Mientras el bote avanzaba sobre la superficie del agua, Wei Ying se sentía cada vez más relajado. En las manos llevaba un pequeño conejo que permanecía inmóvil a cada caricia de los largos dedos del hombre.
Lan Zhan, sentado en el otro extremo, continuó moviendo los remos avanzando entre los brotes de lotos blancos y lilas que engalanaban el estanque a esa hora de la mañana, como el otoño ya estaba muriendo; desde temprano los vientos fríos movían suavemente las copas de los árboles que comenzaban a perder color pues las hojas se desprendían hasta dejar desnudas las ramas.
Finalmente el movimiento cesó y Wei Ying alzó la cara para ver a Lan Zhan quien le correspondió. Al encontrarse con sus ojos cristalinos y sus largas y negras pestañas que acentuaban su mirada y las finas facciones de su hermoso rostro, Wei Ying sonrió y estiró las manos hacia adelante para ofrecerle al pequeño animal.
—Anda, tómalo — le alentó, su afable rostro realmente demostraba lo emocionado que estaba por encontrarse con la tierna imagen de Lan Zhan cargando al conejito —Recuerdo que solían gustarte.
Lan Wangji extendió los dedos y después de tomar al animal lo dejó reposar sobre su túnica. Satisfecho Wei Ying procuró guardarla bien esta escena en su memoria pues Lan Zhan se veía bello incluso haciendo las cosas más sencillas.
—Cuando nos casemos… — le echó un vistazo al pequeño conejo —También te pertenecerán, así que tienen que familiarizarse con su papá.
—¿Papá?— para Lan Wangji la aseveración en primer lugar le parecía absurda pero de alguna manera era reconfortante e hilarante en los labios de Wei Ying, quien ante la pregunta se echó a reír.
—¡Por supuesto! — dijo animosamente —Es decir, si eres mi esposo naturalmente serás su papá ¿No es así?
Un pequeño gesto complacido apareció en la cara de Lan Zhan —Serás papá de este conejo y muchas otras criaturas más.
Lan Wangji no había tenido la oportunidad de recorrer todo el jardín pues era tan grande que incluso sus paseos diarios no habían sido suficientes así que no dudaba que hubieran criaturas inimaginables viviendo ahí.
El ambiente entre los dos se había tornado cálido, siempre lo era cuando estaban juntos.
—Lan Zhan— dijo Wei Ying entre el silencio mientras el sonido de las aves se escuchaba por detrás de sus oídos —¿Extrañas tu hogar?
Lan Wangji sabía que estaba hablando de Profundidad de las Nubes, lo cual le causaba ciertamente un sentimiento complejo.
Las últimas memorias de ese lugar eran terribles y habían opacado todo lo demás.
—Estoy en mi hogar.
Los ojos de Wei Ying se abrieron grandes, sus labios se separaron como para decir algo pero se arrepintió y en lugar de eso, rió entre dientes. Lan Zhan siempre encontraba la manera de hacerlo sentir amado usando unas cuantas palabras.
El paseo se prolongó por un rato más hasta que el movimiento de los sirvientes se hizo más frecuente, como recibirán hoy a los señores de Wei, las preparaciones comenzaban desde temprano.
—¡Señorito! ¡Señorito!— escuchó mientras se aproximaba a la mansión junto a Lan Zhan, el sonido de unos pies corriendo sobre el piso de madera llegó hasta los oídos de Wei Ying.
—¡No, no!— su hermano exclamó a su doncella que lo perseguía con un peine en la mano, la pobre muchacha no podía alcanzarlo pues caminaba en pequeños pasos como toda una dama.
—¡Señorito!
La muchacha que no debía tener más de quince años, se veía que la estaba pasando mal y por el contrario su hermano parecía estar disfrutando de la persecución. Estaba perfectamente vestido pero su cabello era un desastre.
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Más allá de los acordes del guqin
RomanceLan Wangji era un cultivador de renombre, provenía de una secta respetable, tenía modales perfectos y, a su corta edad ya era un héroe de guerra con un futuro brillante. ¿Por qué este hombre, epítome de la gracia y de los valores traicionó a su sect...