46. No Te Defiendas

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Lunes.

Nunca pensé que odiara una palabra con tanta fuerza como lo hago con esa palabra de tan solo cinco palabras. Mi fin de semana estuvo de locos, me pasaron demasiadas cosas y sin contar que el día de ayer fui enfermera de Thom y de Dominic. Amanecieron con una resaca de mil demonios. Mientras que yo andaba de enfermera de aquellos dos O'Farrell les hizo el desayuno —que acabe de recalcar que eran las dos de la tarde cuando se levantaron—, Mai y Carter se fueron a la residencia, a Bi la llevó a su casa el mudito idiota junto con Salt, Bi ni siquiera podía caminar. La tuvo que sacar cargando Black de ahí ya que Salt no la quiso cargar porqué sigue enojado con ella. Y por cierto terminó llorando Bi en el estacionamiento privado de ahí por lo mismo de Salt, al final Salt se fue con ellos dos para consolarla. Mis respetos para Salt. Nadie le aguanta a alguien llorar como un grifo de llave descompuesta. Mai también se puso muy ebria, tanto que se reía hasta cuando respiraba alguien de nosotros y sin contar el hipo incontrolable que le dio. Los únicos totalmente sobrios éramos Black, O'Farrell, Carter, Salt y yo. Me hubiera gustado ponerme como Bi, Mai, Dominic y Thom, pero tenía que cuidar a Dominic. Me di cuenta que cuando está ebrio es muy necio y solamente a mí me hacía caso, Thom se pone muy cariñoso cuando toma, no paraba de darme abrazos, besos en toda la cara y decirme que era muy bonita. Fue muy difícil traerlos al departamento, pero no fue imposible. O'Farrell cambió de ropa a Thom mientras que yo lo hice con Dominic que no paraba de reírse porque le daba cosquillas que lo desvistiera, lo vistiera y además que mis manos tocaran su piel. Salt llegó unos minutos después que nosotros, pero sin Black. No supe donde había quedado el ultimo y ni pregunté. No quería enojarme más de lo que ya estaba.

—¿En serio no dejaba de reírme? —me preguntó por segunda ocasión Mai anonadada.

—Síp. No parabas de reírte. Todo te daba gracia —contesté con una sonrisa.

Ahora Mai y yo íbamos camino hacia la residencia. Todos los chicos estaban ocupados con sus clases que no queríamos interrumpirlos, aparte no nos hizo mal desvaírnos por algo frío camino hacia allá.

—No puedo creerlo. Debiste de haberme grabado para ver lo estúpida que me vi. No vuelvo a tomar —aseguró llevando su agua de fresa con limón a sus delgados labios para darle un sorbo y refrescar su garganta.

—Eso dices ahora, Mai —me burlé tomando un poco de mi ice de mora azul—. ¿Tienes tareas por hacer? —curioseé viendo a la pelinegra que se encontraba a mi lado.

—Sí. Pocas, pero tengo. Solo esta semana y la siguiente ya serán evaluaciones. Solo de pensarlo me pongo realmente tensa —confesó suspirando con pereza—. ¿Y tú, tienes tarea?

—Sí, pero ya tengo la mayoría adelantada. Gracias por hacerme esperar en la biblioteca dos horas —reí.

—Perdón. No sabía que iba a tener conferencia hoy.

—No hay problema, de hecho, me divertí un poco haciendo las tareas, no paraban de callar a un par de chicos que se encontraba a dos mesas de distancia de la mía.

Podía jurar que la señora que estaba allí casi les avienta la computadora en sus cabezas para que guardaran silencio a aquellos dos chicos. Mai comenzó a platicarme más sobre su aburrida conferencia, uno de sus amigos casi se cae de la silla donde estaba sentado porqué se estaba durmiendo. Su risa se comenzó a apagar al igual que su sonrisa. No me gusta ver así a Mai. Hoy en la mañana le llegó una nota a su habitación enviada por esas tres chicas que no han parado de amenazarla a ella y a mí por lo que yo les hice. De hecho, cuando iba camino hacia la biblioteca me topé a esas tres y ganas no me faltaron de trapear el piso con ellas al ver como estaban intimidando a una chica que de seguro era nueva en esta facultad y no que no ha tenido la necesidad de defenderse de perras como ellas.

Un Simple ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora