Efecto Placebo [EunHae]

45.

Para bien o mal de todos, Yoon-Ah no dio oportunidad a incómodos silencios en los que tuvieran que buscar por cuenta propia la forma de empujar las huellas de tensión que los persiguieron apenas treparon al auto.

La música brillaba por su ausencia porque ni Ray se sentía capaz de al menos tener un pretexto para presionar el botón del estéreo y así ayudar a que los frustrantes silencios de cada semáforo desaparecieran por el sonido de cualquier melodía.

Dentro de todo había que celebrar la buena idea de viajar en camioneta.

Elegir uno de esos autos de mayores proporciones llevaría a ambas parejas a lidiar con los enfrentamientos de miradas y perspectivas para las que ninguno se encontraba preparado.

La rubia ensimismada en un punto fijo del exterior fue disculpada de no darle un saludo a la de cabellos oscuros siquiera por cortesía. Notó que ya estaba ella acompañándolos sólo porque su voz se hizo más constante en esos vacíos de palabras que los envolvió al salir de la mansión.

Y porque ella poco a poco se sentía más agotada de sí misma.

De los pendientes recién comprados tan innecesariamente.

Del vestido perfectamente seleccionado para la noche en turno.

De esa capa de maquillaje que aunque delicada le daba impresión de volverse más espesa en cada segundo llevándola a desear volver a casa, meterse en la bata de su pijama y no saber de nada ni de nadie.

Durante todo el trayecto DongHae apoyó su vista en la nuca bien descubierta de Hyukjae y éste, a pesar de no inmutarse durante el camino, tuvo una incesante lucha de pensamientos en los que se sentía hundirse más y más con el avanzar del kilometraje en el auto.

Avivándole los nervios.

Imaginando lo peor por cada vez que el castaño respondía con una sutil risa a las observaciones nada discretas de su acompañante.

Sí, todos sabían que Hae albergaba un atractivo inaudito, pero, ¿acaso no debía ser ella más discreta al casi restregarle en la cara que podría observarlo toda la noche sin necesidad de filtros o pretextos?

Yoon-Ah poseía una voz demasiado agradable. Una cadencia inaudita para apoderarse del ambiente con sólo dos palabras. Unos ojos bellos que dibujaban las sonrisas más enérgicas. Se apoderó de la adrenalina que momentáneamente se les esfumó a todos.