Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).

Capítulo 27

Inglaterra, Montrose house

No he podido dormir, hace dos días le envié un presente a Abbey por mi acto ruin y no ha enviado una carta en respuesta, debe estar muy ofendida y con justa razón. Ni siquiera en los negocios donde estoy invirtiendo tanto dinero me he desvelado como lo he hecho desde que vi el cambio en sus expresiones, su rostro triste me acribilla día y noche, el viernes debo pasar a buscarla, tenemos ese bendito evento, no quiero que me vean, se van a burlar de ella. Yo he convivido con eso desde mi nacimiento, y no quiero ser el causante de vergüenzas... no para esa hermosa niña.

—Iain —mi madre ingresó a mi despacho.

—Madre...

—¡Ni se te ocurra decirme que hay una puerta!, porque tendrás la misma respuesta que le daba a tu padre y a tu hermano —sonreí. Papá siempre se enojaba con ese acto de su parte, ahora lo comprendo—. Tremenda costumbre la de los Grant y su encerramiento.

—¿Qué se le ofrece madre hermosa? —sus ojos brillaron.

—Ya llegó el sastre para que te haga a la medida tu kilt —abrí mis ojos—. Eres un escoses.

—No me voy a poner ese traje.

—¡Iain!

—Madre... —me sentía rojo—. Mis piernas son deformes y lo sabes.

—No son deformes, son cortas.

—No voy a ceder ante esto. Jamás me he puesto uno y no es porque no me guste, es que no voy hacer el ridículo y no me obligues, iré de traje con pantalón, además tengo muchos que son nuevos, más bien mira los que tengo, busca cual sería el apropiado, si debe hacerle algún ajuste lo hacemos. Si quieres me pongo un sporran, algo alusivo, pero no me pondré un kilt —nos miramos.

—Te prometo que no se te verán las piernas, con el sastre hablaré para que queden cubiertas, pero demuéstrale a la sociedad que estás orgulloso de tus raíces, hazlo por tu padre y hermano.

—Madre —¿por qué siempre se sale con la suya?

—Compláceme, tendremos los dos trajes, por favor vamos a que te tomen las medidas. Y de paso hablamos de lo que te aflige —comencé a negar mientras la seguía.

—Hijo, solo te diré, si cometiste alguna falta debes seguir insistiendo en demostrar tu arrepentimiento —la miré. Ella me guiñó un ojo—. No solo se dan flores, puedes enviar, otro tipo de presentes.

—¿Joyas? —nunca las he dado, de hecho, jamás había enviado flores, no tengo ni idea que hacer con una prometida.

—Ella tiene suficiente, hijo... —nos detuvimos en mitad del pasillo. Esta mansión me cansa mucho al recorrerla todos los días. Pero es mi costumbre saludar a todos mis empleados, suspiró—. Abbey no se conquista con joyas, es más inteligente que eso.

—Es una mujer madre, tengo entendido que todas las mujeres se mueren por ropa y joyas.

—¿Te vas a seguir por lo que dicen de las mujeres o te enfocarás por la única a la que debes entender? ¿Qué le acostumbra regalar Thomas a su hermana? —mi mente trabajó en los recuerdos, joyas, también libros, le compraba muchos libros—. No sé qué le hiciste, pero no la trates a ella como si fuera una mujer del común. Abbey te admira —cada vez que dicen esa palabra mi corazón se acelera, reanudó la caminata en dirección al salón. El hecho que ella quiera hacer una obra de caridad conmigo no me da pie a tratarla como lo hice, eso es cierto. Llegamos al salón donde me esperaba un sastre. Tomaron mis medidas, mientras lo hacían mi mente pasaba de un detalle al otro. ¿Qué le gusta a Abbey?

..........*..........

Inglaterra Bristol House

Le sigo dando vueltas y vueltas a la carta que le escribí a mi prometido, no he tenido valentía para enviársela. Y como dice mi padre; ante la duda, desecha la acción. Así que guardé las dos hojas en las que le escribí y me dediqué a realizar un perfume para mí de solo rosas rojas, antes de que se marchitaran las rosas enviadas, desarmé todo el bello arreglo floral y comencé a procesar todas las rosas. Mi hermano no ha dejado de reírse por mi acto.