CAPÍTULO 2

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Aiden

Ser el presidente de una empresa importante no es nada fácil, y menos si eres alguien con poca paciencia como yo. Aiden Müller.

— Señorita Wells, ¿Cuántas veces debo decirle que tiene que imprimir tres veces el informe que le envíe para la junta?— le dije tranquilamente a mi secretaria, cosa que era malo, muy malo, al menos para ella.

—Yo...lo siento Señor Müller, ahora mismo lo corrijo.—evita mírame a los ojos— Por favor...no se vaya a enojar — susurró nerviosa

La vi salir tan deprisa de mi oficina, que no me dio tiempo a replicar y lo agradecí mentalmente.

«Últimamente estaba con un humor de los mil demonios»

Pero no era para menos, desde hace meses se tiene programada esa Junta; donde esperamos hacer negocios con unos inversionistas Japoneses.

Tal vez un buen polvo nos vendría bien y saquemos el estrés.

Esa era mi conciencia... que parecía más un diablillo en lugar de algo para ayudarme a hacer las cosas bien,

Pensaran que soy un hijo de puta y que ando metiendo mi pene donde sea, pero no. O eso intento hacer.

Fui criado por Alessandra Martinelli, mi Madre, una mujer Italiana que me ha inculcado desde muy pequeño a valorar y respetar, sobre todo a las mujeres.

Cuando eres Millonario y porque negarlo, un hombre que más de una puede llegar a desear, mujeres es lo que más tienes a tu alrededor; dispuestas a todo por estar contigo. Pero siempre me digo, «Si ellas no se respetan a sí mismas, hazlo tú» Pero la ponen difícil cuando ellas quieren que las empotres contra la pared y les faltes el respeto. Debo admitir que he caído, más veces de las que me gustaría aceptar.

Por eso trato de no aplicar la vieja confiable: Ellas saben que es sexo y nada más. No me gustaría saber que, Lía, mi hermana, pudiera aceptar ser la aventura de una noche de un imbécil. Llámenme anticuado pero no puedo aceptar eso.

Me gusta tener sexo, disfruto hacerlo y puedo asegurar que las féminas con quiénes he estado lo han disfrutado. Eso lo sé porque se vienen a…se vienen, y eso es algo que no se puede fingir que las delata. Las pocas relaciones serias que he llegado a tener a mis veintiséis, casi veintisiete,  solo una ha sido larga y han sido solo dos. Una terminó por que el dinero y los beneficios que podía obtener de mi era lo más importante para ella, y la otra por mis muchos defectos.

«Se me dificulta mantener una relación»



Emily

—¿Se encuentran bien?—preguntaron, logrando que de un respingo en mi sitio al escuchar a alguien hablarnos de cerca y tan repentinamente.

Nadie lo hacía.

— Hola linda, ¿Están bien?— volvieron a decir y era la voz de una mujer...creo que mayor.

—Estamos bi...— no terminé de hablar porque Matt me interrumpió.

—Tengo mucho frío, Mily...— dijo él temblando entre mis brazos. Se me hizo un nudo en la garganta y sentí mis ojos arder, ya no sabía qué hacer, hasta se me olvido que había alguien con nosotros.

Estábamos perdidos.

—¿Qué tiene?—insistió, y yo dudé en responder unos segundos. Era una desconocida.

—Tiene... tiene fiebre y le duele su cuerpecito— dije aferrando a Matt a mí.

—¿Cómo se llaman? ¿Hace cuánto están las calles? ¿Se perdieron?— me quedé aturdida por un momento con sus preguntas—¿Quieren que llame a alguien?—no respondí

—Puedo llevarlos a la estación de policías y buscar a sus padres, de seguro están preocupados.

Inhale y exhale profundamente.

—¡No! ¡No haga eso, por favor! —suelto de inmediato— Yo...disculpe pero no la conocemos.—hablo pausado.

—Soy Mary, no quiero hacerles daño, al contrario, quiero ayudarlos— quedó en silencio unos segundos y continuó— los he observado al pasar en la mañana y no he podido evitar hacerlo nuevamente ahora, ya es muy tarde y es peligroso que estén en este lugar solos.

Cualquier ayuda en estos momentos es bienvenida y mucho más ahora con la situación de Matt.

No quiero que le pase algo malo, ya fue suficiente.

—¿Me promete que no quiere hacernos daño?— susurré la pregunta—Y que no llamara a la policía.

—Lo prometo— dijo rápidamente

— Me llamo Emily y él es Matt, ya perdí la cuenta de los días que llevamos aquí y no nos hemos perdido.

El silencio reinó unos instantes hasta que ella lo rompió.

— Los puedo ayudar, pueden venir a mi casa—propuso y abrí mis ojos al máximo por sus palabras.

Debe ser una broma.

—¿Qué?— respondí, sorprendida e incrédula.

—Que pueden venir conmigo—repitió— si se quedan aquí el pequeño puede empeorar, tu tampoco estás bien, como te dije, prometo no hacerles daño y no llamaré a la policía.

Y tenía razón respecto a Matt. Un punto a su favor.

—Acepto...—digo temerosa—Muchas gracias— dije con la voz entrecortada.

Me levanté de donde estaba sentaba con Matt entre mis brazos y me guio hacia su auto.



El viaje duró unos cuarenta minutos, minutos en donde ella me preguntó muchas cosas sobre nosotros, lo que era normal si no sabes nada de esas personas que llevas a tu casa, pero hubo ciertas que no quise responder e hice silencio.

Una vez fuera del auto, Matt se agarró fuertemente de mi mano. Él se había despertado en el trayecto a la casa de la señora.

Subimos unos cuantos escalones hasta llegar a la puerta.

—Bienvenidos a mi casa, siéntase cómodos de estar aquí— nos dijo al ingresar

Sonreí a modo de respuesta, sentía que un simple gracias no bastaba.

—Vamos al baño para que puedan asearse— me agarró del brazo y subimos otras escaleras con su ayuda.

Me dejó indicado donde se encontraban las cosas y se retiró diciendo que me traería ropa de su hija.

Una hija.

Ayudé a bañarse en lo que podía al pequeño Matt, cuando terminó salió del baño con la señora Mary para buscarle ropa, no sin antes dejar la que era para mí.

Tardé bastante dentro de la ducha por obvias razones.

Cuando estuve lista, tomé mi bastón y me dirigí a bajar las escaleras tocando la pared del pasillo hacia allá. Vivir toda tu vida en la oscuridad te deja la experiencia. Mary se me acercó y me llevo al comedor donde podía escuchar a Matt comer lo que le había dado nuestro Ángel. Luego le seguí yo y debo decirles que estaba delicioso.

«Muy delicioso»

Minutos después se escuchó una puerta ser abierta y unos pasos que se dirigían con velocidad hacia nosotros.

—¡Buenas noches Mamá! vengo con una ham...— era la voz de una chica, que paró de hablar de seguro al ver intrusos desconocidos en su casa— supongo— Hola— saludó.

Traigo su ropa puesta, nunca tuve tanta vergüenza de usar la ropa de alguien más hasta ahora.

—Buenas noches cariño, ven a sentarte a comer— respondió alegre Mary— Te presento a Matt y Emily— nos presentó

—Hola— contestamos al unísono, Matt y yo.

—Mucho gusto chicos, yo me llamo Sofía, pero pueden decirme Sofí—

Solo sonreí y asentí con la cabeza.

Se nota que es una persona alegre o extrovertida y esperaba llevarme bien con ella durante el tiempo que este aquí.

Mientras terminaba de comer, Mary le contó quiénes éramos nosotros y cómo nos encontró.

— ¡Dios mío!— exclamó ella— ¿No les sucedió nada en la calle?—

—No, las personas no le ponen tanta atención a los que viven en las calles—respondí— Sólo tu mama, además, no teníamos nada de valor que puedan robar.— concluí

A medida que pasaban los minutos solo quedamos Sofía y yo, ya que Matt tenía que descansar y Mary lo llevó a dónde íbamos a dormir.

Sofía me dijo que tenía veintitrés años y que trabajaba en la Floristería de la cual ella y su Mamá eran dueñas. Platicamos de muchas cosas más, pero esas fueron las que se me quedaron, era una lora.

Sonreí por ese pensamiento.

—Me encantan las flores, bueno, es obvio, trabajo con ellas—soltó una risita— tenemos un gran invernadero en el patio, mañana las podríamos ver— se tensó y dijo una maldición que no logré escuchar muy bien.

—Lo siento mucho... no quería decir eso— habló tan rápido que casi ni le entendí lo que me dijo.

—No te preocupes y claro que quiero ir al invernadero, me encantaría.— dije entusiasmada.

Al parecer se alivió con mi respuesta porque soltó un gran suspiro y volvió a ser la lora que parecía ser. Me agrada.

Que no pueda ver no significa que quiera privarme de hacer muchas cosas.

Minutos después me ayudó a llegar a donde dormiría con Matt.

—Buenas noches, Emily.

—Dime Mily, por favor... buenas noches para ti también, Sofí— le dije desde la cama.

—De acuerdo, Mily—corrigió. La escuché soltar una risita y se fue a su habitación.

«Que agradable chica»

Acostada en la cama no pude evitar que una sonrisa se formara en mis labios, busqué a Matt con mi mano y toqué su frente. Ya no tenía fiebre, todo gracias a Mary; quien le dió medicina después de comer.

—Todo estará bien pequeño, estará bien— le susurré y cerré mis ojos para luego caer en los brazos de Morfeo.


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Mr. Müller ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora