Lindsey Cooper II

De regreso a Londres

Harry no podía superar la muerte de Sirius, estaba triste, resentido y, a pesar de que Dumbledore le había explicado con gran paciencia que Snape solo había querido ayudar, activando a los miembros de la orden, él no dejaba de echarle la culpa, aduciendo que el profesor de Pociones, constantemente hacía sentir inútil a Sirius, diciéndole palabras hirientes.  

Lindsey también había intercedido por Snape ante su sobrino, pero el dolor que sentía el muchacho no le permití ver más allá. Él era su figura paterna, su mejor amigo, la conexión con su padre, y muy en el fondo guardaba la esperanza de que él y su tía se fijaran el uno en el otro, aunque esto jamás se lo hubiese confesado a nadie, pero de verdad deseaba verlos juntos, no podía soportar ver a su amada tía en brazos del Murciélago de las Mazmorras, por más que ella insistiera en hacerle creer que él la amaba. 

Otra cosa que le afectó fue descubrir que él era la clave para destruir a Voldemort, era el arma, El Elegido. Su tía Lindsey estaba junto a él cuando Dumbledore hizo la revelación y les mostró la profecía completa. Ella juró protegerlo cuando llegara el momento decisivo del enfrentamiento, pero él sabía que debía hacerlo solo. Al menos agradecía el hecho de tenerla consigo y que pudiera vivir junto a ella en lugar de bajo la protección de los Dursley, porque uno de los requerimientos del hechizo de protección que su madre le otorgó, había sido el de permanecer bajo el amparo de su propia sangre. 

Severus, por su parte no sabía como sentirse con respecto a la muerte de Sirius. Debía ser honesto, así que aceptaba que su ausencia no le generaba ningún sentimiento de pérdida o dolor, sin embargo, tampoco le hubiese deseado tal fin, su rivalidad no iba hasta el grado de querer lastimarlo de gravedad o desear su muerte, después de todo él  era el único ser en la tierra a quién Harry podía ver como un padre.

Snape comprendía el dolor del muchacho y cuando habló con Dumbledore y éste le contó lo que Harry opinaba, incluso estuvo de acuerdo en su opinión, tal vez sí, de alguna manera había orillado a Black a su propia muerte, llevándolo hasta el límite de lo soportable al herir su orgullo, pero él... él también había logrado llevarlo al límite de lo soportable con sus comentarios y su actitud con respecto a su verdadera lealtad y sobre todo con... con Lindsey, pero lo que más le molestaba era que, de cierta forma, tenía razón... él no había dejado de ser un mortífago. 

Al día siguiente, luego de lo sucedido en el Ministerio de Magia, había sido convocado nuevamente por el Señor Tenebroso, en esta ocasión quería, entre otras cosas, anunciar que pretendía que Draco Malfoy formara parte, oficialmente de los mortífagos. Él sabía que estaba molesto y algo estaría planeando para vengarse de la ineptitud de Lucius a través de su hijo. Asimismo les hizo saber que, ahora que su regreso era del conocimiento publico debido a su inexorable incursión al ministerio, ya no debían medirse y podrían dedicarse a dar a conocer su presencia. 

El Señor Tenebroso estaba consciente de que, en el futuro se desataría una guerra mágica y que El Elegido, es decir, Harry Potter, tenía la posibilidad de destruirlo, por lo tanto, debía tomar las provisiones necesarias y buscar a tantos aliados como les fuera posible. Por esta razón, envió a un par de mortífagos a las montañas en busca de los gigantes, a otros los envió a buscar vampiros, y a Grayback le pidió ir a buscar a los hombres lobo resentidos con los magos que quisieran unirse a la causa. 

—¿Y yo, señor? ¿Qué debo hacer? —preguntó Bellatrix con voz sumisa.

—Tú... tú demostraste ser una buena para nada al igual que Lucius.

—Pero, amo... usted lo vio... el viejo Dumbledore llegó allí. 

—¡No pudieron contener a un grupo insignificante de adolescentes! —respondió el mago tenebroso con tono de reproche.