Potter el agresor

372 48 19
                                    

Severus quiso hablar con Malfoy una vez más, pero el muchacho se negó a colaborar, solo se limitó a decirle que tenía todo bajo control y que no precisaba de niñeras. Snape perdió la paciencia y lo tomó abruptamente del hombro para acorralarlo contra la pared.

—¿Qué le pasa? —preguntó Draco intentando apartarlo, pero Snape no cedía. 

—¡Escúchame bien, mocoso! Para mí tampoco es nada agradable desempeñar el rol de tu protector, pero no me quedó más opción luego de haber realizado un juramento inquebrantable.

 —¡Yo no le pedí hacerlo! —se quejó Draco intentando apartar sin éxito la mano que lo apresaba.

—Sea como sea no dejaré que lo eches todo a perder.

—Es usted quien quiere arruinarlo todo —respondió el muchacho con los ojos anegados en lágrimas de impotencia—, no tengo opciones... ¡no las tengo! Él va a... él va a lastimarlos y...

Severus sintió un nudo en el estómago al mirarlo en ese estado, solo era un muchacho, solo un adolescente que estaba al borde del colapso por tanta presión. Él mismo conocía perfectamente esa sensación porque la estaba experimentando. 

—Déjame ayudarte —le dijo el profesor con un tono indulgente.

—Usted solo quiere congraciarse con el Señor Tenebroso y dejarme como un cobarde ante él.

—Piensa lo que quieras pero te aseguro que solo pretendo evitar que tú...

En ese momento hubo un ruido de pisadas, alguien bajaba las escaleras que conducían a las mazmorras. Malfoy aprovechó muy bien la pequeña distracción pues se zafó de Snape y corrió hacia la sala común. 

Un par de días más tarde, afortunadamente Ron se fue recuperando, aunque la señora Pomfrey y Lindsey quisieron retenerlo en la enfermería unos días más para mantenerlo en observación.

Ese día había un partido de quidditch entre Hufflepuff y Gryffindor. Lindsey quiso ir a apoyar a Harry como siempre, y la señora Pomfrey se quedó cuidando de Ron, así que no había problemas... bueno, al menos eso creían todos porque en mitad del partido, McLaggen, el guardián provisional de Gyffindor, le quitó el bate a uno de los golpeadores para mostrarle como debía hacer su trabajo.   

 —¿Qué demonios le pasa a ese chico? —preguntó Charity en las gradas junto a Lindsey.

—Ese muchacho es un completo incompetente —respondió Lindsey—, solo quiere fanfarronear. 

—Afortunadamente allá va tu sobrino para ponerlo en su sitio —dijo Charity—, es el capitán del equipo, así que supongo que tendrá que obedecerle. 

—Sí, más le vale que regrese a la portería porque... ¡Por todos los Cielos! ¡Harry! ¡HARRY! —gritó Lindsey aterrada al ver que McLaggen lo golpeaba accidentalmente en el cráneo con el bate, todo por seguir fanfarroneando cuando se acercó una bludger.

—¡Por las barbas de Merlín! —exclamó Charity con horror—. ¡Se precipita al suelo!

—No... ¡No, mi Dios! —dijo Lindsey sacando su varita para evitar el desastre, pero desde donde estaba no podía apuntarlo bien. 

—¡Mira, es la profesora McGonagall! —anunció Charity, señalando hacia la arena donde la mujer estaba parada. 

Un par de compañeros habían atrapado a Harry en plena caída afortunadamente, y ahora lo conducían a la arena.

McLaggen estaba pálido de horror y la multitud no dejaba de rugir y algunos de proferir insultos hacia el guardián interino de Gryffindor por haber herido a su capitán. El resto del equipo se congregó al rededor de Harry que terminó de bajar con suavidad hasta quedar tendido sobre la arena del campo.

Lindsey Cooper IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora