Preparando el viaje

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—¿Estás hablando enserio? —preguntó Ron, visiblemente contento cuando Harry terminó de hablar, relatándoles lo que le había dicho su tía acerca de sus intenciones de llevarlos a él, a Ginny y a Hermione de vacaciones a España.

—Desde luego que sí, Ron, ¿no es genial? —respondió Harry.

—Nunca he ido a España pero siempre he querido ir —comentó Hermione.

—Al llegar a Londres, tía Lindsey hablará con la señora Weasley, y también con tus padres, Hermione... ¿Creen que los dejarán ir?

—Desde luego que sí, no creo que se opongan... ¡Cielos! No puedo creer que vaya a ir a España —respondió Ron.


Lindsey observaba el paisaje a través de una de las ventanas del pasillo con melancolía y con un nudo en la garganta. Pensaba en Severus, en lo mucho que le aterraba que tuviera que departir con mortífagos peligrosos de vez en cuando, y que se ganara su odio. También pensaba en Sirius y en lo mucho que le dolía su muerte. Aunque no lo amaba como a él le hubiese gustado, lo quería como a un buen amigo. No merecía ese final, él tendría que haber limpiado su nombre y convivir con Harry en completa libertad.  

—Ya basta —se dijo a sí misma mientras secaba sus lágrimas—, es hora de seguir mi propio consejo y dejarte ir en paz. 


Al fin, el tren se detuvo frente a la estación, todos comenzaron a bajar llenos de expectativas y, en el caso de Draco Malfoy, con rencor. A Lindsey le asustó la mirada llena de odio que él le dedicó a Harry, pero el muchacho le restó importancia. 

Recostada de un pilar, los esperaba la señora Weasley, con una sonrisa, contenta de verlos. Luego de los saludos y abrazos correspondientes, todos cruzaron el umbral que los condujo hacia el lado muggle de la estación. Allí estaban los señores Granger que abrieron los brazos para recibir a Hermione. 

—Ellos son mis padres: Wendel y Mónica Granger. 

—Es un placer conocerlos, soy Lindsey Cooper, la tía de Harry —se presentó la medimaga—. Quería hablar con ustedes y también contigo, Molly.

—¿Sobre lo que ocurrió en el Ministerio? —preguntó la señora Weasley.

—Casi me muero cuando Hermione nos contó en esa carta lo que sucedió —dijo la señora Granger.

—No, no es nada de eso —aclaró Lindsey—, se trata de un viaje que quiero realizar. Me gustaría regresar a España durante estas vacaciones, y llevar a Harry conmigo, ambos necesitamos un retiro.

—Estoy de acuerdo —asintió la señora Weasley, mientras todos se ponían en marcha—, aunque extrañaremos a Harry en casa este verano, me hace muy feliz que esté a tu lado y que por fin tenga unas buenas vacaciones junto a su familia.

—Me alegra que sea así —contestó Lindsey—, pero quería hablar contigo y con los Granger porque me gustaría que Hermione, Ron y Ginny nos acompañaran en ese viaje. Sería mucho más divertido para Harry, y pues, ellos también merecen un cambio de aires.

—¿Qué?... ¿En serio? —preguntó Ginny sorprendidísima. 

—Sí, cariño, me gustaría que nos acompañaran —respondió Lindsey, acariciándole el cabello. 

Los Granger estuvieron de acuerdo y concedieron el permiso enseguida, aunque con la salvedad de que primero Hermione debería pasar el primer mes junto a ellos. 

—Sería un honor, pero... es que Arthur y yo no...

—¡Oh no! Ninguno de ustedes debe preocuparse por nada, soy yo la que está invitando a los niños, quiero que conozcan mi otro país, mi cultura, mis amigos y mi casa. De todos modos tienes que consultarlo con Arthur, pero me encantaría que Ginny y Ron nos acompañaran. 

Lindsey Cooper IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora