Capítulo 47

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No fue poca la conmoción que lo sucedido en Yiling causó una vez que se supo fuera de los territorios gobernados por Jiang WanYin. Si bien desde hacía muchos años se conocía de sobra su carácter y su crueldad; sobre su obsesión con eliminar todo rastro de cultivo demoníaco y a quienes lo practicasen, nunca en realidad se esperó que él y los suyos permitiesen tal acto de cobardía, especialmente durante la supervisión del jefe cultivador.

Sectas pequeñas e incluso cultivadores errantes protestaron y ahora marchaban en dirección del Muelle del Loto clamando justicia, alimentados por el hecho de que durante los días más oscuros; ellos también habían sido diezmados por la secta Jin de la misma manera Wen RuoHan lo había hecho con la secta Jiang.

Así que en los días posteriores cada vez más y más gente salió de Yunmeng por el temor de quedar atrapados en el conflicto pues la sombra de la guerra se tendía lenta e inexorablemente sobre Yunmeng: primero con la secta Lan por el ataque a sus discípulos y luego con el jefe cultivador y su secta Nie pues también estaba cerca el inminente juicio del heredero de los Jin. Nadie dudaba ya en aquel entonces que rodaría la cabeza del único sobrino de sangre de Jiang WanYin.

—Carroñeros—escupió Yu Ziao Miang mientras los miraba al gentío desde lo alto, que conforme los días pasaban parecía hacerse más grande—Esperando, como buitres.

Sus dedos se enroscaron alrededor de la muñeca donde estaba su látigo y se volvió a los discípulos que estaban a su alrededor cargados con arcos, flechas y espadas —Si alguno de estos hombres intenta pasar sobre la muralla, no duden en acabar con él.

Ya en los últimos días de la secta Jin una muchedumbre se congregó cerca de la Torre Dorada de la misma manera pero los Jin, confiados de su poder y su supremacía y de que la voluntad e inconformidad de la gente no eran tan grandes como para hacer algo más que amenazar; les permitieron acumularse y en un parpadeo, los muros fueron derribados y los discípulos ahorcados en los arcos de la entrada mientras la gente irrumpía y quemaba lo demás. Los que ahora estaban aquí venían con el mismo propósito pues a sus ojos la secta Jiang se había corrompido de la misma forma que los Jin, sólo bastaba con el más mínimo error, el más mínimo descuido para que el Muelle del Loto cayera también.

Todo este tumulto causó a Jiang WanYin un terrible dolor de cabeza, haciendo que su temperamento se tornara cada vez más y más difícil de sobrellevar. De no haber sido por la pronta intervención de su mano derecha y porque Yu Ziao Miang todavía podía ver a través del líder de secta y de sus palabras y de sus acciones, es que esta situación no había escalado a un punto sin retorno.

—Otro contingente se ha avistado en dirección norte—informó un discípulo recién llegado de la misión —A buen paso estarán aquí en tres días, señor.

El líder de secta agitó la mano, echando sobre el suelo el juego de té que salió volando y se estrelló contra la madera reluciente —Todo es culpa de los malditos Lan— Y es que con el pasar de los días, especialmente después de aquella primera visita todo se había ido en picada y ahora , estaban al borde de la invasión y de la histeria —Esto es lo que buscaban desde el principio, ¡deberíamos ir a Yiling y mostrarles quienes somos!

—Eso es exactamente lo que esperan, una provocación. Cualquier pretexto para justificar su intervención como lo hicieron con los Jin—exclamó otro hombre, bajando la cabeza ante las acciones de su líder de secta.

—¿Y qué debemos hacer entonces? ¿Sentarnos aquí a disfrutar del paisaje? ¿Esperar a que derriben las murallas y nos maten otra vez?—se burló Jiang WanYin —¡Tu padre y tu hermano murieron en el ataque Wen! ¡¿Es que deseas reunirte con ellos pronto?!

Yu Ziao Miang llegó al salón del trono cuando la situación estaba en su punto más caliente, Jiang WanYin ya se había levantado.

—Pelearnos entre nosotros no servirá de nada—intervino, echando una mirada al líder que destilaba furia por cada poro, hasta el color de su cara había cambiado —Los hombres de ahí afuera son de sectas menores, vagabundos y cultivadores sin casta, no los Wen. Lo mejor que podemos hacer es prepararnos lo mejor que podamos y resistir.

Más allá de los acordes del guqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora