Llevé a Jimin a la sala de juegos, no quería que escucharan nuestra conversación, así que encendí la música, y nos sentamos en los sillones inflables.
—Es que... Jura que no te enojarás—dije antes de comenzar—
—Cuentame—indicó serio—
—Júralo Jimin—
—Bien... lo juro, ya cuentame—insistió—
—¿Te acuerdas el día que te golpeo? ¿En la cafetería? —el asintió—Bien, cuando regresé de tu casa, me di con la sorpresa de que Kang me esperaba en mi pieza...
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—¿Qué haces aquí? —pregunté—
—Necesitamos hablar—contestó serio—
—Vete, antes de que llame a mi padre y te bote a patadas ¿Entendido? —
—_____ me escucharas quieras o no ¿Entendido? —yo solo lo observé confundida, me tomó del brazo y me jaló hacia él—
—Mierda Kang apestas ¿Acaso tomaste? —pregunté mientras me separaba de él—
—Si... una cerveza, dos, tres... al caso eso no importa—rio—Solo quiero que sepas que tu eres mía—sonrio mientras me tomaba del rostro y me besaba—
—Espera, espera ¿Te besaste con Kang? —dijo anonado, yo asentí—
—Pero yo no quise, el estaba ebrio, me pido que lo perdonara y que volviera con él, pero yo solo me negué y quedamos como amigos, además estaba ebrio Jimin... no pensé que lo recordara—dije en un gesto—
—¿Sabes? ¿Hablamos mañana en el campus? La verdad es que no me siento bien...—dijo en un gesto—
—Jimin... lo juraste—respondí—
—No estoy molesto, solo que me duele ver que en cualquier momento puedas volver con el y que tan solo me dejes como un estúpido—indicó mientras salía y me dejaba allí, pensando en que estaba haciendo—
—Te odio Song Kang ¿Por qué tenías que aparecer en mi vida? —grité, mientras pataleaba como niña chiquita—
*
—Iré a dormir ¿Me acompañas Mía? —ella corrió a mi y yo la tomé en brazos, subimos a mi pieza y la acomodé en la cama—¿Y no me tienes nada que contarme? —pregunté—
—No—rio—
—Esa sonrisita la conozco, vamos cuentale a tu tía favorita—insistí—
—Pero no le digas a papá que me regañara—sonrió, yo asentí—Antes de venir Antonio me dio un beso—rio—
—¿Asi que Antonio no? —dije mientras pellizcaba una de sus mejillas—¿Sabes hasta cuando se quedaran? —ella negó—¿Quieres ver tu regalo? —
—Si, si—aplaudió entusiasmada—
—Bien... lo tengo desde que te vi en el hospital—reí, fui a mi closet y tomé la caja que se encontraba allí, me acomodé a su lado y la destapé—
—Es bonita—sonrió—
—Te la pondré—tomé la cadena y la coloqué alrededor de su cuello, ella solo me abrazó—
—Iré a mostrársela a papa—sonrió, mientras desparecía por la puerta—
—Es igual de bonita que tu...—giré mi cuello y ¿enserio? ¿No podía dejarme en paz? —
—¿Cómo entraste? —pregunté—
—¿Por qué te sorprendes, si solia meterme a tu pieza? —rió—
—Vete—dije firme—
