La decepción de Tonks

348 41 9
                                    

Esos días habían sido muy intensos, pero sobre todo para Snape, que no dejaba de pensar en Lindsey, preguntándose si estaría bien luego de la resolución de la nueva administración del Ministerio de Magia de perseguir abiertamente a los hijos de Muggles, con la excusa barata de investigar el origen de su magia. Él la conocía bien, sabía que la medimaga era un poco más sensata que su hermana gemela, pero aún así era impulsiva y no dudaría en ponerse en peligro si con ello salvaba la vida de Harry, por otra parte le aliviaba que no hubiese huido con su sobrino, porque esa hubiese sido una sentencia de muerte certera para ella... ¿dónde estaría ahora? Ya no estaba en casa de los Weasley, lo sabía porque los mostífagos que vigilaban la casa afirmaban que la familia había huido.  

Por otra parte también le aterraba el hecho de que Potter hubiese sido nombrado prácticamente enemigo publico número uno por el Ministerio, ya que supuestamente solo querían interrogarlo a propósito de la muerte de Dumbledore, pero todo el mundo sabía lo que ocurriría si le ponían una mano encima al muchacho, esta resolución facilitaba las cosas para el Señor Tenebroso, cuyos perros sabuesos a quienes solían llamar "carroñeros" buscaban hijos de muggles y a Potter por todo el país... si tan solo pudiera hacer algo para evitarlo, pero El Señor Tenebroso había planeado todo muy bien, ahora era él quien gobernaba desde las sombras tras el golpe de estado.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas por el ya habitual escozor de su antebrazo. Él suspiró poniendo los ojos en blanco, pero totalmente resignado no le quedó más remedio que desvanecerse para volver a aparecer en la mansión de los Malfoy.

Allí lo esperaban como siempre El Señor Tenebroso y algunos miembros de la cofradía mortífaga.

—Ven... ¡Ven aquí, Severus! Siéntate a mi lado —dijo el mago oscuro señalando una silla a su derecha, mientras Bellatrix lo miraba con envidia—, aun faltan algunos.

—Gracias, mi Señor —respondió Severus fingiendo el mismo estoicismo de siempre. 

—¿Y cómo te va con tu regalo? ¿Siempre te sirvió? —preguntó con voz irónica Voldemort con una sonrisa incipiente mientras algunos de los presentes reían.

La respuesta del aludido fue un escueto asentimiento. 

—¡Oh vaya! ¡Acaban de llegar los hermanos Carrow! —comentó Voldemort—, ustedes también son invitados de honor y parte importante del anuncio que estoy a punto de hacer. 

—Nos tiene en ascuas, señor —dijo Bellatrix con timidez—, ¿se trata de Potter? Lo buscaré por mar y tierra e incluso fuera del país si así lo desea. 

—Si conozco a Potter lo suficiente estoy seguro de que no será necesario salir de las fronteras, Bellatrix, sin embargo, no es de eso de lo que voy a hablar. Yaxley, eres el último, toma asiento.

Todos guardaron silencio mientras Nagini se enroscaba junto a su amo.

—En el ministerio todo ha ido exactamente como usted lo planeó, mi señor —comentó Yaxley con voz sumisa.

—Eso no me preocupa, lo que quiero es hacer algunos cambios en la administración y las reglas de Hogwarts —respondió Voldemort, y Severus notó cierto placer en el tono de su voz, como si esas decisiones que estaba a punto de anunciar fuesen parte de su venganza contra Dumbledore, y en efecto así era. 

—Hogwarts... se ha quedado sin director, como todos saben, ¿no es así? —inquirió mirando directamente a Snape.

Los demás mortífagos soltaron una risotada.

—Y también resulta evidente que necesitamos más profesores, unos de verdad, que sepan imponer disciplina y buenas ideas a los hijos de los magos, no como lo que hacía tu nuevo juguetito, Severus.

Lindsey Cooper IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora