Capítulo XX

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–Pero, ella fue muy amable conmigo ¿Por qué no puede venir a la boda?

–Porque mi hermano no quiere y esta vez me toca a mi ser buena persona con él, así que no, no esta invitada a la boda.

–¿Qué va a pensar de mí? Le di mi palabra de que estaría ahí acompañándome.

–Lo siento mucho, pero en esto no hay discusión, la señorita Hamilton esta fuera de la lista de invitados.

–¿Puedo mandarle una nota de disculpa?

El joven no tuvo más que acceder a la petición, le era muy difícil negarle algo a Sofia, cuando por fin estaban a un paso de la felicidad, no quería que su matrimonio comenzara con desacuerdos que ni siquiera tenían que ver con él. Pero esta vez no abandonaría a su hermano, y si para Frederick era necesario que Charlotte no estuviera ese día, aceptaría sin pensarlo.

Sofia subió, lista para escribir la nota para la que fue su patrona por muy poco tiempo, y por quien tenía un enorme aprecio.

Logan estaba a punto de salir de la casa cuando vio entrar a Frederick con muy mal aspecto.

–¿De donde vienes que te presentas así?

–De un lugar que tú conoces muy bien, hermano.

–¿En verdad seguirás frecuentando ese lugar?

El joven alcoholizado ignoró a su hermano y siguió su camino rumbo a las escaleras, Logan esperó ahí, viendo si en algún momento necesitara ayuda.

–Señor Erwine, ha llegado una carta para usted.

El ama de llaves se acercó temerosa a su patrón, le extendió la carta, rindió reverencias y se marchó. Frederick al ver el remitente soltó un bufido y le extendió el papel a su hermano.

–Puedes quedarte con esto.

Recibió la carta mientras no perdía de vista a su hermano, Logan sabía que Frederick no manejaba tan bien el alcohol, esperó un poco para subir atrás de él.

–Deja de seguirme y vete a cortejar a tu prometida.

–Solo déjame ve que llegues con bien a tu habitación y me iré.

Frederick volvió a ignorarlo y casi al llegar a final de la escalera, resbaló. Para poder ayudar a su hermano, Logan tuvo que soltar la carta y tomar con las dos manos a Frederick.

–Vamos, que ya me encargo yo, que llegues a salvo a tu habitación.



La nota de disculpa le pesaba tanto en la mano a Sofia que estuvo a punto de tirarla en más de una ocasión, salió de su habitación para poder buscar al cochero, cuando frente a la habitación del señor Erwine escuchó tremendo alboroto, espero un poco cuando distinguió la voz de su prometido.

–Ve y dile a esa mujer que no vuelva a mandar cartas a esta casa. Es más, yo mismo iré a decírselo en su cara.

Se escuchó una pequeña pelea antes de que alguien volviera a hablar.

–Tú no vas a ir a ningún lugar, yo destruiré de esa carta y me encargaré de que no vuelvas a recibir nada en su nombre, ahora recuéstate por favor.

–La ultima vez que estuve consciente, el dueño de esta casa era yo, ¿Quién eres tú para tomar decisiones en mi nombre?

–Soy tu hermano, y si no quieres descubrir que tan fuerte soy, recuéstate ya.

La joven un poco confundida, enojada y asustada, salió de ahí. Jamás en todos los años que llevaba en esa casa, había visto en ese estado al señor Erwine y mucho menos pensó que llegaría el día en el que escuchara que le hablara así a alguien, mucho menos a su hermano.

Sabía que hablaba de la señorita Hamilton, lo que no sabía era ¿por qué? Llevaba días sin saber nada de la señorita y cada vez que se mencionaba algo de ella, Logan la instaba a callar.

Bajando las escaleras vio un papel tirando en los escalones, lo recogió y miró de quien era para entregarla.

–¿Así que esta es la carta de la que hablaban?

Giró sobre sus pasos y regresó a su habitación, tenía muy claro que si alguien la veía con una carta de la cual no era destinataria se metería en graves problemas, pero si su prometido no le contaba nada, ella averiguaría por su cuenta.



–¿Va a salir?

Sofía se sobresaltó al escuchar la voz de Frederick, aún no se acostumbraba a tratarlo como alguien que se convertiría en su familia.

–Si señor, tengo que atender algunas cosas sobre la boda.

–¿Ya tiene casi todo listo?

–Así es señor, ya solo falta ajustar algunas cosas y pedir disculpas con algunas invitadas.

Se sintió el cambio en el ambiente, Sofía se dio cuenta que él sabía de quien hablaba.

–lamento los inconvenientes que pueda ocasionarle, pero existen personas que ya no pueden pisar esta casa.

–¿Puedo saber esas razones?

Aunque ella ya sabía todo por la carta que mantenía oculta en su bolso, deseo que el señor se las contara, quería que el tema se abriera para poder abogar por la señorita.

–No, no puede saberlas.

–Entiendo, son cosas de caballeros. Estoy a punto de acércame a casa de a señorita Hamilton para excusarme por la abrupta des invitación, ¿Quiere enviarle algún mensaje?

El efecto fue inmediato y a Sofia se le encogió el corazón. La mascara de arrogancia se había extinguido. Frederick estuvo a punto de decir algo, pero se lo tragó, se despidió con un pequeño hasta luego y subió las escaleras.

Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora