39. Creo Que...

339 25 2
                                        

—¡Buenos y fabulosos días! —entró gritando Mai a mi habitación.

—Buenos días —hablé con una sonrisa viendo a través del espejo a Mai—. Que bien te vez, Mai —halagué viendo el hermoso vestido color rosa pastel que traía puesto.

—Gracias, gracias —hizo unas reverencias—. Tú no te quedas atrás, Gray —habló con una sonrisa cerrando la puerta de mi habitación.

—Gracias, pero hay algo que no me gusta —hablé arrugando mi nariz al verme por quinceava vez.

—Tal vez sea el peinado. Ese outfit luciría mejor si te haces una coleta —propuso acercándose a mí y haciendo una coleta con su mano. Recordé algo.

—No —negué rotundamente separándome de Mai—. No me gustan las coletas —hablé sin verle a los ojos.

—Pero te verías linda —hizo un puchero.

—No... No puedo peinarme así. Mejor me pongo algo en el cabello y listo —propuse buscando algo entre los cajones.

—¿Algo como qué? —preguntó.

—Como esto —le mostré la diadema negra que había comprado con Mai cuando fuimos de compras.

—Me agrada la idea —sonrió.

Hoy iba vestida con un top color blanco, un pantalón de tiro alto negro ajustado y mis inseparables Vans. La diadema no arregló por completo mi disgusto, pero esto está mucho mejor que hacerme una coleta y recordar cosas que no me agradan.

En cuanto estuve lista Mai y yo nos fuimos hacia afuera de la residencia. Ahí nos esperaba Carter. En cuanto salimos el sol me cegó. Odio el jodido sol. Tardé un poco en adaptarme a él, pero todo bien. Empecé a caminar detrás de Mai, pero me detuve unos segundos al escuchar un silbido.

—¡Pero qué belleza ven mis ojos! —gritó Thom sacando la cabeza de la camioneta gris oscura.

—¡Si tu fueras la muerte con gusto dejo que me lleves! —gritó Salt.

No lo vi así que lo busqué. Estaba a unos cuantos metros de distancia de Thom sentado en el cofre de un carro negro y a lado de él se encontraba Black viendo el edificio de la residencia perdido en sus pensamientos.

—¡Recuerdo que los escucho! —les gritó Dominic.

Dejé de mirar al castaño y al pelinegro para ver a Dominic que se encontraba caminando hacia a mí con una reluciente sonrisa en su rostro. En cuanto llegó conmigo me rodeó en sus brazos y depositó un beso en mi frente como suele a hacerlo.

—Buenos días, nena —susurró cerca de mi oído.

—Buenos días, Domma —hablé de igual manera.

—¡Podrían dejar de ser empalagosos y largarnos de aquí! ¡Me estoy asando! —gritó Salt a espaldas de Dominic.

—¡Mejor cállate pedazo de imbécil! —gritó devuelta Dominic.

—¡Mejor mueve tu culo para acá, estúpido! —gritó Thom.

—¡Entiendo que estén celosos, pero es mía! —gritó con una gran sonrisa mi mejor amigo.

—Quisieras —me separé de su agarre para caminar hacia Mai dejándolo solo.

—¡Ella me ama a mí, esa princesa va a ser mía! —gritó animado Thom.

—Yo me amo a mi misma. No necesito a ningún chico —contesté con obviedad parándome a lado de Mai y saludé a Carter.

—Tú quieres a un hombre. Y ese soy yo —me guiñó un ojo Salt.

Un Simple ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora