Capítulo XXXIX

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Una hora después del choque, los recién casados se encontraban dentro de un bote salvavidas en compañía de sus acompañantes, Charlotte después de una fuerte discusión en la que puso uso todos los trucos posible logró que su dama de compañía fuera la primera en subir al bote.

— ¿Siempre te sales con la tuya? Me gustaría saberlo para saber lo que me espera en este matrimonio.

Algunas personas que estaban a su alrededor y que habían visto la escena de Charlotte defendiendo los derechos de sus sirvientes, rieron ante la pregunta de Frederick.

—Siempre cariño.

Ambos rieron, cómplices ante lo sucedido. A pesar de que Frederick no dijo ni una palabra, tener a un hombre con la reputación que tenía él respaldándola era primordial, la palabra de una mujer no era bien recibida casi nunca, pero la de un hombre si, y Frederick era uno de los más escuchados, si alguien se hubiera atrevido a faltarle el respeto a su esposa, seguro para el día siguiente ya no tendría trabajo.

La noche llegó y aún no se veía rastro alguno de tierra firme, hacía varias horas que habían dejado de ver a otros botes que se habían puesto a la par del de ellos.

Charlotte tenía hambre pero no decía nada por no preocupar a su marido ni estresar a las demás personas que estaba segura muchas de ellas, estaban en la misma situación. Gracias a Dios en su bote no había niños ya que la espera hubiera sido menos tolerable.

En medio de la oscuridad y en la profundidad que era el mar vieron tierra después de horas de espera, un señor de unos 50 años fue el primero en gritar que veía tierra. La esperanza hizo que varias mujeres comenzaran a llorar de alivio y los hombres remaban más rápido.

Por fin, después de navegar a la deriva un día completo, anclaron en un lugar que a primera vista se veía desierto, descendieron con cuidado los caballeros para posteriormente ayudar a las damas a bajar.

El miedo a lo desconocido, el respeto que sus patrones se merecían y la lealtad a su trabajo hizo que la dama de compañía no se separó de Charlotte en ningún momento,

—Jamás me imaginé pasar así nuestra luna de miel, prometo que te lo compensaré en cuanto estemos en casa.

Mientras Frederick y Charlotte hablaban, varios tripulantes decidieron ir a dar un recorrido por los alrededores para familiarizarse con el lugar y buscar a alguna persona que pudiera ayudarlos.

—No tienes que compensar nada, no es tu culpa nada de lo que paso, agradezco que todos estemos bien, que es lo más importante, además los días que pasamos en el barco fueron los más hermosos que me pudiste regalar nunca.

—¿Puedes imaginar cómo le contaremos esta anécdota a nuestros hijos?

Una sonrisa nerviosa se apoderó de Charlotte, los hijos era un tema importante para ella, el tener un ser que fuera mitad de ella y mitad del ser tan maravilloso que tenía a un lado era un paso muy increíble, pero no podía evitar el pinchazo de dolor cada vez que pensaba que ella no sería la que te daría a su primogénito.

Frederick notó la incomodidad de su mujer por lo que prefirió no decir nada más, se acercó a ella y la tomó de la cintura para infundirle valor y calor.

El frio de la madrugada comenzaba a calarle a todos, los caballeros se había desecho de sus abrigos para cedérselos a las damas.



Dos semana después del choque del barco, se dieron cuenta que habían dado a parar a una isla deshabitada, se mantenían con frutas recolectadas de los arboles cercanos y algunos animales que se han dieron la tarea de atrapar. Los primeros días fueron difíciles para mantener el orden y no perder la poca cordura que le quedaba a la mayoría de tripulantes.

Habiendo llegado a la segunda semana, la esperanza de ser rescatados se mantenía alerta, un grupo de personas se había ofrecido como voluntarios para tomar el bote que los había llevado hasta ahí y emprender un viaje en busca de ayuda.

Entre esos voluntarios iba Jason, el ayuda de cámara de Frederick.



En Dumfriesshire, Logan y Sofía ignoraban por completo la desaparición de Frederick y su mujer, para ellos, los recién casados se encontraban en su luna de miel, tan ocupados que no tenían tiempo de escribir una carta.

Sofía se encontraba aprendiendo como ser una mujer de sociedad, su marido le había contratado maestras profesionales para todo lo que necesitara, su madre también era de gran ayuda desde que se había ido a vivir con ella a la mansión Hamilton.

Se sentía plenos, para Sofía era un sueño poder ver a su marido sin tener que esconderse ni avergonzarse de sus sentimientos, a pesar de que el mundo al que ahora pertenecía le resultaba extraño y agobiante, el tener a Logan a su lado, así como a Charlotte como hermana le resultaba esperanzador.

—¿Cuándo regresan los señores Erwine?

—Tengo entendido que en un mes más, para el baile de inicio de la primavera ya deben estar aquí.

—Me da tanta alegría saber que por fin el señor Erwine ha podido encontrar a la señora y formar la familia que tanto anhelo siempre.

—Sí. Pensar que ese hombre que yo tanto veía de niña al que tanto admiraba por su perseverancia y por el amor que profesaba a su mujer no presente, hoy le puedo llamar hermano. Y no digo hermano solo porque Logan sea mi marido, sino porque en verdad lo quiero como a uno.

—Recuerdo como de niña le tenías muchos celos porque yo cuidaba e él como un hijo.

—Ahora entiendo el porqué, Frederick necesita mucho cariño.

Mientras la nueva señora Erwine paseaba con su madre por los jardines de la casa, Logan recibía una carta proveniente del norte, precisamente con el nombre del capitán del barco que navegaban los Erwine plasmada en ella.

—Señor Erwine, el capataz quiere reunirse con usted, dice que es algo de suma importancia.

Dejando todos los pendientes a un lado, se dispuso a atender a su capataz.

Las audiencias en el día fueron largas y agotadoras, había podido resolver los asuntos más importantes y delegar los que no necesitaban su presencia, lo único que había pospuesto fue responder la correspondencia, lo que dejó para el día siguiente para poder ir a cenar con su esposa y poder pasar tiempo con ella.

Algo que Frederick le había enseñado, era nunca dejar para el final a la familia.

—El trabajo nunca se irá, cuando creas que has terminado otro pendiente aparecerá, los momentos con tu familia pueden terminar abruptamente, nunca dejes a la familia para el final, siempre debe ser lo primero.

Dejó las cartas sin abrir y fue al encuentro de su esposa, la cual ya lo esperaba con una sonrisa.

Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora