Capítulo 12

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El leve sonido de un gemido desgarró el silencio que había entre los dos cuerpos, que se sostenían uno contra el otro con necesidad y esa voz se adentro tanto en su memoria, que si bien no podía ver a la persona entre sus brazos, su identidad estaba más allá de la duda.

Ese gesto le invitó y por puro impulso llevó la boca al cuello de este envolviendo un pequeño pedazo de piel. La tensión de un momento atrás, cuando a quien besaba intentó liberarse, había desaparecido e incluso parecía mucho más ligero.

Entonces, sintió unos dedos acariciando su abdomen por sobre la túnica hasta su pecho y con esta acción, Lan Wangji  también dejó salir un suave suspiro pero no por ello menos profundo, en el oído de quien amaba.

Sus lágrimas se perdieron en el viento cuando fue empujado de un momento a otro, sólo alcanzó a ver una coleta dorada meciéndose en el aire mientras esta persona se giraba para darle la espalda. Ni siquiera lo miró, se tiró desde donde estaba y corrió detrás de otra empuñando su espada que resplandecía bajo la luz del sol que moría al caer la tarde.

Lan Wangji sintió el impulso de ir detrás, casi sostuvo la capa que le acarició los dedos y sin embargo no lo hizo, pues los gritos de una mujer le sacaron de su ensimismamiento. A través de la visión verdadera observó un alma pura siendo consumida por el mal. No dudó un segundo y saltó hasta el palco desde donde el grito afligido había venido.

Sus ojos dorados se posaron sobre el cuerpo de un niño tendido entre los brazos de su madre. Una flecha contaminada se alzaba, enterrada en su túnica justo encima del corazón. 

Colocó las manos sobre esta herida y concentró su espíritu, arrancando de las garras de los demonios el alma luminosa por la que se peleaban como buitres. El miasma comenzó a salir del cuerpo del niño, desvaneciendo las raíces oscuras extendidas en su cara y cómo el alma de Lan Wangji había trascendido desde hace mucho, estos demonios fueron incinerados por la luz que desprendía su espíritu, al no encontrar en quién luchaba contra ellos, una pizca de duda o de maldad. 

Cruzó la mirada con el niño y aunque su rostro se encontraba teñido con su sangre, este le sonrió. Fue en ese momento que la flecha, que un minuto atrás se alojó dentro de su cuerpo, se deshizo haciéndose millones de pequeñas partículas que se esparcieron en la brisa. 

Un rostro pasó de la agonía a la incredulidad y del agradecimiento al gozo, todo en una fracción de segundo, pero Wangji pudo verlo como si el tiempo corriera más lento.

Sólo entonces recordó, que lo que había hecho, no era algo en lo absoluto normal para esta gente. Ellos no había cultivado en siglos quizá, mucho menos entonces vieron jamás una luz tan brillante desprenderse de un hombre para curar a otro de una herida tan grave.

Los sirvientes que habían presenciado el hecho fueron los primeros en tirarse al piso y reverenciar cuando su amo dragón movió los dedos y tocó el rostro del hombre. Uno tras otro le reverenciaban y esto incluyó a aquellos que ostentaban el absoluto poder en esa tierra, cuyas riquezas parecían ahora inútiles e incomparables con la vida del hijo al que Lan Wangji salvó.

——

El sonido del guqin se escuchó desde entonces en la mansión más ostentosa del lugar. De entre las melodías de la claridad, expurgación. Mientras sus dedos se movían sobre las cuerdas, Lan Wangji recordó que una vez él también tocó esta melodía para exorcizar el mal dentro de Wei Ying; aunque en aquel entonces éste no consideraba como algo necesariamente malo, el culto que intentó dominar.

Como fuera, con un infante todo era más sencillo. Sus almas eran tan puras que permitían a la melodía adentrarse profundamente dentro de ellas y destruir la maldad que se había alojado ahí como un parásito. 

Más allá de los acordes del guqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora