Capítulo 42

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El Muelle del Loto se encontraba a medio camino entre Yiling y Moling y puesto que ya era lo suficientemente extraño estar dentro de los territorios de Yunmeng, Lan HaoRan y Lan JingYi decidieron volar hasta allá antes de retornar a Gusu.

Llevaban un rato en el aire navegando en silencio entre las nubes cuando Lan JingYi, sin poder evitarlo, volvió el rostro hacia Lan HaoRan rememorando el intercambio entre el líder de la secta Jiang y el joven amo esa tarde.

—HaoRan—lo llamó, en ese momento el más joven también lo miró —¿Cómo lo supiste?

—¿A qué te refieres?—respondió, mientras el aire agitaba sus largas mangas y los extremos de su cinta de la frente.

—Que el líder Jiang reaccionaría así, que diría lo que dijo.

El primer amo se tomó su tiempo para responder, aminoró su velocidad primero y luego de lo que pareció un tiempo extraordinariamente largo, desvío su rostro nuevamente en dirección a su tío.

—El líder de la secta Jiang tiene demasiados asuntos pendientes—dijo en primera instancia —Tampoco parece estar bien estos días. Si utilizas las palabras correctas, no es difícil deducir lo que dirá después.

Lan JingYi se preguntó qué quería decir su sobrino exactamente con eso. Las palabras de Jiang WanYin volvieron a él en ese momento, indignándose nuevamente como en ese entonces con la absurda comparación entre Lan HaoRan y Wen RuoHan que había hecho el líder Jiang. Arrugó el entrecejo inevitablemente.

—Sabes que no debes tomar en serio lo que él dijo, ¿verdad?

El cambio en el rostro de Lan HaoRan fue sútil pero evidente para Lan JingYi que lo conocía desde siempre, no obstante, esa expresión se desvaneció rápidamente.

—Tampoco eres la causa de la reclusión del tío, él ya estaba ahí mucho antes de que tú llegaras. Yo tampoco lo he visto desde que era un niño.

Lan Qiren era ciertamente una figura distante para Lan HaoRan, nunca lo había visto en persona pues el mayor vivía desde hace muchos años en lo alto de la montaña y no recibía más que al líder de secta porque era su obligación y, aunque para externos su ausencia hubiese parecido repentina, dentro de la familia principal se sabía que la pérdida de su sobrino había sido un duro golpe para el hombre del cual nunca pudo recuperarse realmente, así que era verdad que no tenía nada que ver con él.

—Lo sé—respondió con la voz tranquila que amenizó la breve charla.

—Las protecciones se hacen más débiles aquí—dijo Lan JingYi un momento más tarde —Debemos estar cerca.

Debido a la cantidad de energía resentida que emanaba de los túmulos funerarios, incluso los encantamientos de una secta como la Jiang perdían su fuerza cuanto más cerca se encontraban. Si antes era de por sí ya muy incómodo volar sobre el monte, en los últimos veinte años se sabía incluso de hombres que habían perdido su poder repentinamente y caído dentro, drenados de toda energía.

—Deberíamos bajar—sugirió Lan HaoRan cuando Yiling fue visible a simple vista, Lan JingYi estuvo de acuerdo y pronto se encontraron en medio de una calle empolvada que en otros tiempos había sido una avenida principal.

La imagen desolada de la ciudad ya era una estampa común así que Lan JingYi y Lan HaoRan todavía tuvieron que caminar durante un rato para encontrar señal de vida. Unos niños estaban jugando en medio de la calle y en cuanto los vieron los rodearon con gran entusiasmo.

—¡Ah, los maestros están de regreso!

—Maestros Lan ¿Qué los trae por aquí?

—Superior JingYi, aquí, aquí—Lan JingYi cogió un pedazo de jengibre seco que le fue ofrecido, causando que Lan HaoRan sacudiera la cabeza una vez que vio a su tío llevárselo a la boca sin reparo alguno. En ese momento Lan HaoRan se dio cuenta de que un niño, que debía tener unos dos o tres años, lo había tomado de la mano y ahora mismo lo acompañaba en su andar, el pequeño estaba descalzo y aunque su ropa ensuciaba la blancura prístina de la túnica fina de Lan HaoRan, el joven amo se dejó guiar sin protesta.

Más allá de los acordes del guqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora