Capítulo 10

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El sonido de los tambores ya se escuchaba por todo el largo y ancho de la calle.

Sobre el lomo de un caballo iba montado el señor Dragón Azul que abría las manos, intentando recibir los pétalos de flores y la serpentina de papel que caía a su paso, pues era lanzada por la gente desde sus casas a cada paso que daba. Toda la calle estaba decorada con arreglos florales, figuras del sol y la luna y tallados de papel en forma de Dragón, que adornaban las fachadas de las casas y los comercios en todo el camino hasta el campo de tiro, convenientemente adaptado para ser anfitrión del festival. Vio a un niño de su edad tocando la flauta alegremente a su paso y agitó las manos al ritmo del instrumento, los dedos apenas y se asomaban entre las enormes mangas de su túnica azul estampada en hilo dorado.

La sonrisa del niño era grande, él siempre había disfrutado de la exposición pública y de los eventos tan animados y ruidosos como este, le encantaba ser objeto de ejemplo y admiración entre los individuos de su generación, y por tal motivo se esforzaba por siempre dar lo mejor de sí en cuanto a estudio y caza se trataba.

Una joven corrió junto al caballo y le entregó un ramo de flores lila, que en su interior guardaban unas graciosas figuras de papel con motivo de dragón, en unos palitos de madera que agitó con la otra mano.

Se sentía feliz, dichoso por ser el amo de aquella gente a quien amaba también. Giró la cabeza al escuchar el sonido de la flauta mucho más cerca y pronto vio al niño caminando junto a su caballo otra vez, entonces le extendió la mano y le invitó a unirse a él sobre el animal, cosa que el flautista aceptó sin vacilar.

Detrás de él venía su hermano, vestido con una túnica negra que se dividía a través de un cinturón rojo bellamente ornamentado con figuras de flores de loto, su apariencia se veía especialmente cuidada e incluso su coleta caía graciosamente sobre su nuca entre horquillas y cintas doradas.

¿Acaso su magnífico atuendo tendría que ver con el hecho de que se encontraban la luna y el sol?

Junto a su cintura llevaba su espada y, aunque con una mano sostenía las riendas del caballo, la otra nunca se alejó de la empuñadura.

Usó la mano para cubrirse los ojos cuando levantó la cabeza para ver el eclipse, llegaba ya casi a la mitad del astro y las calles poco a poco empezaban a llenarse de sombras, así que ya deberían estar cerca del campo

Se encontraba en un área abierta y, al fondo podía ver los palcos especialmente construidos para que los señores disfrutaran del espectáculo más tarde. En todo el contorno del campo, se podía ver a las mujeres de un lado a otro acomodando la comida para el festival. Desde donde estaba podía oler los aromas mezclados de la carne y los dulces, de las frituras y los estofados que le abrieron el apetito enseguida.

Sin embargo, lo más emocionante era la estructura al final del campo de tiro, estaba tan alto que casi se sentía mareado. Por años había visto a su hermano mayor encender la llama de las formas más magníficas que uno se pudiera imaginar, se volvió para verlo y este le sonrió cómplice al encontrarse con su mirada, seguramente porque adivinó cuales eran sus pensamientos.

Se encontró con su padre y con su madre una vez que estuvo en el palco.

— Amos de Wei, señor del Tigre Blanco, señora del Pájaro Bermellón. Presento mis humildes saludos ante su gloria.

Después tomó asiento y el maestro astrónomo le entregó otra lentilla obscura para poder observar el fenómeno, como lo hacían su padre y su madre.

Su hermano mayor permaneció junto a él hasta que fue preciso retirarse para preparar el encendido de la llama.

——

Afuera se escuchaba un gran alboroto, pudo ver a través de la ventana un desfile sin igual que le emocionó mucho más de lo que esta tarde había estado, luego de la explicación del señor Tortuga. Por supuesto que antes había estado en festivales pero nunca en uno tan animado y tan rico en colores y sonidos como este. De vuelta en su villa, si es que podía llamarla suya; comer era lo más importante y beber vino hasta caer rendido, nunca vio desfiles o cantos como los que presenció un momento atrás.

Más allá de los acordes del guqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora