CAPÍTULO 26

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Aiden

Aprieto la mandíbula y le doy un puñetazo al asiento delantero.

«Esto tiene que ser una maldita broma»

Todos los autos de mi familia están blindados y tienen vidrios polarizados por privacidad y seguridad, pero estar rodeados de estas ratas reporteras diciendo solo basura, me hace querer ahorcarlos con mis propias manos, uno a uno.

Me quito el cinturón de seguridad de un tirón.

Emily está en su asiento; asustada, pálida, su pecho sube y baja al ritmo de su respiración acelerada.

La veo cerrar sus ojos y su cuerpo perder fuerza en el asiento.

—¡Emily!—llamo—¡Maldición, arranca!—le grito al chófer y abrazo a Mily.—¡Pásales el puto auto encima si es necesario!

Los idiotas usan su cerebro al hacerse a un lado cuando se dan cuenta que no nos importa a quién nos llevemos por encima.

—Llévanos a la cabaña del bosque y llama a Alex.— ordeno— Que cuando llegue espero esté allí con el mejor Doctor.

«Maldición»

Paso una mano por mi cabello. Estoy frustrado, enojado, pero sobre todo, preocupado por Emily.

—Emily...—vuelvo a llamar— Brünette.—no abre sus ojos.

Acaricio sus mejilla y beso su frente.

Se ha desmayado y todo es mi maldita culpa.

{*}

Llevo a Mily en mis brazos hasta mi habitación en esta cabaña. Cuidando de que no se le vea nada, estoy consciente de que no tiene bragas «yo las rompí»

Llego y la recuesto en la cama.

Aún no despierta y me estoy volviendo loco.

Tal como lo ordené, mi jefe de seguridad estaba aquí con un doctor cuando llegué.

—Se desmayó en el auto—suelto, veo que no se mueve— ¡Pero haga algo que para eso lo mandé a llamar!—enfurezco

Tengo tantas ganas de golpear a alguien pero aún no es el momento, mi prioridad es ella, el resto puede esperar.

La revisa y voy explicándole que sucedió, desde que llegamos ya tiene un poco de color en su rostro.

—Su desvanecimiento fue provocado por las emociones y la situación bochornosa tan repentina que tuvo, y mayormente porque ella no está acostumbrada.—aleja su estetoscopio de ella— Lo que acabo de ponerle es un calmante para que pueda descansar y no le de un ataque de pánico.

Acaricio su mano, esto no tendría que haberle pasado.

—¿Puede viajar?—clavo mi mirada en él.

—Puede hacerlo, siempre y cuando no vaya a ser expuesta a una situación parecida.

—No sucederá. ¿Algo más que deba saber respecto a su salud?—pregunto

Mr. Müller ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora