37. No Quiero Y No Puedo.

290 25 4
                                    

...Despierta...

...Ey, despierta...

Escuché una voz a lo lejos y como mi cuerpo comenzó a sentir delicados movimientos, mis ojos se empezaron abrir lentamente ante la luz de sol que si no estaba mal era la luz del sol, pero entonces recordé lo de anoche. Me senté en la cama y empecé a alejarme de la silueta borrosa que estaba enfrente de mí.

—A-aléjate —dije más en una petición que en una orden.

—Oye tra-tranquila nena. Soy Dominic —la silueta negra se señaló a sí misma.

En cuanto mis ojos se adaptaron a la luz de la habitación pude ver a Dominic. En cuanto lo vi me tranquilicé y mis ojos se empezaron a cristalizarse.

—Yo... —balbuceé.

—Lo sé, nena. Lo sé. Ven —Dominic se acercó con cuidado a mí y me envolvió en sus brazos.

—E-ellos... —mi voz se quebró al recordar lo de anoche.

—También lo sé, pero no pasó nada. Esos imbéciles no te tocaron —aseguró—. No te lograron tocar ni siquiera un cabello. Estás bien. Estás conmigo, Gray.

Mis ojos se empezaron a humedecer por las lágrimas que estaba reteniendo en ellos. ¿Qué daño estoy pagando? Se supone que me fui lejos para no tener que preocuparme tanto sobre que me pase algo y ahora resulta que ayer intentaron aprovecharse de mí mientras estaba inconsciente. Inevitablemente empecé a llorar aferrándome a la playera de Dominic. No estaba llorando completamente por lo de anoche, estaba llorando porque la vida al parecer no quiere que esté tranquila. Quiere que viva desgracia tras desgracia. Solo tuve un tiempo de paz, pero ayer se acabó con esos idiotas. Tuvieron que drogarme para tratar de obtener lo que querían, pero no pudieron hacerlo gracias a Dominic. Sin duda no lo merezco. En cuanto por fin me tranquilicé me percaté de algo.

—¿Y mi ropa? —pregunté viendo mi cuerpo que solo estaba cubierto con una camisa negra que me quedaba grande.

—Está aquí —se separó de mi para llevar una de sus manos detrás de su espalda.

Dominic pareció tomar algo y luego regresó su mano que ahora tenía mi ropa.

—Te mojé toda la playera. Perdón —me disculpé sorbiendo mi nariz al ver su playera gris clara con gotas de mis lágrimas.

—No pasa nada, Gray. Se secará. ¿Te sientes mejor? —me preguntó acariciando mi mejilla.

—Sí, mejor —murmuré asintiendo.

—Me alegra. Te dejaré cambiarte, ya sabes dónde está el baño —finalizó levantándose de la cama y caminando hacia la puerta.

—Dominic... —lo llamé haciendo que se detuviera tomando el pomo de la puerta—. Gracias por evitar que me... Eso —finalicé un poco incomoda.

—No deberías de darme las gracias, Gray —habló sonriendo con tristeza antes de salir de la habitación.

En cuanto me quedé sola pude ver por fin la habitación donde estaba. Era la misma donde me había quedado durante dos semanas y media. Seguía igual a como la dejé, pero ahora tenía un característico olor varonil, no me puedo quejar, huele bien. Me di cuenta de que la habitación ya no estaba tan desolada como cuando yo la dejé. En el escritorio de madera oscura yacía una laptop cargándose y en la silla giratoria de color negro había una chamarra de cuero colgada. Miré la cama y estaba un poco desarreglada gracias a que yo estaba en ella. Las sabanas que las cubrían seguían siendo del color de las paredes: De un gris oscuro.

Dejé de estar mirando y me dirigí al baño con mi ropa en mano. En cuanto entré me miré al espejo. Dios mío ahora si me veo del asco. Al rato arreglo esta porquería llamada cara. Me quité la playera negra que cubría todo mi cuerpo y la dejé en la tapa del baño. Por lo menos tengo ropa interior. Espero y que Dominic al cambiarme no se haya burlado de mi ropa interior sin combinar. Traía un brasier de color negro y unas bragas de color rojo con lunares negros. Bueno... está un poco combinada solo por los lunares negros, pero eso no importa. En cuanto me cambié me acerqué al lavamanos para lavarme la cara y quitarme el resto de maquillaje arruinado en mis ojos gracias a mi llorada de hace unos momentos, busqué de manera torpe una toalla que había visto hace poco. Me sequé la cara y por fin ya no me veía como una banshee. Solo tenía un poco roja mi cara gracias a la fuerza que usé para quitarme el maquillaje. Salí del baño cepillando mi cabello con los dedos y empecé a buscar mis tenis por el suelo hasta que los encontré debajo de la cama acomodados a lado de unos Adidas blancos con líneas negras mucho más grandes de tamaño que los míos. Supongo que son los tenis de alguno de los amigos de Dominic que no llegó a dormir anoche, sentada en el suelo me puse mis tenis para salir de ahí.

Un Simple ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora