Capítulo 39

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Inglaterra, Montrose house.

Mi madre había invitado a los marques de Bristol, Thomas estaba a mi lado hablando banalidades con mi cuñado, quién no dejaba de agradecerle por haber salvado a su esposa. No se me ha pasado desapercibido que a Abbey no le agrada el duque de Atholl. Como la reunión era familiar Iona y Elena bajaron a compartir la cena. Abbey no deja de mirarme, pero no lo hace con lesividad, quiere decirme algo. Me levanté de la silla, caminé hasta llegar a su lado. Tomé su mano.

—¿Qué te aflige, querida? —miró a donde estaba su hermano, luego acarició mi mejilla.

—Luego hablamos —me dieron unas enormes ganas de besarla, pero estamos con mucha gente. Justin llegó a la sala.

—Sus excelencias, mis lores, mis ladis. Pueden pasar al comedor —como correspondía por el protocolo, fuimos los primeros en salir, luego lo hicieron los duques de Atholl, las duquesas viudas, los marques de Bristol, por último, Thomas y mi hermana. Ahora que sé lo que pasa entre ellos, porque Iona me lo confesó todo, debo hablar seriamente con mi cuñado. Por nada del mundo se debe enterar el enemigo que él la pretende. Nuestras casas ya están unidas si lo hacemos por partida doble, arderán en rabia. Seremos mucho más fuertes financieramente. La fortuna de Bristol y la personal de Hamilton unidas a mi casa y a mi cuenta bancaria. Debemos saber mover nuestras fichas. Por eso mi hermana lloró, le dije que hasta que no tengamos a los asesinos de nuestro padre y hermano tras las rejas o muertos, Iona no podrá unirse a él.

Abbey estaba a mi lado, la cena con cuatro platillos estuvo deliciosa. Justin ingresó.

—Pasemos al salón un momento, compartamos el té antes de que los caballeros se encierren a arreglar el mundo en un despacho —sonreí ante el comentario de mi esposa, mientras que Eulises negó en desagrado, mi hermana se mantenía sumisa, muy sumisa ante él. Lo mira con un amor desbordante. Tal vez no sea un ser malo, si no que tiene sus ínfulas de rey frustrado.

Nos dirigimos a la sala y Abbey se regresó, al mirar vi que recogía algo del piso, Justin se le acercó y la vi sonreír, al llegar a mi lado.

—¿Podría pedirte un favor?

—Si está en mis manos —me entregó la cadena que le había regalado.

—El dije se desprendió, lo cual me parece muy raro —los lacayos ingresaron a servir el té—. Ya vengo —guardé la cadena y el dije para enviar a restaurarlo, he visto que le gustó, casi a diario se lo ha puesto. La vi hablando con uno de los lacayos, mientras otro repartía las tazas de té. Me ofrecieron la mía, la vi realizar su ritual maniático; desde que viven bajo mi casa me he dedicado a conocer sus expresiones corporales. Por eso como es su costumbre olfateó primero. Pero su reacción en este caso fue inmediata, lanzó la taza al piso y les arrebató el té a todas las personas que estaban sentados al frente de ella. A todos les cayó el líquido caliente sobre sus trajes.

—¡Iain no te tomes el té! —gritó. Thomas que tenía su bebida en camino a su boca lanzó el de él y con un manotazo lanzó mi pocillo al otro extremo.

—¡¿Qué te pasa Abbey?! —dijo su padre.

—¡El té tiene arsénico, papá! —estaba roja, mientras todos nos quedamos analizando lo dicho por mi esposa.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó mi cuñado—. ¿Tus empleados intentaron envenenarnos?

—¡No lo sabemos!, y también podrían ser los suyos —contestó con ímpetu, en ese instante en que mi esposa miraba con entereza al marido de mi hermana comprendí que Abbey es una mujer pequeña de armas tomar.

—Tal vez, en eso tienes razón —terminó por decir, y ya tenemos un antecedente con el soplón que aún está desaparecido. El cochero contratado por Bethany no aparece.

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora