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Pero como los buenos planes algo de trágico debían llevar consigo para volverse disfrutables, más tardó Lee DongHae en procesar las prendas que Hyuk había escogido a lo bruto con toda la intención de distraerlo que en lo que su sentido del oído volvió a sensibilizarse para continuar percibiendo el lejano murmullo de comentarios infantiles que los envolvieron muy temprano.



Contó en su mente hasta diez.



Se trabó tres veces al llegar al siete. Y por eso se irritó con más ganas.



Trató de devolverle las sonrisas al pelinegro en su intento de asegurarle que todavía seguía en sus cabales, pero ambos sabían que estaba ya lejos de eso. DongHae se encontraba en el límite. Tan cerca de arrojar cada calcetín que se le pusiera enfrente. Y más aún al escuchar las carcajadas retumbantes de los jodidos insensibles descerebrados.



Hyukjae veía claramente la tensión en los movimientos del universitario.



La zona de la frente se le marcaba por una diminuta vena que evidenciaba su estado de ánimo. Lentamente la tarde que ambos quisieron acariciar con la novedad de la situación, se volvía amarga y tan oscura que era cuestión de segundos para ver cómo terminaría de empeorar.



Hae tomó aire dos veces seguidas.



Ya había trozado una pequeña parte de la etiqueta de una prenda. De no ser porque Hyukjae se la arrebató de las manos seguramente la explosión de sus contenciones hubiera sido cobrada tomando como víctima a la chaqueta roja con cierres amarillos que por supuesto ambos encontraban de muy mal gusto.



—Sólo vámonos, ¿quieres? —pidió Hyukjae atrapando la mano endurecida del otro.



Pero aquello para el castaño sonó más bien como una deformada petición para al fin alzar la voz. Arrojó la prenda hacia los percheros en círculo que tenían al frente. Ésta cayó al suelo de golpe dada la poca delicadeza con la que fue lanzada. DongHae se soltó bruscamente del agarre del chico sobre la silla de ruedas. Se dio vuelta y plantó cara al grupo de adolescentes que los habían tomado como método de entretenimiento desde que llegaron a la tienda.



—Deben ser verdaderamente estúpidos para pensar que me quedaré en silencio si continúan —aunque intentó, Hyuk no alcanzó a sostenerle el brazo porque Hae ya bajaba dos escalones para hacer frente al más alto de ellos.



Delgado, con estatura imponente, pero con una cara de niño que lo volvía sólo presa de la ya conformada rabieta de Lee DongHae.



—¿Disculpa? Nosotros jamás... —.

Efecto Placebo [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora