Escuchó hablar de esta persona en repetidas ocasiones, incluso Wei Ying había contado parte de su historia que de algún modo se entrelazaba con la suya pero jamás se imaginó que vestigios de un suceso tan remoto todavía existieran y que además estaría alguna vez frente a su sarcófago.
Estaban arrodillados frente a la valla de oro y reverenciaban, su prometido juntó las manos y cerró los ojos para ofrecer una plegaria a su ancestro.
Él también lo hizo, después de todo habían venido a pedir permiso para casarse.
Permanecieron ahí por un rato, había un silencio cómodo que sólo era interrumpido por el canto de los gorriones que se posaban en las tejas negras del templo. Wei Ying levantó la mirada hacia el entramado dorado de flores de loto alrededor de la placa.
De alguna manera, desde la primera vez, este lugar le causaba siempre gran nostalgia y además era un vistazo a lo que pudo haber sido.
Giró la cabeza para ver a Lan Zhan quien se había puesto de pie junto a él y recordó su promesa: viviría para siempre al lado suyo, no permitiría que Lan Zhan pasara de nuevo por el trauma de su muerte. Este le atrapó mirándole e inclinó la cabeza, para invitarle a salir.
Wei Ying dio algunos pasos fuera del salón hasta llegar a la entrada. Desde la terraza podía admirarse el reino: desde la costa, hasta las montañas del norte y del este, y en el oeste el desierto escarlata.
—No había estado aquí en mucho tiempo—le dijo a su prometido, toda vez que este llegó a su lado —Me siento feliz de que sea en compañía tuya, en razón de nuestro matrimonio.
Lan Zhan parecía pensativo, pero le otorgó una sonrisa debajo de sus preciosos ojos.
—Iré a donde tú vayas, Wei Ying—dijo Lan Zhan, con sinceridad. Después miró alrededor del lugar.
—Hay energía pura en todas partes— dijo.—Así que también lo sientes.
Lan Zhan asintió, Wei Ying dio un par de pasos adelante en dirección a la pagoda detrás del templo y se sentó ahí con Lan Zhan.
—Fue aquí donde obtuve mi núcleo dorado— le dijo a su prometido —En realidad tuve que vivir aquí algunos años.
Por alguna razón Wei Ying se veía afectado al compartir estas cosas.
Lan Zhan, que conocía en carne propia la soledad, empatizó con él y entrelazó sus dedos con los suyos.
—Cuando obtuve los recuerdos de mi vida como Wei Wuxian fue inevitable pensar en este lugar.Lan Wangji le miró detenidamente tan pronto como Wei Ying hizo mención de su vida anterior. Después de que él recordara, sólo tocaron el tema algunas veces y después fue opacado por completo por su felicidad.
—¿Por qué?— preguntó pasado un momento.
Wei Ying permaneció callado por algunos minutos, su mirada gris parecía perdida entre las orquídeas alrededor de la pequeña pagoda, cristalizados por una leve capa de humedad, sus ojos volvieron a los suyos —Yo ví e hice cosas que sólo puedes encontrar en pesadillas— le dijo a Lan Zhan en un susurro —Viví entre demonios y bestias, entre fantasmas y cadáveres después de ser arrojado a los Túmulos Funerarios.
La forma en la que se lo contaba de alguna manera era sombría —¿No es irónico que después viviera aquí, en una tierra sagrada?
Sonrió pero no había alegría en su expresión —¿No es extraño que ahí tomara el camino demoníaco a falta de núcleo dorado y aquí obtuviera un núcleo dorado para convertirme en un cultivador?
Lan Zhan casi podía visualizar esas dos realidades como el reflejo en un espejo pero al mismo tiempo eran totalmente opuestas.
Ahora veía por qué Wei Ying creía que todo esto no era simple coincidencia.
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Más allá de los acordes del guqin
RomanceLan Wangji era un cultivador de renombre, provenía de una secta respetable, tenía modales perfectos y, a su corta edad ya era un héroe de guerra con un futuro brillante. ¿Por qué este hombre, epítome de la gracia y de los valores traicionó a su sect...