Capítulo 31

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Inglaterra, Gormanston house

Rosa me ayudaba a vestir, quiero llegar a tiempo a la casa de mi madre para ayudarla en todo lo necesario para la boda de Abbey. No dejo de agradecerle al cielo por el marqués, ver a mi madre tan enamorada y siendo de verdad correspondida y valorada. Con mis hermanas hemos hablado, cada una agradece por los nuevos aires. Nuestra madre es la mujer que más admiro, todo lo que soportó. Ahora se ve más joven, cada vez que la visitamos luce radiante, en la mansión la respetan, los empleados la obedecen, Abbey y Thomas hasta la llaman madre, y Lucy... Mi hermanita por fin se libró de esa desgracia de ser que es nuestro padre. Nuestra hermanita nunca sabrá lo que es un castigo en el patio sobre pequeñas piedras...

—Se ve hermosa vizcondesa —sonreí. Es un esfuerzo muy grande estar en este papel. He seguido al pie de la letra los consejos de mi esposo para ver si logro hacer caer al marqués ruega amor por mí y suplique que me separe, tener al menos una propuesta por su parte, pero nada, es un tempano de hielo difícil de roer. Y aun no me estabilizo del desliz que cometí al permitirle tocarme en la biblioteca de los duques de Fife, me dejé ir por fin por el momento, por ese calor abrumador el cual me envolvió al sentirlo tan cerca, su aroma a madera y algo de tabaco en el perfume me ha humedecido mi entrepierna y no solo esa noche, también cada vez que lo recuerdo. ¡¿Es qué no se da cuenta?! Y el muy descarado solo me echa en cara las mentiras; esas infundadas por mi esposo, las mismas notificadas a mi padre y este lo ha regado por toda la sociedad.

No me gusta tener que lidiar con tanto impertinente que quiere meterse entre mis faldas. Solo voy a las reuniones donde previamente he averiguado la confirmación de su asistencia, solo asisto a las mismas donde estará el marqués —Rosa me hace el peinado, empezó a incrustar pequeñas flores en mi cabello castaño—. Como me gustaría volver a ver a Brian tener esa mirada brillante, llena de ilusión que tenía antes de casarse.

Ahora que soy casada he podido estar en los círculos de las mujeres más cotillas de Inglaterra, me enteré de la vida de la coscolina de su ex, mientras él permaneció en la guerra se acostó con todo hombre soltero, viudo o casado, luego lo deja por el accidente que tuvo; dicen que su rodilla quedó muy destrozada y perdió la movilidad, por eso no puede caminar bien. Otros aseguran que perdió toda la pierna, esa teoría se cae porque el camina lento, pero lo hace y si no tuviera piernas necesitaría de una silla de ruedas, en cambio bien que domina a su semental. ¿Quién sabe lo que le pasó realmente?

—Lista milady —me veía radiante. El vestido azul mediterráneo me sentaba increíble.

—Gracias Rosa, ¿sabes si mi esposo despertó?

—Sí. No está muy bien.

—No me gusta dejarlo solo, ¿prometes que lo cuidarás? Esta vez asistiré a la ceremonia de la iglesia y estaré hasta el almuerzo, en la recepción siguiente no estaré.

—¿Quién iba a creerlo? Llegué para defenderla por petición del marqués de Bristol y usted terminó dominando a todos los habitantes de esta casa, los hijos del vizconde la aprecian y ni que decir de los niños.

—El afecto, la paciencia y el respeto verdadero también son buenas armas. Voy a ver a mi viejito.

Ingresé a su cuarto, me da tanto pesar verlo tan desmejorado. Lentamente abrió los ojos y medio sonrió.

—Te ves toda una diosa del océano —me senté al borde de la cama.

—Le confieso que no me gustaría dejarlo solo.

—Una de tus mejores amigas se casa. Yo no voy a mejorar, lo tranquilo que estoy es que dejé mi testamento arreglado.

—¿Esa es la razón por la cual el marqués de Headford ha venido a visitarlo?

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora