43. Tú Eres La Que Decide

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Primero que nada... Tardes... Porqué de buenas no hay nada

Tal vez se preguntarán... ¿Dónde coño estoy? ¿Con quién y por qué?

Bueno, les cuento. Estoy en un jodido centro comercial con Mai desde las malditas diez de la mañana y ahora son las cinco de la tarde. Tengo un humor que ni yo sola me aguanto. Dormí solo dos malditas horas, solo he desayunado, puedo devorarme ahora mismo una jodida pizza entera yo sola y más aparte siento que cada vez que camino se me viene hasta los pecados porqué estoy en la jodida regla. Todo mal. ¡TODO MAL!

—¿Crees que me veo gorda con este? —me preguntó Mai viéndose a través del espejo de los probadores.

Respiré hondo sin paciencia. Necesito calmarme o alguien va a mandar todos a la mierda.

—Por sexta vez... —suspiré acariciando mis sienes con mis dedos—. No Mai, estás divina. No te ves mal con ese vestido —informé.

Miré a Mai desde el sillón donde estaba ahora tumbada con las piernas acomodadas en los brazos del sillón. Esta es la única posición cómoda dónde no siento que se me va el alma. Nunca me había dado cólicos hasta hoy y adivinen quien se está muriendo. Hace un par de horas estaba bien pero ahora me estoy muriendo, y más el hambre que tengo esto lo empeora. Necesito a Dominic conmigo ya.

La pelinegra estaba viéndose atentamente de pies a cabeza haciendo diferentes poses. Ya entiendo a la mayoría de hombres.

¿Cómo puede haber mujeres en la tierra que puedan estar más de cuatro horas en un centro comercial?

Yo podría estarlo, pero si no estoy en una sola tienda y si estoy bien comida, no molesto, pero tengo demasiada hambre. Me puedo comer creo que hasta un caballo entero.

Dirigí mi mirada hacia el techo de color blanco aperlado el cual tenía un candelabro gigante, más de una vez miré hacia abajo calculando a quien le caería si se llegase a soltar. Escuché como Mai suspiró en desánimo, giré mi cabeza y la miré, estaba con las manos en la cintura viéndose aún pensativa.

—Me probaré el azul marino —informó asintiendo con la cabeza y señalándose con el dedo índice decidida.

Solté un aire con cansancio y queja.

Dios yo que te hice para merecer este castigo. Prometo aprenderme todas tus oraciones, pero no me castigues así.

—¿Otra vez? —pregunté, aunque sonó más como un quejido—. Ya te lo probaste dos veces —le recordé.

Quería llorar... Y yo no lloro.

—Ya lo sé, pero quiero llevarme algo lindo para hoy —me comentó con ilusión.

Creo que no vuelvo a venir con Mai de compras. Es un dolor de huevos que no tengo. Yo solo quiero estar en mi habitación durmiendo, leyendo o viendo un maratón de lo que sea.

—¿Por qué tenía que venir yo? —pregunté cómo niña chica.

No puede ser posible que en realidad esté teniendo un puto cambio de humor en un centro comercial. Iba a llorar. Estoy a nada de hacerlo.

—Porqué Carter y los chicos están muy ocupados con lo del aniversario del club y tú ya no sales.

Era cierto. Ya no salgo. Me la he pasado haciendo tarea y viendo con Lili sobre lo que encontró el sábado pasado.

—¡Ay! —exclamé haciendo un ademán restándole importancia—. Solo ha sido una semana que no salgo —me excusé.

—Y eso es mucho, ni siquiera Domi te ha visto —informó Mai caminando hacia su probador.

Un Simple ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora