Capítulo 17

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El sonido de un relámpago atravesó el salón, el agua golpeando y cayendo del tejado mientras el viento azotaba furiosamente los árboles afuera de la ventana irrumpieron la calma usual que reinaba en la mansión a estas horas de la mañana.

El té se encontraba servido, humeaba sobre la mesa entre las dos figuras que sentados uno frente al otro no habían cruzado palabra en todo el rato. Justo al lado de Xian se recostó un elegante gato negro, dejó su gorda barriga hacia el cielo como si rogara por la atención de su amo quien atendiendo a sus súplicas estiró su mano y le tocó el cuello.

Con la mano que le quedaba libre se bebió el té y de nuevo giró la cara en dirección al ventanal como si de verdad la lluvia fuera así de interesante. En realidad trataba de evitar por unos segundos al menos los ojos cristalinos de Lan Wangji que en aquel mismo instante los tenía fijos en él. No era necesario verlo, lo sentía. Lo sintió desde la primera vez y desde entonces de alguna forma se había convertido en demasiado consciente de las miradas y de las acciones de este señor.

—Me disculpo por el arrebato de anoche. No fue un comportamiento propio de un amo.

Dejó la taza vacía sobre la mesa, armándose de valor para volver los ojos a Wangji de nueva cuenta, este por su parte llevaba en el rostro su estoicismo de siempre aún así, se inclinó en dirección a él, apenas algunos grados pues estaba sentado. Sin embargo Xian de alguna forma se sentía derrotado, era demasiado confuso todo lo que ocurría en su cabeza y en su corazón, sus acciones parecían desconectadas una de la otra como si se tratara de dos personas distintas.

No sabía exactamente lo que pasaba por la mente de Lan Wangji en este mismo instante pero de una cosa sí estaba seguro: el abrazo que él le dio en el jardín por la noche era abrumadoramente similar al que recibió durante el festival. Pasaron tantas cosas después que casi lo olvidó, no se detuvo ni un momento a pensar en ello después del incidente aún así jamás consideró la posibilidad de que se tratara de un hombre, mucho menos del maestro Lan y aunque este era por fuera impasible, el abrazo y la manera en que lo miró le abrió la posibilidad de imaginarlo de otra manera. Lo peor es que la forma en que calentaba su abdomen al pensar en ello era perturbadora.

Al final, la noche anterior, se dejó llevar y lo abrazó también tan cerca de su cuerpo que no quedó ni un solo centímetro de separación entre los dos aunque lo que fue más extraño es que Lan Wangji no se opuso a nada, lo que terminó confirmando sus sospechas.

Finalmente permanecieron abrazados en el jardín de esa manera por algún tiempo.

Tuvo que fingir beber nuevamente el té para esconder la sonrisa que luchó por traicionarlo.

—Para ser sincero...— llevó la cabeza brevemente hacia atrás como si tratara de encontrar las palabras adecuadas para lo que él quería decir —Desde niño sufrí de un temperamento desbalanceado.

La sonrisa que esbozó fue una simple máscara.

—Veía y escuchaba cosas que no existían en la realidad. Lo único que podía tranquilizarme era el canto de mi madre. Después de mudarme aquí, hace ya más de una década y debido a que no podía verla de manera regular, esas voces y sonidos se hicieron más frecuentes.

El relato era sombrío de alguna forma.

—Debo confesar que su melodía, venerable maestro; tuvo en mí el mismo efecto que el canto de mi madre; de ahí mi interés por aprenderla de usted.

—Esa canción se llama expurgación— respondió finalmente Wangji cuando el otro terminó, por lo poco que le dijo estaba seguro de que el alma de Wei Ying se hacía presente en el nuevo cuerpo en esas ocasiones y como su muerte no había sido pacífica su alma no estaba totalmente arraigada a él — Tiene un efecto tranquilizador.

Más allá de los acordes del guqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora