El pánico se pudo apreciar en todo el rostro de la joven, cuando se dio cuenta de la identidad del intruso el terror se hizo más evidente, eso solo hizo que Frederick no tuviera dudas. Charlotte estaba frente a él,
—¿Quién es usted?
Frederick sonrío, ¿acaso no reconocía a su propio marido? Sabía muy bien, que ella sabía su nombre.
—Creo que usted sabe quien soy, milady.
Él hizo el intento de acercarse, deseaba tocarla, saber que era verdad lo que sus ojos veían, pero al dar un paso al frente la joven dio cinco para atrás.
—No, ignoro completamente quien sea usted, le suplico que se retire, no es conveniente que un caballero visité a una señorita sin nadie presente.
Frederick no pudo más que sonreír, era absurdo que su propia mujer le prohibiera que la visitara. ¿Qué pensaría la gente? A él no le importaba, siempre había asegurado, que el día que diera con Charlotte, daría la noticia de su matrimonio. Ella no había decidido esto, al igual que él, solo era una victima más de la avaricia de las personas, pero no por eso olvidaría sus principios y valores.
Para él, el matrimonio era para toda la vida y no lograba entender porque muchos no lo veían así, en la mayoría de los casos, se tenía el privilegio de elegir con quien casarse, y aún así, a las personas les importaba muy poco su matrimonio, siempre buscando aventuras en diferentes lugares, humillando a las esposas, buscando amantes. Frederick había visto eso en su casa, y sabía que era algo que no quería para él. Por desgracia él no había escogido con quien quería compartir su vida, lo habían hecho sus padres, pero eso no quería decir que dejaría de pensar igual que siempre.
Charlotte siempre sería su esposa, y para él sería más sencillo que ella lo aceptara pronto y trataran de sobrellevar ese matrimonio lo mejor que pudieran. ¿Qué no era eso lo que quería toda joven? Casarse y tener familia.
—Charlotte, te he buscado por demasiado tiempo, no hagamos esto más difícil.
—Usted me confunde señor, mi nombre no es Charlotte, y si así lo fuera, le pediría que no me tuteara, no lo conozco.
Las mejillas de la joven se tiñeron de rojo, Frederick no supo descifrar si había sido producto de la vergüenza de verse descubierta, o por coraje. Él sonrío, le seguiría el juego si eso era lo que ella quería. Al fin y al cabo, ella no saldría de ahí, si no era escoltada por él.
—Disculpe mi atrevimiento, mi nombre es Frederick Erwine. ¿Puedo saber su nombre, señorita?
Charlotte se sentía perdida, lo miraba y sabía que no tenía escapatoria, ¿porqué había vuelto? No entendía como había dejado que los recuerdos decidieran por ella. Lo único que deseaba era ver a ese apuesto niño que la había tratado con tanta dulzura.
Cuando era una niña, sus padres había decidido por ella, el día de la boda, Charlotte estaba muy nerviosa, no deseaba conocer al niño que sería su esposo, ella no quería casarse, no quería vivir un matrimonio como el de sus padres.
Desde que tenía memoria, Charlotte había visto desfilar demasiadas mujeres por la casa, al principio no lo entendía, pero con el tiempo fue cayendo en cuenta de quienes eran: todas eran amantes de su padre. Ella no lograba procesar como podían ir a su casa estando su madre ahí, pero la verdad era que a su madre le importaba en lo más mínimo lo que hiciera su marido, evitaba a toda costa que no buscara su lecho por las noches.
Su madre le había enseñado a tenerle repulsión a los hombres, le enseñó que las relaciones intimas solo eran para reproducirse, "Si logras embarazarte rápido, mas pronto ellos dejaran de visitarte por las noches", según su madre, las relaciones intimas eran dolorosas, asquerosas y humillantes. Para una niña de cinco años, esas palabras fueron suficientes para tenerles miedo a los hombres.
Aún y con todo el miedo que su madre había infundado en la pequeña niña, ella no pudo evitar ver en Frederick la ilusión del primer amor.
Ese niño, se mostró dulce, atento y educado, todo lo que su padre nunca fue, conforme fue creciendo, su amor infantil lo hacía con ella, no había día que no pensara en esa media sonrisa tan linda y de esos ojos tan bellos. Sabía que ese amor no le traería nada bueno. Ella había sentido de primera mano como era sufrir por un amor mal correspondido. No podía permitir que su pasado se interpusiera con su futuro, no podía ocupar su lugar como señora de una casa.
—Isabel Garoway.
—Es un verdadero placer conocerla, señorita Garoway.
Frederick se acercó cauteloso y con seguridad tomó la mano de la joven y le dio un suave beso.
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Amor desconocido
Historical FictionFrederick Erwine, tiene a todos los habitantes del condado de Dumfriesshire a sus pies. Las madres, tratan de emparejar a sus hijas con tremendo partido, los caballeros, buscan incluirse en sus negocios, las jóvenes, rezan para que las note y los ni...