Capítulo 39

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Lan Huan escuchó unos pasos en la nieve, caminando por el sendero hasta su habitación e identificó por la frecuencia y el ritmo de estos sonidos, que debería tratarse de su tío. Inmediatamente arrugó el papel que estaba encima de su mesa de estudio y la escondió debajo de esta con premura, se sentó apropiadamente y estiró la espalda de manera que cuando Lan QiRen entrara, no encontrara nada extraño o inusual.

No obstante, una vez que esto sucedió, y pudo ver a su tío, las piernas de Lan Huan flaquearon y emitió un sonido de evidente sorpresa, que de seguro en circunstancias normales hubiera molestado muchísimo a su maestro. Sin embargo, Lan QiRen no opinó, es más, incluso su cara estaba menos rígida.

El hombre mayor le saludó como era costumbre y llegó hasta él, sentándose cerca suyo, Lan Huan sin embargo, no apartó la vista de la manta y el bebé que su tío traía en brazos, un pequeño que estaba dormido y que se veía extremadamente frágil.

—Tío, ¿él es...?

—Es tu hermano, Lan Zhan.

Los ojos de Lan Huan, se ensancharon ante la sorpresa e inmediatamente se sintió pasmado, fascinado ante la información.

El bebé una vez que escuchó las voces, se movió y dejó ver sus orbes doradas. Estas se posaron directamente en Lan Huan y ante todo pronóstico, rió con tal ternura que el corazón del niño se derritió y supo que amaría a su hermano para siempre, que lo protegería sin importar qué.

—¿Puedo cargarlo?

Su tío le entregó a Lan Zhan con cuidado y una vez que Lan Huan lo sostuvo firmemente, observó con gran atención las facciones de su cara.

"Tiene la sonrisa de mamá" pensó para sí.

—Lan Zhan...— murmuró, acariciando con el pulgar los dedos del bebé —Seré el mejor hermano para ti.

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Él no era un hombre complicado. Toda la vida, desde el momento en que tuvo la capacidad de comprender, se guió de las reglas que habían sido inscritas en el muro cientos de años atrás, atendió al consejo de los mayores dada su experiencia y sabiduría, y, aunque él también alguna vez tuvo sus opiniones al respecto, se las guardó para sí mismo como era debido para no crear conflictos.

Habiendo perdido a su madre a temprana edad y su padre estando ausente hasta el punto de declinar sus reuniones mensuales, no necesitaba demasiado. Era feliz con la sola presencia de su hermano y su tío al lado suyo apoyándolo, así fuera con reservas.

A pesar del tumulto que azotó el país durante la guerra, finalmente todo volvió a su lugar y también había ganado un puñado de hermanos, más de lo que alguna vez pudo pedir.

Fue hasta el momento en el que debió presenciar las treinta y tres veces que el látigo castigó a Wangji, que se dio cuenta de que nada era seguro o permanente en una posición como la suya, que sus deseos personales no eran más importantes que el deber.

Con cada golpe del látigo arrancando la piel de su hermano, con cada gota de sangre que se derramó sobre las orquídeas entre la nieve, su corazón también se desgarró. Ese día Lan Huan cesó de existir y tomó su lugar el líder de la secta Lan.

Sostuvo a Liebing¹ en sus manos firmemente y observó a la flauta durante un largo tiempo, antes de devolverla a su costado, sintiendo todavía en ella la pulsación de la energía de Wangji, los remanentes de la melodía que escuchó, traídas hasta él desde algún lugar en el mundo que hermano no tenía interés en revelar, pues no había dejado huella.

Después de veinte años creyó ser lo suficientemente fuerte para afrontar esta situación serenamente, pero ahora que se encontraba con ella de frente, se sentía como un niño que no entendía nada del mundo.

Más allá de los acordes del guqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora