar que la ropa del señor esté impecable". "Debe garantizar una variedad de comida, y esta varía según el rango del título que ostentará tu esposo". "Debes organizar las fiestas, para mantener el estatus en la sociedad". "Siempre debes estar dispuesta para las necesidades de tu marido". "Debes mantenerte al margen de sus negocios y conversaciones entre caballeros". "Siempre debes vestir según el título que adquieras". "Debes pedir permiso a tu esposo". "Una vez casada no serás propiedad de tu padre, si no de tu marido, deberás acoplarte a sus exigencias".

Debes, debes, debes, debo. ¡Pamplinas! De toda esa larga lista delegaré algunos menesteres; el arreglo de la casa y ropa del duque que lo hagan las doncellas, luego me pasen un reporte. De la comida si estaré supervisando personalmente y solo porque me gusta comer bien y por los envenenamientos. Las fiestas... —no voy a desperdiciar dinero para que unos buitres vengan solo a alimentar su cotilleo de ver como vivimos el duque enano y yo—. Jamás pondré a Iain en ese apuro; si se hace una fiesta que sea para celebrar algo que realmente valga la pena, por ejemplo: el bautizo de nuestros hijos.

¿El estar dispuesta a la intimidad?, por ahora eso lo veo complicado, debo conquistarlo primero, aunque no lo veo imposible. Con lo de esta mañana... volví a recordar.

—¿Te gustó el desayuno? —me deleité con el nerviosismo reflejado en esos ojos azules.

—Sí, milord.

—Quedamos en no ser tan formal —anoche estuvo en mi habitación, en el cuarto de la duquesa, ¡por cierto!, es precioso. Me puso al tanto de los problemas que tiene con algunos familiares y las sospechas de envenenamiento, dijo que si me decía que no saliera es porque hay amenaza, no quiere verme en actitud rebelde, por ahora no me dirá nada, puedo hacer lo que se me dé la gana siempre y cuando lo respete a él, a mí y al título. Con eso se refiere a no estar desarreglada, subida en un árbol, mojada en un lago o cualquier otra travesura. Volvió a recalcarme que seamos amigos, le dije que solo si me permite besarlo. Punto a mi favor es que después del beso tan apasionado compartido anoche sentados en el mueble de mi nueva recámara, con la chimenea iluminando la estancia. El efecto de la luz en sus ojos me mostró un brillo diferente en su mirada, anoche ese hermoso cielo que fue capturado en sus ojos estaban más oscuros y lo que tiene entre sus piernas se le creció, con disimulo se puso un cojín y continuamos hablando, pero no volvimos a besarnos.

—Tienes razón. ¿Qué puedo y que no puedo hacer?

—Abbey puedes hacer lo que quieras, solo por estos tres años, no tengas un amante para que sea más fácil la anulación.

—¿Y usted si podrá tenerla?

—Te dije que no —se llevó el café a la boca.

—Iain, ¿no te duele cuando tu miembro se crese y no le das rienda suelta a la pasión que dicen los hombres eso les genera? —todo el café lo expulsó, hasta por la nariz le salió dicho líquido. Justin llegó a socorrerlo, el mayordomo también deslumbraba un sonrojo por mi comentario. Mi esposo no daba crédito a mi pregunta.

—Justin déjame a solas con mi esposa, por favor —¡Dios! No tengo ni veinticuatro horas de casada y ya va el primer llamado de atención. Iain tenía su semblante serio, puedo jurar que tiene un poco de ira. Una vez solos me miró a los ojos—. ¿Has intimado en algún momento?

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora