Pasaba del medio día cuando Logan por fin bajó a comer algo; Al notar la expresión de su hermano, pudo descubrir su estado de humor. Se conocían muy bien, tan bien que se sentó sin hacer el menor ruido. Espero pacientemente a que alguien se acercara.
— Buen día. — Tal y como Logan esperaba, Frederick solo inclinó la cabeza.
La cocinera se aproximó; Logan pidió su comida sin perder de vista a su hermano. Podía notar como la expresión de su rostro de transformó.
— Podrías no hablar tan alto, la cabeza va a estallarme y aún tengo muchas cosas que hacer como para estar soportando tanto desde tan temprano.
Logan decidió no responder nada, Frederick se veía sudado, mojado y desaliñado, razón que le hizo pensar que no había dormido bien, si no es que nada y el ruido de la lluvia que azotaba, que había estado fuera de la casa desde muy temprano. La cocinera regresó muy pronto con la comida encargada.
— ¿El señor Phillips sabía algo sobre Charlotte? — se aventuró a preguntar Logan.
— No, no sabe nada, pero espero que con la poca información que le di, tenga buenas noticias a más tardar mañana.
A pesar de ser un joven impulsivo, tanto que era famoso por no reprimirse ningún comentario frente a la gente; cuando se encontraba junto a su hermano el respeto se hacía presente e impedía que hablara como con los demás. Él sabía que una sencilla pregunta podía disparar el mal humor de Frederick y por lo tanto exiliar a Logan de su casa por toda la tarde. Y juzgando por la lluvia incesante que retumbaba en las paredes, el día no era propicio para darle una buena tarde fuera.
— ¿Estás seguro que era ella?
Si algo molestaba en sobremanera a Frederick era que dudarán de él y peor que repitieran una pregunta que ya había respondido. Frederick era una de esas raras personas que, por algún motivo, siempre tenían razón.
Logan esperaba la respuesta expectante, sabía que se había arriesgado al preguntarle semejante cosa, pero, su hermano había estado tan estresado últimamente con la búsqueda de su esposa, que pudo haberla imaginado.
— Esos ojos son únicos, Logan, jamás conocí a nadie que tuviera un color de ojos que se les asemejara, sin contar su reacción al verme...
— Pero — Interrumpió Logan — como iba a saber que eras tú, si llevabas mascara. Entiendo que tú la reconocieras por sus ojos, pero como te iba a reconocer ella a ti, han pasado varios años desde que se vieron, eran apenas unos niños cuando eso paso, cambiaron demasiado desde entonces. ¿Cómo sabría que eras tú?
Frederick no quiso contestar. Se puso de pie y salió del comedor sin decir media palabra.
A pesar que a Logan le disgustaba hacer molestar a su hermano, no pudo evitar embozar una media sonrisa. Por una vez Frederick dudaba, si no hubiera sido así, se hubiera quedado discutiendo. Nunca había disfrutado tanto una comida.
Su cuerpo le pedía descansar inmediatamente, no había parte de su anatomía que no le doliera. Después de su plática con Logan se había retirado a su habitación, su idea era recostarse un poco para mitigar el dolor de cabeza. Pasó demasiado tiempo para que pudiera conciliar un poco el sueño.
Pasaron seis horas antes de que la señora Sinclair se atreviera a despertarlo.
Su mal humor no desapareció, al contrario de su dolor de cabeza, el descanso le había servido para el malestar, pero el enojo que sentía por haberse atrasado en su búsqueda, hizo el mal humor se hiciera intolerable para sus empleados y hermano, el cual tuvo que salir de casa para no encontrarse con él.
Aunque había perdido toda la tarde en la cama, Frederick no perdió tiempo, mandó a ensillar su caballo y pidió que le tuvieran listo un baño para cuando regresara. Salió a galope en cuanto lo entregaron.
A pesar de confiar en el señor Phillips, no podía quedarse sentado sin salir a buscar a su esposa, ya con anterioridad había buscado a Charlotte en algunas ciudades vecinas, pero al no contar con ninguna pista de su paradero, era como buscar una aguja en un pajar. Ahora con Charlotte cerca sus problemas desaparecerían.
Lo que buscaba principalmente era: tener a su mujer junto a él. Las damas casamenteras, por fin lo dejarían de acechar, podría formar esa familia que desde hacía años deseaba.
Su primera parada sería ir a la vieja casa de los Hamilton, algo tenía que encontrar ahí. Si Charlotte se encontraba en la región, lo más lógico era que estuviera instalada en su casa. La casa había estado rentada por muchos años, pero desde la muerte de los señores Hamilton se había desocupado. La gente pasaba queriendo siempre alquilar la casa, pero ahora la propietaria era la señorita Hamilton, la cual nadie podía localizar, Los sirvientes que quedaron dijeron que ellos tenían rentas vitalicias que les habían asignado los señores antes de morir, así que no tenían noticias de la señorita. la casa no quedó en total abandono gracias a su lealtad.
La lluvia amenazaba con volver a caer, así que Frederick aceleró la marcha. Llegó a su destino, justo en el momento que la tormenta comenzó a caer. La adrenalina de haber visto a su esposa, lo había privado de su sentido común. Ahora que las gotas caían por su cara, se daba cuenta de la tontería que había hecho. Ahora le sería imposible regresar a su casa, por lo menos hasta que la lluvia cesara.
No había ningún sirviente cerca así que él mismo llevó su caballo al establo. Después de correr hasta la casa, pudo apreciarla mejor. Sentía como si los años no hubieran pasado, como si apenas un día antes hubiera conocido a una pequeña niña aterrorizada de su madre la cual se convertiría en la dueña de sus desvelos y malestares.
Tocó sin obtener respuesta, entró sin invitación. En otra circunstancia Frederick no hubiera entrado, pero se arriesgó. Al entrar vio el fuego encendido en el salón.
La excitación de Frederick por encontrar a Charlotte, se hacía cada vez más grande, trotó hasta el salón y fue ahí cuando se dio cuenta que su viaje hasta la casa no había sido en vano.
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Amor desconocido
Historical FictionFrederick Erwine, tiene a todos los habitantes del condado de Dumfriesshire a sus pies. Las madres, tratan de emparejar a sus hijas con tremendo partido, los caballeros, buscan incluirse en sus negocios, las jóvenes, rezan para que las note y los ni...