El silencio resultaba incomodo y abrumador para ella, Frederick no apartaba la mirada, como si en cuanto parpadeara Charlotte se desvanecería. Él era todo menos entupido y ya comenzaba a irritarle el hecho que la joven fugitiva pensara que él podría creerse su mentira.
—Me resulta muy extraño que se encuentre en esta casa, ignoro si lo sepa, pero la familia que vivía aquí, se mudó hace muchos años y los sirvientes son muy especiales con sobre quien entra y sale de la residencia.
—Simplemente me refugiaba de la lluvia.
—¿La dejaron entrar? Porque yo he venido muchas veces en los últimos años y jamás me han dejado entrar ¿acaso es usted pariente de los Hamilton? Si es así me gustaría hacerle unas cuantas preguntas.
La joven simplemente soltó una pequeña risa de nervios, no tenía escapatoria, no había más mentiras que decir.
—Todo sería más fácil si me confirmara su identidad.
A Charlotte se le erizaron los vellos de la nuca. Para ella hablar de su matrimonio era un tema tabú. Quería alzar su falda y salir corriendo de ahí. ¿Para qué humillarla así? Pensó que a estas alturas él ya estaría casado.
—No soy tú esposa.
Frederick sonrío, ver la expresión en su rostro y el timbre de voz que usó, ayudó a disipar cualquier duda que pudo haber generado.
—Disculpe, milady, pero no es correcto que me tute, recuerde que no tenemos vigilancia.
El rostro de Charlotte adquirió un tono rojizo que hizo que la sonrisa de Frederick se extinguiera; A pesar de haberle resultado gracioso el devolverle sus palabras, sus modales y valores le impedían hacer enojar a una dama, y mucho menos a la mujer que trataba de convencer de irse con él.
—Lo lamento, no era mi intención molestarla.
Ahí estaba, ese niño amable y sensible que recordaba. Charlotte sonrío al ver en su rostro un verdadero arrepentimiento por sus palabras. Tal vez, todo lo que su madre le contó sobre él, eran mentiras, tal vez, Frederick se merecía la oportunidad de conocer a su esposa.
—¿Cómo es posible que esté buscando a su esposa, milord? ¿Acaso huyó de usted?
Volvían al juego. La sonrisa de Frederick regresó, era su oportunidad de ganársela.
—No huyó, más bien, se la llevaron, a sus padres al parecer solo les importaba mi dinero y se la llevaron apenas tuvieron oportunidad, la he estado buscando por muchos años...
—¿Y a usted? ¿No le importa el dinero de ella?
—En lo absoluto, simplemente quiero tenerla a mi lado.
—¿Porqué?
—Porque es mi esposa y para que pueda ocupar el lugar que le corresponde como señora de mi hogar.
—¿Y si ella no desea que la encuentre?
—No puede huir de su destino, nuestro lazo esta hecho y quiera o no, nuestro futuro es estar juntos, no la he estado buscando por años en vano, quiero que este conmigo, yo puedo darle todo: estabilidad, una familia y felicidad. Cosa que si sigue escondiéndose de mi perderá, porque aunque esto fue cosa que nosotros no planeamos, estamos casado y ella no podrá estar con nadie que no sea yo.
El silencio volvió a reinar, y Frederick temió haber dicho algo que hubiera ofendido a la joven.
—Charlotte Hamilton, un gusto conocerlo, señor Erwine.
La lluvia había cesado y Logan decidió que era hora de volver a su casa, Frederick debería estar dormido cuando llegara, o si tenía suerte no estaría.
Tomó su abrigo y se despidió de la joven que aún desnuda ocupaba la cama. Era normal que cuando saliera de la habitación, olvidara por completo el nombre de la señorita que dejaba atrás.
Era muy relajante salir después de haber disfrutado unas horas de placer, no recordaba cuantas veces había tratado de convencer a su hermano, que se diera la oportunidad de sentir las sensaciones que se experimentaban al estar con una mujer.
Frederick había optado por el celibato hasta que encontrara a su esposa, y eso era algo en lo que Logan nunca había estado de acuerdo. Ningún hombre llegaba casto a su matrimonio, era de suponer que el marido fuera más experimentado que la mujer, nadie lo vería mal, era algo de lo más normal.
Pero claro, su hermano era especial en demasiadas cosas, nadie más hubiera buscado con tanto fervor a una mujer, teniendo decenas de ella en su condado, quien más, si no Frederick, prefería esperar a una esposa fugitiva para perder su castidad, solo él.
Entró a su casa y preguntó por su hermano, al saber que no se encontraba, sintió alivio, se evitaría un reclamo por parte de él. Pidió que se sirviera su cena. Subió a cambiarse mientras tanto.
Conforme subía hacía su habitación un aroma muy familiar inundo sus fosas, he hizo que su corazón diera un brinco. Ella estaba cerca, miró bien a todos lados, tratando de encontrarla, sabía que siempre que escuchaba que él estaba en la casa, se escondía.
Sofía era la hija del ayuda de cámara de su hermano, era la dama más hermosa de la región, y la dueña del corazón de Logan. Ella era la elegida para ocupar el puesto de dama de compañía de la señora Erwine, claro, lugar que ocuparía el día que Charlotte apareciera, así que Sofía se la pasaba el día ayudando en la cocina, o en lo que fuera posible, pero siempre huyendo de Logan.
Sofía sabía muy bien que la mayoría de veces que Logan salía era para encontrarse con alguna mujer, y eso la lastimaba en sobre manera, los dos sabían que nunca podrían estar juntos, Logan al ser el segundo hijo, tenía que encontrar a una mujer con posición y riquezas para casarse, y sobre todo que no fuera la hija de un simple ayuda de cámara. Aunque los dos se pertenecieran el uno al otro, no había manera de que estuvieran juntos.
Justo cuando Logan cerraba la puerta de su habitación, la vio saliendo de un armario.
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Amor desconocido
Historical FictionFrederick Erwine, tiene a todos los habitantes del condado de Dumfriesshire a sus pies. Las madres, tratan de emparejar a sus hijas con tremendo partido, los caballeros, buscan incluirse en sus negocios, las jóvenes, rezan para que las note y los ni...