Capítulo 25

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Inglaterra, Montrose house

Desde que llegamos me encerré en el despacho. ¡¿Esa niña es insensata?! ¡Debe serlo! Thomas me hablaba de ella y lo dicho queda en pañales con relación a la barbarie dicha ante mis amigos hace un par de horas. ¡¿Acaso quiere hacer una obra de caridad conmigo?! Debió haber escuchado la conversación en el que me quejé patéticamente.

—Hijo —mi madre ingresó, no he querido hablar con ella desde que le pedí a un lacayo le informara, al igual que a mi hermana, nuestro retiro de la fiesta.

—Madre no quiero hablar ahora.

—De aquí no me voy hasta que no me digas ¿qué es lo que pasa?

—¡Ya no soy un niño mamá! —su mirada me hizo desviar la mía—. No quiero ofenderte, pero ahora quiero estar solo.

—¿Alguien te ofendió? —algo peor, ella me tiene lástima.

—Mañana tenemos un almuerzo en la casa del marqués de Bristol.

—¿Y el motivo?

—Para retractar la locura ocasionada por la insensata de Lady Hamilton —mi madre sonrió, lo que me faltaba.

—Abbey suele ser un torbellino de aire fresco, pero llamarla insensata no sería justo ¿Qué hizo ahora? ¿En qué problema metió a Robert?

—A su padre en ninguno. A tu hijo, en uno muy grande y no lo voy a aceptar, no quiero obligarla ni someterla a una vida a mi lado, más cuando fue evidente su acto realizado por el impulso al sentir lástima.

—¿De qué hablas?

—¡Dijo a los cuatro vientos que estamos comprometidos! —mi madre se tapó la boca, más por un acto de felicidad que temor o reproche.

—¡Esa niña me encanta para ti Iain! —algo raro se sintió en mi pecho.

—Madre, lo hizo por compasión, ¿la haz visto? ¡Es una belleza absoluta!, su rostro, su sonrisa, el brillo en sus ojos, su piel... —el corazón me latía vertiginosamente—. Hasta su impudencia natural la hace única —mi madre no es tonta, hasta yo mismo me acabo de dar cuenta que esa niña me gusta, la duquesa viuda se sentó en el mueble sin apartar la mirada a este ser mortal.

—Te gusta —fue una afirmación. Hoy cuando la vi bajar al lado de su padre se veía hermosa, ¿cómo va a fijarse ella en un hombre como yo?, cuando bajaba nuestras miradas coincidieron, sonrió como si yo fuera importante, debe ser producto de mi deseo más profundo.

—Jamás negaré de la belleza de esa niña, pero no la voy a someter al escándalo y menos que le digan cosas despectivas por desposarse conmigo.

—¿Te estás menos preciando Iain Grant, duque de Montrose? Estamos entre las casas más influyentes en las líneas de la nobleza, no te voy a permitir que te sientas menos que nadie.

—¡Lo dices porque eres mi madre! —dije entre dientes.

—Conozco a Abbey desde el día de su nacimiento, ayudé a traerla al mundo, es una niña muy peculiar, jamás te vería diferente a lo que eres hijo.

—No me voy a casar con ella ni con ninguna de las mujeres de esta sociedad, prefiero pagar por una plebeya, comprarle un título y transformarla en una noble antes de someter a una niña que puede tener al hombre de sus sueños. No quiero a una mujer así a mi lado.

—Puedes darte la oportunidad de enamorarla.

—Mientras el rey no sepa de este absurdo, ejecutaré mi plan. Solo debo pedir unos meses más para mandar a buscar a la mujer que puede hacer ese papel —preferiría mil veces eso. Me bajé del mueble, salí del despacho en dirección a mi recámara.

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora