33. Gray

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Estaba casi corriendo detrás de Mai entre algunas personas que pasaban por la acera. Mai me dijo que íbamos a desayunar todos. Con todos supongo que son los amigos de Dominic, Domma, ella y yo. Ahora entiendo porque Dominic me dijo que no tomara una clase a las diez. Quería que también viniera a desayunar con su grupo de amigos. Con lo que no contaba era de que el lugar a donde iban a desayunar ellos estaba como a cinco cuadras de la facultad.

Me falta un pulmón. El ejercicio es una mierda. No tengo condición. En cuanto llegamos al local, me apoyé en la puerta recuperando la respiración. Yo me veía como si hubiera corrido casi diez kilómetros y Mai parecía que solamente hubiera dado un pequeño paseo por la playa.

—¿Co-cómo no es-estás muri-muriéndote? —pregunté con mi último aliento. Tenía la garganta seca.

—Con el tiempo te acostumbras. Créeme que yo estaba igual que tú cuando llegué aquí. Vamos a buscar una mesa —sonrió alegremente acercándose a mí.

Me tomó por la muñeca obligándome a caminar más. Ella parecía conocer demasiado bien aquí ya que saludaba a todos los trabajadores como si los conociera de años. Ella habló un poco con una chica rubia que era mesera, ella nos llevó a una mesa que estaba en segunda planta del lugar. Era lindo este lugar. Tenía plantas en casi todos los lugares posibles su diseño de todo el lugar era rústico, como si estuvieras en el interior de una cabaña a la mitad del bosque. El olor característico del café estaba por todo el lugar y de fondo se podía escuchar música relajante. Esta cafetería es lo máximo. Me recuerda a la casa de mis abuelos. Su casa siempre olía a café y a galletas recién hechas.

Cómo extraño a esos viejitos testarudos. Se nota que soy su nieta. Siempre me decía eso mis padres. Eran tercos a más no poder. Dónde quiera que estén mis viejitos, los amo. Hoy. Mañana y siempre.

—Gray —volví a la realidad gracias a la voz de Mai—. ¿Te encuentras bien? —preguntó con suavidad.

Fruncí el ceño y la miré. Mai al igual que la mesera rubia me estaba viendo con preocupación.

—Sí —afirmé un poco confundida por sus expresiones—. ¿Por qué la duda?

—Estabas llorando —contestó la rubia.

Llevé mis manos a mis mejillas y efectivamente estaban humedad por lágrimas. Originalmente no soy tan sensible pero el tema de mis abuelos me pone triste.

—¿Me podrías decir dónde está el baño? —le pregunté a la rubia.

Ella asintió y me dijo hacia dónde dirigirme. Al llegar a baño que tenía la misma temática rústica. Sin duda este será mi lugar preferido en toda la ciudad. Me miré por el espejo de cuerpo completo que estaba al final del pasillo de los cubículos, gracias a todos los santos que mi maquillaje no se corrió. Estaba viendo mi ropa cuando recordé:

Estaba en mi cuarto enfrente del espejo de cuerpo completo, mi aspecto era horrible, tenía unas terribles ojeras debajo de mis ojos. Me veía muy delgada, lo sabía porque el uniforme que me quedaba justo a mi talla me quedaba holgado. La Emma de mi recuerdo vio detrás de ella por el espejo. Ahí yacían todos mis posters, fotos, dibujos que me trasmitían alegría. La pequeña Emma se vio de nuevo al espejo ojeando su aspecto su semblante que estaba comprimido en tristeza se volvió uno lleno de enojo, coraje y... Despecho.

Di media vuelta y corrí hacia la pared de mi habitación que era de color lila, arranqué cada uno de los posters, fotografías, dibujos y todo lo que tenía pegado en aquella pared. Llevé mis manos hacia mi cabello, tiré de él mientras caía de rodillas y grité. Era un grito desgarrador, lleno de dolor. La pequeña Emma estaba de rodillas comenzando a llorar a todo pulmón, todo lo que había guardado durante bastante tiempo. Unos segundos después había llegado mi madre a abrazarme por la espalda atrayéndome a su pecho.

Un Simple ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora