La desdicha de Charity

365 43 25
                                    

Nota de autora: Amigos gracias por la espera, sé que lamentan que ya no pueda actualizar tan seguido y yo también lo lamento, pero el día de hoy les traigo un capítulo impactante que además es un poco largo, espero que lo disfruten a pesar del título y de que ya deben intuir de qué se trata.


Gracias por su comprensión. 



Luego de unos días, afortunadamente los Dursley aceptaron la oferta de Lindsey, y terminaron marchándose a España, por lo tanto estarían seguros, ahora la única preocupación de la medimaga pelirroja era su sobrino Harry, y desde luego, Severus. 

Miraba a través de la ventana mientras recordaba sus caricias, sus besos, sus abrazos, su voz... ¿dónde estaba? No le preocupaba demasiado su integridad porque sabía que con el simple hecho de haber matado a Dumbledore se había ganado la confianza de Voldemort y sus demás adeptos, y por lo tanto estaría libre de sospechas acerca de su verdadera lealtad, pero sea donde sea que estuviese, debía estar sintiéndose solo. 

Aunque pensándolo bien había otra persona que también le preocupaba, y esa era Charity, ambas habían quedado en ir de compras esa mañana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aunque pensándolo bien había otra persona que también le preocupaba, y esa era Charity, ambas habían quedado en ir de compras esa mañana. Charity quería que ella le ayudara a escoger un buen regalo para Gerald, pues la profesora de Estudios Muggles pensaba viajar a Francia a visitarlo en un par de semanas, pero ella simplemente no llegó a su cita, algo muy raro porque ella no solía faltar a sus citas y si lo hacía enviaba una lechuza explicando porqué... ¿tal vez habría tenido algo más qué hacer a última hora? 

La mujer giró el rostro hacia su izquierda cuando escuchó el reloj cucú que la sacó de sus cavilaciones. 

—¡Cielos! —exclamó mientras se secaba las lágrimas que habían rodado por sus mejillas—. ¡Es hora. ¡Harry, voy a donde ya sabes! ¡No tardaré, cariño! —gritó luego desde el pie de las escaleras.

—¡Está bien tía! —gritó Harry de vuelta mientras miraba el televisor con tedio desde su cama. 

Amaba la casa de su tía, amaba su compañía pero no podía negar que se sentía encerrado, extrañaba a sus amigos y por otra parte no podía dejar de pensar en los horrocruxes... necesitaba buscarlos, necesitaba encontrarlos pero cada vez que miraba a tía Lindsey a los ojos, no podía evitar pensar en el sufrimiento que le causaría con su partida, ya bastante había tenido que soportar la pobre con la traición del... maldito murciélago de las mazmorras.

La medimaga intentó usar red flu pero le fue imposible.

—¿Qué rayos? —preguntó al ver que después de arrojar los polvos sobre las llamas, éstas seguían siendo naranja en lugar de verde—. ¡Harry! —gritó de nuevo—. ¿Cielo, no  sabes qué le ocurre a la chimenea? No funciona, es decir, no para la red flu.

—No tengo idea —respondió el muchacho mirándola desde lo alto de la escalera mientras se rascaba la cabeza, alborotándose todavía más el cabello.

Lindsey Cooper IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora