Capítulo 38

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Inglaterra, Montrose house.

Iona y yo bajamos del carruaje, habíamos dejado a Emmy en su casa, por lo iracunda que se encontraba se puede decir que yo no estoy en su mismo nivel de enojo. Nos había contado lo sucedido con el cara bonito, arrogante y troglodita, el caballero en cuestión la había cargado cual costal de patata y la dejó en el carruaje, además la amenazó con sus padres.

Ya mi rabia por los celos que sentí al ver a esa cortesana acariciando el cuello de mí Iain. La brisa también había ayudado a mermar un poco el enojo. Lo único cierto, y para sorpresa mía al duque se lo disputan para encamarlo. ¡Eso lo veremos! Mientras estemos casados va a tener que recurrir a lo dicho por Madame, tendrá que jalarse su falo con sus propias manos. Solo espero que ya esté en la mansión.

Justin nos abrió el mismo la puerta, miró a Iona —está se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

—No le contarás a mamá ¿cierto?

—Sabe perfectamente milady que de mí no sabrán nada. Pero su hermano la espera en su despacho —hizo una mueca de disgusto.

—Iain es muy regañón.

—Pidió hablar con usted y luego con la duquesa —decidí quedarme en el salón azul de juegos; en ese lugar es donde se reunían los amigos del duque a jugar cartas, tomar un trago de licor o fumar. Por ahora está cerrado, mientras estemos de luto no se tendrán esa clase de eventos. Estoy en la habitación frente al despacho. Traté de prestar atención, solo que no pude escuchar nada ¿qué le estará diciendo? A los quince minutos se abrió la puerta, salió una Iona con las mejillas rojas y la nariz de igual manera, corrí a su encuentro.

—¿Te regañó?

—Ahora no amiga, hablamos mañana.

—¡Abbey entra! —alcé mi ceja. Es él el impuro y ¿tiene el descaro de alzarme la voz? Si esa es su manera de imponerse, le dejaré en claro que si él grita yo puedo ser más gritona. Alcé mi barbilla e ingresé al despacho. Iain cerró la puerta, extendió la mano para que nos sentáramos cerca de la chimenea. Yo lo hice, mientras él se acercó a avivar el fuego.

—¡Qué condescendiente!

—¿Es una nueva faceta? —arrugué mi frente—. No he hablado y ya estás contestando.

—Fue una ironía, su excelencia —me acomodé en el sillón.

—No lo noté, querida —siguió avivando el fuego con el rastrillo. Estaba sin levita, solo el pantalón negro habitual en sus ropas y la camisa blanca, me percaté que Iain no tenía barriga, y mi mente se fijó en su miembro. Todo lo que nos dijo Madame me hizo sonrojar—. Es cierto que nos casamos por conveniencia, pero quiero dejarte algo claro Abbey Grant —se escuchó tan bonito llamarme por su apellido—. Y mientras lo estemos, compórtate como una mujer casada, porque yo cumpliré con mi palabra. ¡¿Qué hacías en ese burdel?!

—¡No me grites! —se pasó la mano por el cabello.

—No suelo gritar —bajó la voz—. Yo solía mantener el control, me creía un dómino en ocultar las emociones, manipulaba bajo la capa de la frialdad las situaciones, pero tú... tú mi querida esposa descontrolas todo, eres peor que un campo de batalla, al menos en la guerra el adversario lo tienes en un flanco especifico, tú no disparas armas de corto alcance Abbey, contigo no tengo la menor idea por donde me llegarán los cañonazos —no sabía si reírme o llorar por su comentario, por lo menos lo desestabilizo—. ¡Esooo!, alardea que eres la primera persona que desestabiliza a Iain Grant, tu hermano me hablaba que eras un torbellino, pero desde que llegaste a mi vida te has convertido en un huracán. Aun no sé si es para bien o para mal —mi pulso comenzó a latir más seguido—. Respóndeme. ¿Qué hacías en ese burdel?

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora