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Y en vista de que no era prudente saberse observado en una situación así, cuando su mente y su cuerpo lo sumían a repentinos colapsos en los que dejaba de concentrarse, pensando que la mejor forma de mostrarse tranquilo y alejado de cualquier hecho o actividad capaz de ponerlo en evidencia, estuvo totalmente de acuerdo apenas Hyukjae sugirió un cambio de roles.



Sentado frente a la silla de ruedas, pensaba en qué medida el giro de los acontecimientos le proporcionaba por lo menos un poco de tranquilidad a su enmarañado y confundido pensar.



Si le aclaraba la mente.



Si le disipaba de dudas.



Pero ahí, al filo de dos pies incapaces de moverse, teniendo como monumento que se alza a la silueta concentrada de un hombre que no dejaba de ver el dibujo sobre sus piernas, Lee DongHae notó que aquello también lo ponía en una constante crisis.



Se arrepentía por momentos.



En seguida, cedía a la preciosidad de la vista.



Así, cada vez que Hyukjae pedía un nuevo color, cuando sus dedos sostenían el fino palo de madera para agitarlo de lado a lado o en círculos, el universitario tenía la sensación de desfallecer en el proceso.



¿Cómo la coloración de la delicada mugunghwa se volvía una maratón para incrementarle los nervios y la tensión concentrada en sus hombros?



Dándose un respiro, Hae bajó la mirada hasta sus propias piernas. Con los colores aferrados a sus manos e inconscientemente sujetados por la fuerza que a él le faltaba para estar en ese sitio.



Las puntas de sus dedos se volvían blancas por momentos. Sobre todo, dada la intensidad de sus silenciosas meditaciones.



Mientras más profundas, más presión en el agarre.



Más impotencia. Más frustración. Más incomprensión.



Aquel día, cuando Hyo Yeon le dio la noticia que lo tomó desprevenido, cientos de cosas se atravesaron por su cabeza predominando un malestar tan terrible en el pecho que creía le haría derrumbarse al volver a la habitación de Hyuk.



No fue así.


Efecto Placebo [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora