Una desagradable sorpresa

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La señora Weasley y tía Lindsey regresaron de Diagon cargadas con muchas cosas: libros, ingredientes para pociones, túnicas y hasta una escoba que la señora Weasley compró para Ron por haber obtenido el puesto de prefecto.

Lindsey decidió regalarle al pelirrojo una caja que contenía todo un equipo de matenimiento para escobas, y a Hermione le obsequió un libro titulado Más de cien encantamientos muy útiles para usar en la cotidianidad. Ambos jóvenes estaban encantados con sus obsequios.


—Muchas gracias, Lindsey, pero no debiste molestarte —dijo Hermione. 

—Para nada es una molestia, linda. Me alegra que te haya gustado.


Al día siguiente, luego de mucho revuelo, en la casa estaban listos para partir. Harry estaba un poco incómodo porque una guardia debía acompañarlos hasta la estación de King Cross por su causa. Tuvieron que ir andando y se llevaron alrededor de veinte minutos.

Lindsey y la señora Weasley quedaron atónitas al darse cuenta de que Sirius también los acompañaba, aunque con su forma canina. 

—No puedo creerlo —dijo la medimaga.

En respuesta, él se dejó caer sobre su espalda mientras mostraba la barriguita, posteriormente se levantó de golpe y se puso a perseguirse la cola. (Sabía que ella se derretiría ante el gesto pues adoraba los perros y en efecto, ella no pudo resistirse)

—Eres un manipulador —dijo riendo más tarde. 


Al llegar a la estación, Lindsey se despidió de los demás, se agachó para acariciar a Sirius mientras éste le lamía las manos moviendo la cola y posteriormente abordó el tren con los chicos, aunque una vez adentro buscó un compartimento aparte para darles espacio, cerró los ojos y se dispuso a relajarse durante el viaje.

Sin lugar a dudas estaba feliz y tenía muchos motivos para estarlo: Harry había sido absuelto de los absurdos cargos que se le habían imputado, había logrado obtener su custodia y finalmente estaba el hecho de que Severus la esperaba en Hogwarts, lo extrañaba y aunque lo había visto muchas veces durante las vacaciones, no era igual a tenerlo consigo siempre.

Una vez que el tren se detuvo en la estación de Hogsmeade y todos bajaron de los carruajes, Harry quedó muy impresionado por los Thestrals. Lindsey, que iba en otro coche, también los vio y suspiró de tristeza con la visión, a sabiendas de que la razón por la cual podía hacerlo era porque, debido a su profesión de medimaga, había visto morir a muchas personas, aunque las más dolorosas desde luego habían sido las muertes de sus padres.  De todos modos trató de no pensar en el asunto y se concentró en el camino, disfrutando del fresco aire nocturno pues era la primera vez que viajaba al castillo de aquella forma, debido a que tuvo que irse en el tren con los estudiantes al formar parte de la comitiva de custodia de su sobrino. 

Al llegar al castillo, el señor Filch la saludó con amabilidad y tomó su equipaje para ponerlo en el lugar donde lo recogerían los elfos más tarde. Allí mismo en el vestíbulo se encontró con Severus que al verla esbozó una de sus atípicas sonrisas, complacido con su presencia. 

—¡Cariño! —exclamó Lindsey abrazándolo con fuerza—, se que nos vimos hace poco pero te extrañé tanto. 

—A mí me pasa lo mismo —respondió él. 

Lindsey le acarició el rostro y se acercó más para darle un escueto beso en los labios. 

En ese momento una bruja rechoncha con cara de sapo y un horroroso moño en la cabeza pasó junto a ellos y los miró con una sonrisa que pretendía ser amable pero terminó siendo sardónica y posteriomente siguió su camino. Lindsey la miró con curiosidad. 

Lindsey Cooper IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora