EXTRA: NATE

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Nate

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Nate

Con desgano me dejo caer sobre el asiento de avión en primera clase.

«No podía ser menos»

Voy de regreso a Inglaterra después de unas largas reuniones con los Suizos.

— Señor, champagne.— me saca de mis pensamientos la linda azafata quien me ofrece la copa.

Lamo mis labios y escaneo su cuerpo con la mirada. Está que se cae de buena la pelirroja.

— Gracias, guapa.— rozo su mano al tomar la copa— Muy amable, ¿Cómo te llamas?

Se queda inclinada y me deja ver sus voluminosos pechos, seguramente desabotonó su blusa antes de venir a mi.

Predecible.

— Amanda. — apoya su mano en mi hombro y me acaricia.

— Pues Amanda, lindo nombre por cierto.— me bebo de golpe el contenido de mi copa— No es necesario que muestres de más para llamar la atención de alguien, eres muy guapa y has de tener muchas más cualidades o atributos que sólo tu cuerpo.

Sus ojos parecen querer salirse de sus órbitas y deja de tocarme el hombro.

¿Se ofendió?

— ¿Qué...— balbucea con la cara del mismo color de su cabello.

— Eso es todo, muchas gracias.— invito a que me deje solo.

Por el rabillo del ojo puedo ver que aún sigue de pie a un lado de mi asiento. Enfoco toda mi mirada en la ventana y me dedico a mirar las nubes.

En otra ocasión me la hubiese follado en el baño del avión. «una fantasía para muchos» pero yo ya perdí la cuenta de las veces que lo he hecho. Después de unos segundos escucho sus pasos alejarse y cierro mis ojos.

Ella.

Enojado abro mis ojos para evitar pensar en ella.

Pero es imposible. La evasiva y hermosa secretaria de mi mejor amigo invade mis pensamientos.

Kate Wells.

Aún no me cabe en la cabeza porqué me atrae tanto, lo que me jode más es que ni siquiera me hace caso, y se toma el atrevimiento de rondar en mis pensamientos.

Qué dilema.

Ella es muy guapa, en un inicio pensé que era una chica común y corriente, me sacó varias sonrisas sin conocerla. Era muy gracioso escuchar a Aiden quejándose de que no hacía las cosas bien. Al pasar los días salió a la luz de que ella era madre soltera y él sacó paciencia de donde no tiene para no despedirla.

Podrá ser todo lo imbécil que quieran pero en el fondo es un algodón de azúcar.

Cuando llegué a trabajar a la empresa de Arnold, ahora manejada por su hijo; me sorprendió ver a una hermosa mujer cabello negro y ojos verdes, con voluptuosas curvas en la oficina de mi mejor amigo. Intenté acercarme a ella y conseguir pasar una aventura rápida, pero para mi sorpresa ella me mandó al diablo.

Mr. Müller ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora