La nieve, que invadía el suelo con una gruesa capa por toda la montaña se retiró rápidamente hasta dejar ver la tierra debajo de ella cuando el choque entre dos energías creó una onda expansiva y la barrió. Arriba, Bichen había golpeado a Loto Negro y ahora mismo Wei XianWu la había utilizado para empujar a Lan Wangji haciendolo retroceder. A pesar de esto, Lan Zhan descendió delicadamente, mientras su espada era enfundada, aún si la pelea todavía no había culminado. Delante de él, Wei XianWu estaba de pie sobre una roca que sobresalía entre la nieve y el Príncipe, que también había enfundado, llevó las manos a la espalda y sonrió a su esposo. Llegar a este punto por supuesto no había sido sencillo a pesar de las habilidades de Wei Ying y de su talento natural. Muchas noches habían navegado entre la repetición, el cansancio y la frustración pero con tiempo y sobre todo la paciencia de Lan Zhan, ahora su esposo era capaz de manejar su espada a voluntad aunque esto significara que, con el paso de los días; estás peleas fueran cada vez más largas. Lan Zhan estaba feliz de ver en el rostro de Wei Ying la gran satisfacción que sentía por haber logrado esto junto a él.
-¡Vamos!-le incitó Wei Ying -¡Un poco más!
Y mientras lo decía, su mano ya había rodeado la empuñadura de su espada listo para sacarla -¡Y sabré si me estás dejando ganar, Lan Zhan!
-No tendría porqué-el jade le respondió desde donde estaba y ante esto, la sonrisa de Wei Ying se torció hacia un lado -Venga, dame todo lo que tengas.
Y Lan Zhan se lanzó con todo lo que tenía en verdad. Tan rápido como una ráfaga, en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba espada contra espada intentando llevar al Príncipe al suelo y por su lado, el más joven empujó y agitó su arma que resonó al contacto con Bichen como una melodía.
Entrenar con Lan Zhan era siempre emocionante pues el hombre peleaba tal y cómo hacía el amor, feroz y apasionadamente, hasta el cansancio; sin dejar espacio para pensar en nada más. Dejaba a su cuerpo fluir naturalmente, entregarse al momento. Sus movimientos eran pues, mortales.
Wei Ying por otro lado, se rendía a la emoción que le provocaba. Golpeaba una y otra vez y en lugar de retroceder cuando su posición se hacía crítica, seguía adelante hasta romper la defensa de Lan Zhan quien contraatacaba con igual fuerza.
Esta lucha se prolongó una vez que Wei Ying envió a Lan Zhan lejos y en lugar de ir hacia él para continuar, corrió en dirección contraria entre los árboles repletos de nieve blanca. Lan Zhan por supuesto, se dio a la caza de su esposo, persiguió por el sendero la sombra de su túnica púrpura que se agitaba con el viento helado. Muy pronto, encontró sus intensos ojos grises mirándolo detrás del tronco de un árbol seco, Wei Ying sonreía y se ocultaba pero en cuanto Lan Zhan daba un paso hacia él, chillaba y continuaba corriendo. Una gran sonrisa se dibujaba en el rostro de Lan Zhan entonces.
Un paraje llano y solitario apareció desde el cual era posible ver el sol aún a través del grueso manto blanquecino que cubría el cielo, típico del invierno. Caminó entre la nieve, mirando en todas direcciones en busca de su esposo, entrecerrando los ojos una vez que vislumbró una figura entre la bruma. En ese momento se preparó, llevando su mano a la empuñadura de su espada, cuando Wei Ying por fin lo enfrentó.
No obstante, aunque el brillo de Loto Negro resplandeció ante la caricia del sol cuando se agitó en la mano de Wei Ying, cuanto más se acercaba a él, la imagen del más joven fue haciendose cada vez más y más difusa hasta que le fue posible ver detrás de él a través de su transparencia. Sus sentidos vibraron en ese momento, cada poro, cada uno de los vellos en sus brazos y en su nuca mientras su núcleo dorado le mostraba una energía incandescente acercándose vertiginosamente a él por la espalda.
Tirando los brazos hacia un lado, saltó y evitó por poco este ataque que se fue a estrellar contra la tierra, levantando toda la nieve como una roca lo hace con las aguas de un estanque.
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Más allá de los acordes del guqin
RomanceLan Wangji era un cultivador de renombre, provenía de una secta respetable, tenía modales perfectos y, a su corta edad ya era un héroe de guerra con un futuro brillante. ¿Por qué este hombre, epítome de la gracia y de los valores traicionó a su sect...