Capítulo 45

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Estados Unidos, Nueva York

Después de aclarar varias cosas con Cody y sobre todo dejarlo encargado de enviar de regreso al prisionero a Inglaterra y que solo sea entregado en el cuartel militar del general Taylour. Por mi parte tengo todas las evidencias, una vez llegue meteré a mi tío a la cárcel. En una carta que viajará con los custodios del prisionero le puse al tanto de lo sucedido, también enviaremos las cartas de mi esposa para su familia y amigas, al igual que yo, esas las habíamos hecho en el transcurso del viaje.

Abbey no bajó a cenar, la esposa de Cody fue mandada a llamar, Olivia le pidió que, si podía ir a la habitación a hablar con la duquesa, pasada las dos horas Marie bajó tranquila. No sé si este espacio que me ha concedido mi esposa era para bien o para mal, lo cierto es que sentí tranquilidad, necesitaba aclarar mis ideas. No me acordaba de Rosario, por lo más sagrado que desde que le mentí a Abbey que amaba a otra no la recordaba, y ahora al leer las cartas enviadas por Elton donde dice que se ha adueñado de la hacienda, exige un trato de señora, y como todos sabían que era mi amante, no saben cómo proceder. Ahora voy con mi esposa...

No quise darle más largas al comentario de Cody, no voy a vociferar más mi vida íntima, a nadie le importa que, si cambié mi pensar, ahora estoy más impaciente por consumar el matrimonio. Por eso no saqué del error a mi administrador.

—Su excelencia —Marie llegó a la biblioteca—. Su habitación ya está lista —arrugué mi frente.

—Mi esposa y yo acostumbramos a dormir en la misma recámara —la mujer se sonrojó—. Tranquila, no hay problema por tu comentario.

—Milord, lo que pasa es que fue la duquesa la que me pidió que le arreglara un cuarto aparte —no, no, no ¿habrá escuchado mi conversación? Mi pulso se alteró—. Con permiso.

Me pasé las manos por mi rostro, apostaría mi fortuna a que me escuchó. ¡Diantres, diantres y más diantres! Agustín me acompañó a los aposentos asignados.

—Por favor dile a Olivia que necesito hablar con ella.

—Enseguida milord —muy seguro mañana cuando estemos de nuevo en altamar me enfrentará, ahora se contiene por estar en casa ajena. La doncella de mi esposa ingresó.

—Milord.

—Olivia, ¿qué tiene Abbey?

—Nada más que los malestares previos a su sangrado —al observar a la muchacha no noté enojo, molestia, o mentira alguna—. La señora Marie le dio infusiones de canela y caléndula para el malestar, ya hace una hora se quedó dormida.

—Gracias Olivia, ve a descansar, mañana partimos antes del mediodía —y yo voy a pasar por una joyería. Debo tener detalles a disposición, antes de llegar al Valle del Cauca debo confesarle a Abbey lo que pasa.

A la mañana siguiente me arreglé muy temprano, gracias a Dios Agustín ya tenía mi baño listo, cuando bajé a desayunar, mi esposa sonreía en el comedor hablando con la señora de la casa —lo sabe, nunca antes me había mirado de manera tan fría. Me sonrió por educación y para mantener las apariencias. El desayuno será incómodo,

—Buenos días —dije.

—Buenos días, milord — Marie sonrió.

—Buenos días, jefe —Cody no cambia.

—Buenos días, su excelencia —le sostuve la mirada, un lacayo nos hizo desistir del duelo de miradas, el desayuno sin duda alguna fue el más incómodo desde que me casé. Una vez terminamos en el completo silencio me levanté.

—Cody podrías acompañarme.

—Por supuesto milord.

—Abbey, partimos en tres horas —me miró una vez más y como si fueran dagas de hielo se clavaron en mi pecho. Y no tengo como justificarme, si escuchó mi omisión ante la no consumación del matrimonio y luego lo de mi amante en Nueva Granada... por supuesto que la comprendo.

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora