CAPÍTULO 32

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♡No seas lector fantasma, por favor♡

Emily

La vida se está comportando como una perra conmigo.

No fue suficiente que Matt y Nate hayan salido lastimados; que ahora una mujer que dice ser mi madre aparece en mi no tan perfecta vida.

«Increíble»

— Señora, ya le dije que no soy su hija, me está confundiendo con alguien más. — digo con calma.

No le hayo otra explicación a esto, ella me debe estar confundiendo con otra persona.

Me niego a aceptar otra respuesta.

— No, tu eres mi hija, eres mi Emily. — dice segura.

Todo mi cuerpo se tensa cuando me llama por mi nombre y pone sus manos sobre mi rostro.

— ...Eres tú. — susurra.

No reacciono por unos eternos segundos mientras proceso sus palabras.

— No puede ser.— de un tirón quito sus manos de mi rostro y a tientas me acerco a la cama donde descansa Matt.

— Lo siento...lo siento.— repite—Perdóname, hija.— escucho como camina hasta mí.

— No soy nada suyo.— logro decir a pesar de todas las emociones que siento en estos momentos.

Una mezcla extraña de sentimientos que no me gustan.

— ¡Eres mi hija, perdóname...yo no quería hacerlo!

Me quedo en silencio negándome a creer esto.

—¿Mily?— la voz adormilada de Matt se escucha —¿Qué sucede?

— Nada, tu descansa, ¿sí? — una de sus manos toma la mía.

Se remueve y su cuerpo se pega más a mí.

— Esa señora se acercó a nosotros en el estacionamiento.— dice él, no haciendo lo que le pedí.

Frunzo mis cejas por lo que me cuenta.

— ¿Qué me estás diciendo? — mi voz sale trémula.

Como puedo me acerco más a su cuerpo y paso una mano por sus hombros, con todo el cuidado del mundo para no lastimar su pierna.

— Me quería llevar con ella pero Nate no lo permitió.— dice todo en un susurro.

¿Y por qué yo no sabía nada de esto?

— ¿Por qué no me dijiste nada? — le pregunto e ignoro esta mujer que repite lo mismo sin cesar: « Eres mi hija»

— No lo recordaba.

Inhalo y exhalo lentamente.

— ¡Tienes que venir conmigo, eres mi hija, mi pequeña Emily!— me agarro con fuerzas de la cama cuando siento que tira de mi pie con fuerza.

— ¿Qué está haciendo? — digo ya alterada.

Unos pequeños brazos me rodean y me aprietan con fuerza a su pequeño cuerpo.

— S-soy tu madre. — me responde sin dejar de tirar de mi pie.

Debo estar teniendo una pesadilla de mal gusto, sí, eso debe ser.

— ¡No es cierto! ¡Váyase de aquí! — le digo en un grito para que me deje en paz y entienda que yo no soy nada suyo.

Puedo sentir que cada vez me falta más la respiración, no me estoy sintiendo nada bien. Tengo un nudo en la garganta y los ojos me arden.

Mr. Müller ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora