Ópalos peligrosos

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Lindsey, Charity, Hagrid y Severus corrieron hasta la enfermería, estaban nerviosos ya que desconocían la situación, a pesar de los datos suministrados por Hagrid. Al llegar allá, vieron que la señora Pomfrey apuntaba con la varita a Katie, emitiendo un haz de luz blanca. La chica estaba en la cama, gritando mientras se retorcía, parecía una posesa y a leguas se notaba que estaba sufriendo mucho.

—Lo intenté de verdad pero la maldición es muy fuerte, está acabando con ella. 

—Déjame ver... por favor necesito que la sujeten, para evitar que se lastime —dijo Lindsey mientras se preparaba.


Hagrid, Severus, la señora Pomfrey y Charity sujetaron a la chica mientras McGonagall la miraba con preocupación. Lindsey se dirigió hacia Katie y le acarició el rostro.

—¡Tranquila, pequeña, no estás sola! 

Elevó la varita y recitó un hechizo mientras dibujaba un circulo con la varita, tres veces en sentido de las agujas del reloj. De la punta de la varita salió un rayo de luz dorado que impactó sobre la muchacha. Ella dejó de forcejear y gritar, pero quedó inconsciente.

 —¿Se detuvo? ¿Se detuvo la maldición? —preguntó Charity.

—Logré contenerla pero debe haber mucho daño en ella, necesito evaluarla —respondió Lindsey.

La medimaga levantó los párpados de la chica para examinar sus pupilas y también la palma de las manos. En la derecha encontró una herida, parecida a una quemadura.

—Es una maldición asesina extremadamente fuerte —dijo examinándola—, Pude contenerla pero hay algunos daños en ella que podrían ser revertidos, sin embargo al igual que Poppy no puedo hacer nada más porque no soy especialista en maldiciones. Sugiero trasladarla a San Mungo.

—Me parece prudente —secundó Pomfrey—, yo me encargaré de eso. ¿Me ayudas, Hagrid?

Hagrid tomó a Katie nuevamente en brazos y, junto con ella desapareció entre las llamas esmeralda de la chimenea que McGonagall acababa de encender para tal fin.

—¡Cielos, qué fuerte! —dijo Charity rascándose la cabeza—. ¿Cómo pudo suceder algo así? 

—Hagrid mencionó un collar —intervino Severus. 

—Sí, pero no sé quien lo tiene, olvide preguntarle a Hagrid —respondió McGonagall como saliendo de un trance.

Severus se encogió de hombros

—¿Por qué no le preguntamos a Potter y a sus amigos? —insistió Severus—, probablemente tengan una muy buena explicación al respecto.

Lindsey le lanzó una mirada de reproche. 

—¿Qué ocurre? —preguntó Snape, haciéndose el desentendido.

—¿Por qué lo dices en ese tono? 

—No estoy usando alguno en particular —se defendió el pocionista.

—De todos modos creo que Severus tiene razón, Lindsey, Hagrid dice que ellos lo presenciaron todo así que supongo que tendrán algo que decir —intervino McGonagall—, están en mi aula. Vamos por ellos. 

—Yo... ehhh, espero que Bell se ponga bien pronto —dijo Charity—, por ahora debo ir a preparar mi siguiente clase. ¡Nos vemos luego, Lindsey!

—De acuerdo —respondió la medimaga.

Cuando llegaron al despacho de McGonagall, en efecto estaban Harry, Ron y Hermione esperando junto a Leanne (la amiga de Katie), estaban hablando entre sí pero cuando vieron a los recién llegados guardaron silencio enseguida.  

Lindsey Cooper IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora