Lan Wangji observaba al hombre sentado frente a él desde hace un rato, ya no podía verle el rostro pero sabía que algo andaba mal con él. Sus ojos se lo dijeron, en ellos vio una confusión familiar. El cabello de Xian caía sobre barandal del balcón, su cuerpo estaba reclinado y escondía la cara entre las manos, a Lan Wangji le causó entonces una aflicción tremenda, era fácil ver que atravesaba por un terrible intranquilidad.
Sin embargo permaneció en silencio, pues quizá, lo que necesitaba ahora es que alguien estuviera ahí con él y Lan Wangji quería eso, que supiera que contaba con él. La brisa agitó su cabello cuando Xian se giró para verlo finalmente. Una sonrisa pequeña escondía la incertidumbre en su corazón.
— Tal parece que no puedo mantener cara frente al maestro Lan— inclinó la cabeza hacia un lado y observó a Lan Wangji, sus ojos grises parecían resignados.
—Muchas cosas han sucedido en este último tiempo, supongo que después de todo también soy humano.
La expresión "después de todo" le llamó especialmente la atención sin embargo Lan Wangji no le cuestionó abiertamente.
— ¿Quieres que... toque para tí?
La sonrisa de Xian se marcó mucho más pero supo que era una careta.
—¿Qué sentido tiene tocar una melodía?
—Mh.
Lo hizo de todas formas. Con sus delicados dedos comenzó tensando las cuerdas y de aquel extraño guqin nació justo la misma melodía que le tocó a su hermano un tiempo atrás y sin embargo de alguna forma era diferente, llevaba en ella convicción y añoranza al mismo tiempo. Lan parecía absorto mientras la tocaba y un escalofrío recorrió su espalda cuando los ojos cristalinos de este se posaron sobre los suyos.
En ellos veía el reflejo de la luna y bajo su luz Lan Wangji nuevamente brillaba. Abrió los labios levemente pasado un momento pues, cuanto más avanzaba la lenta melodía más era la melancolía en la mirada del hombre frente a él.
¿Es que acaso sólo dejaba ver sus emociones cuándo tocaba el guqin? De primera mano presenció la energía que se desprendió del instrumento y llegó hasta él, era cálida y reconfortante, familiar al mismo tiempo; parecía abrazarle. Supo entonces que era energía espiritual, como ninguna otra que hubiera visto antes.
¿Podía existir alguien que en serio no tuviera duda, temor o rencores?
Para poder alejarse de los ojos de Lan Wangji que empezaba a incomodarlo, se fijo en el instrumento: era una cítara de siete cuerdas tallada de un material muy fino, estaba ornamentada muy discreta y austeramente con patrones de nubes que serían imperceptibles para cualquiera que no estuviera tan cerca. Definitivamente no parecía un objeto que cualquiera pudiera tener, y aun así estaba desgastado lo cual ni por asomo demeritó el sonido que generaba, por mucho, celestial.
Terminó cuando ese pensamiento cruzó su mente. El hombre de nuevo estaba estoico aunque de alguna forma más relajado.
Xian sonrió, definitivamente más sereno de las emociones que le aquejaron y en cuanto el guqin fue hecho a un lado Xian tomó lugar, sentándose cerca de él.
No dijo nada pero el ambiente era cómodo si Wangji no lo estaba mirando.
—Gracias maestro Lan. Sus habilidades son extraordinarias sin lugar a dudas.
Recargó la cabeza contra la pared y luego volvió a los ojos al hombre que lo acompañaba.
—¿Dónde aprendió a tocar usted así?
Wangji se tensó, esto fue evidente para Xian y por primera vez vio en su rostro que lo había tomado desprevenido.
No podía negar que tenía curiosidad, que estaba ansioso por la respuesta aunque esta fuera cualquier cosa. El hombre se tomó su tiempo para responder y cuando lo hizo la mirada que le dedicó por tanto tiempo se había desvanecido.
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Más allá de los acordes del guqin
RomanceLan Wangji era un cultivador de renombre, provenía de una secta respetable, tenía modales perfectos y, a su corta edad ya era un héroe de guerra con un futuro brillante. ¿Por qué este hombre, epítome de la gracia y de los valores traicionó a su sect...