Capítulo 16

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Cada ser vivo que habita en el mundo, desde las grandes bestias hasta los gusanos que se arrastran en la tierra, las montañas o las plantas, lleva dentro la energía vital que fluye en el universo desde su creación.

A esta energía vital intangible, divisible e indivisible se le conoce como qi y a quien ha logrado su dominio con disciplina, quién puede obtener el qi del mundo a su alrededor, para convertirlo en fuerza, sabiduría, vitalidad y longevidad, se le conoce como cultivador.

A lo largo de la historia, los cultivadores y sus clanes dominaron el continente a través de sus misteriosas técnicas. Cualquiera que no naciera con la capacidad de cultivar el qi o con la riqueza suficiente para comprar el respeto de otros, debía subordinarse a estos seres que, en su ambición de fama y poder, perturbaron a las criaturas oscuras que durmieron bajo la tierra durante milenios. Y aunque entre estos, existieron sabios e iluminados que intentaron apaciguar a estas fuerzas, sus voces fueron calladas por aquellos que en la cultivación, vieron su oportunidad de grabar sus nombres en la eternidad.

En la Tierra de Wei, el Fundador, uno de los cuatro guardianes de las bóvedas del cielo del Emperador Jade, decretó la expulsión y eliminación de todos los que desviados de la esencia fundamental del Tao, que contaminaron la tierra al romper el delicado equilibro entre el bien y el mal.

Sus manuales y sus libros que guardaban los secretos para acceder al poder mediante la violación de las leyes naturales, fueron quemados o abandonados en sitios remotos para que nadie pudiera usarlos jamás.

En una noche de lluvia y de relámpagos, una estrella rompió el cielo por la mitad y cayó en el estanque de la mansión de la Tortuga Negra del Norte causando que las aguas se levantaran, los amos que se despertaron con el terrible estruendo, encontraron a un pequeño en el lecho.

El infante de tristes y grandes ojos grises, era una señal de que las fuerzas místicas debían ser recuperadas y conservadas en la gracia del guardián encarnado y es así que estos textos volvieron a ver la luz después de siglos.

Aquel niño que de su origen sólo podía recordar su nombre, fue llamado de cortesía Xian: un inmortal, el que descendió del cielo y en su ser lleva la iluminación. Para que fuera longevo y sabio como una tortuga se le otorgó el título de portador de la bóveda de la tortuga negra del norte.

Así pues, Xian demostró su inclinación a las artes y al estudio de estos textos, su talento para dominar la fuerza del qi desde muy temprana edad, estudió astronomía e historia, matemáticas, las ciencia que hacen funcionar el balance entre el mundo y los seres vivos y gracias a ello, le fue posible mejorar la vida de la nación que lo acogió.

Cuando las enfermedades fueron erradicadas y la noche fue dominada a través del uso del conocimiento, se le recompensó con oro y piedras preciosas.

Sin embargo, a pesar de todas estas cosas, Xian nunca conoció a otra persona que al igual que él, emanara la energía vital y ahora después de tantos años, por fin el cielo había respondido.

La energía pura irradiaba de Lan Wangji a través de las cuerdas del instrumento, cuya melodía tranquilizadora hipnotizó al ser que se ocultaba en el interior de la ocarina, que se elevó en el aire. Desde el interior se podían escuchar gritos desgarradores, gemidos y sollozos así como los gruñidos de una bestia que se negaba a salir, luchaba contra los acordes y aunque la ocarina se golpeó contra el piso una y otra y otra vez, fue hasta que de un sólo golpe de las siete cuerdas, parte de la presencia maligna comenzó a desaparecer.

La expresión en el rostro de Wangji era firme y decidida. Sus dedos se movieron una vez más sobre todas las cuerdas y el ser recibió otro golpe de energía hasta que fue debilitado y desapareció. La habitación se sintió mucho menos cargada de manera inmediata pero aun así, el color de la ocarina no cambió.

Más allá de los acordes del guqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora