Capítulo 13

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El dulce canto de las aves llegó hasta sus oídos y despertó con tal suavidad que todavía parecía estar soñando. Llevó los dedos hasta sus párpados y los frotó como para espantar la somnolencia que todavía lo aquejaba, después de todo despertar temprano nunca fue su fuerte. Lo primero que llegó a su mente fueron unos ojos dorados. Se incorporó entonces y recordó lo sucedido anteriormente. No se quitó la túnica de descanso o se amarró el cabello, ni siquiera se colocó los zapatos pero corrió por el pasillo a la habitación de su hermano. Necesitaba comprobar por sí mismo que estaba vivo, que todo lo anterior no fue producto de sus deseos o de su propia imaginación.

—¡Señor Xian, joven señor!— gritaron los sirvientes cuándo vieron pasar de largo junto a ellos corriendo. Su señor estaba prácticamente desnudo y en absoluto presentable. ¿No pensaría el amo que fueron negligentes al dejarlo ir así? Así que corrieron detrás de él, persiguiendo al señor con la túnica que le estaban llevando a su habitación.

El guardia de la puerta se retiró sólo verlo llegar pero detuvo a los sirvientes una vez que trataron de hacer lo mismo. Una mirada les bastó para que agacharan la cabeza y volvieran al pasillo.

Xian atravesó la salita y fue directo a la recámara. Enseguida vio la sonrisa de su hermano, sus hoyuelos marcandose en sus mejillas sonrojadas. Cuando el niño reparó en él y posó sus ojos encima, le devolvió la vida. Se hincó al lado de la cama sin pensar, dejando la cara cerca de las manos del niño.

— Xian ge...—murmuró con su dulce voz.

—Xian ge mírame, estoy aquí.

Entre las lágrimas, Xian levantó la mirada, fue entonces cuando notó que al otro lado de la cama junto a su hermano, estaba sentado un hombre. Su sentido de alarma lo atravesó en medio segundo y se incorporó enseguida.

El niño se dio cuenta de esto y dio leves golpes en el dorso de la mano de su hermano mayor —Xian ge tranquilo. Este es el venerable maestro Lan, él fue quien me sanó.

Xian dejó que su mirada le llevara hasta ese hombre. Su piel blanquecina brillaba como un jade, tenía el cabello negro como la tinta suspendido en una cola de caballo que apenas le llegaba a los hombros. Sólo usaba una cinta blanca para mantenerla en su lugar, después se topó con sus ojos dorados; debía ser un efecto de la luz pues vistos más de cerca podían notarse cristalinos. Lo estaba mirando fijamente y un escalofrío recorrió su cuerpo, sus piernas trastabillaron de nueva cuenta.

La túnica que llevaba este hombre parecían ropas interiores, pues podía ver su piel perfectamente marcada si miraba con atención sus atuendos desgastados y aún así, tan blancos como la nieve, incluso podía ver dos ligeras protuberancias bajo la tela. Fue entonces que cayó en cuenta que él tampoco llevaba apenas nada encima.

Fue inevitable que sus mejillas ardieran. Su hermano parecía más que fascinado por el encuentro así que Xian intentó mantener cara aunque en realidad se estaba revolcando por dentro y no sabía por qué. Se inclinó para reverenciar al hombre aunque apretó los labios cuando tenía la cara fuera de la vista de este.

— Venerable maestro Lan, Wei Ying. Nombre de cortesía Wei XianWu, de la Bóveda de la Tortuga Negra del Norte.

Tragó duro, las palabras casi se le fueron a la garganta. Cuándo volvió a verle, este maestro tenía una expresión contenida sin embargo, sus ojos lo estaban delatando.

— Extiendo mi gratitud por la nueva vida que le otorgó al amo Dragón. Tenga por seguro que su gracia y su favor no serán en vano.

No sabía ni lo que estaba diciendo.

El maestro le devolvió el saludo y cuándo se levantó para poder hacerlo, Xian vio que era más alto que él y que la túnica inferior aunque desgastada, parecía elaborada con un material más grueso y resistente pues no tenía transparencia alguna.

Más allá de los acordes del guqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora